14/3/24

La responsabilidad y la culpa

             “No acabaré mi carrera como corrupto cuando soy inocente” dijo José Luis Ábalos, ex ministro del Gobierno de Pedro Sánchez, cuando se le pidió que dejara su escaño en el Congreso de los Diputados porque un hombre de su confianza, Koldo García, había sido procesado por cobrar ilegalmente comisiones en la venta de mascarillas.

            Si Ábalos se siente inocente ¿por qué tendría que dimitir? Que cada palo aguante su vela. El refranero popular español coincide en esto con la filosofía moral clásica cuando dice que uno tiene que hacerse cargo de sus actos; de todos sus actos, ciertamente, pero sólo de sus actos. Ahora bien, si Ábalos piensa que, al no ser el autor de los trapicheos millonarios que la justicia imputa a su singular chófer, no tiene responsabilidad alguna, se equivoca. El tema estrella de la reflexión moral contemporánea, dice Paul Ricoeur, es el de la responsabilidad sin culpa, es decir, que podemos ser responsables incluso de lo que no hemos hecho.

6/3/24

Una mirada que deshace tópicos antiguos y plantea preguntas necesarias (Comentario al libro de Agustín Serrano de Haro "Hannah Arendt y España")

 Libros sobre Hannah Arendt hay muchos y, los temas tratados, recurrentes. Suelen dar una vuelta de tuerca a la banalidad del mal, al totalitarismo, al homo laborans, al juicio o a la vita activa. Lo sorprendente es que en la relación de Arendt con España el autor haya visto  un libro que quizá no aporte grandes novedades sobre las grandes ideas arendtianas pero sí son de un gran interés para España. Es un libro construido sobre fragmentos o referencias de paso que, más allá de la brevedad, abren horizontes insospechados.

 La escritura del autor es fiel a su estilo caracterizado, en primer lugar, por un gran rigor interpretativo. No se permite ninguna exageración, ni retorcer el texto leído, ni hacerle decir lo que no dice. En segundo lugar, agudeza para llamar la atención sobre aspectos no considerados en las interpretaciones habituales pero que, bajo su luz, resultan de interés.

14/2/24

Alsasua, el engaño de la memoria corta

            Altsasu es una obra de teatro basada en un incidente que tuvo lugar en octubre del 2016 y que se convirtió en un asunto nacional. Dos guardias civiles fueron brutalmente golpeados por jóvenes locales al pretender entrar en un bar de dicho municipio. El incidente fue tratado por la justicia como un acto terrorista lo que acarreó en la Audiencia Nacional fuertes sanciones para ocho jóvenes implicados.

             La representación teatral, siete años después, ha vuelto a convocar emociones, más allá de las meramente estéticas. Grupos de extrema derecha se han manifestado a las puertas del Teatro La Abadía de Madrid para protestar contra su representación por lo que entienden es blanqueamiento del terrorismo. El director del centro dramático, Juan Mayorga, ha defendido la representación porque el teatro es “paz y libertad”, un espacio al que se acude libremente y en el que distintos personajes, que representan mundos enfrentados, convienen en hablar.

5/2/24

“Lo que olvida nuestra memoria cuando recuerda. En el 85 aniversario de la Kristallnacht”

            Lo que hoy nos convoca es la memoria de La Noche de los Cristales Rotos. Ese 9 de Noviembre de 1938 se encuentra en la encrucijada de un proceso que venía de atrás y que acabaría en la Solución final. Antes de esa fecha, en 1933, ya había tenido lugar la muerte cívica del judío. En ese momento ya fue desposeído de buena parte de sus derechos ciudadanos. Derogada fue su igualdad legal, siendo expulsado de las funciones públicas, de la vida cultural y de las profesiones liberales. Luego sobrevino la muerte política, con las Leyes de Nurenberg en 1935. Es el momento de la expulsión del judío de su condición de ciudadano del Estado alemán, visibilizada públicamente mediante la segregación física. Las leyes precisan que como el judío no pertenece a la raza aria, éste no puede ser ciudadano del Reich. Die Kristallnacht o “Noche de los Cristales Rotos” es un ensayo de lo que ocurriría en 1941 con la Solución Final. Sólo en Alemania 267 sinagogas saqueadas, 7.500 almacenes desvalijados; unos 30.000 hombres arrestados e internados en los campos de Dachau o Buchenwald y un centenar, asesinados. Para reparar los daños causados por los esbirros de Goebbels la comunidad judía fue condenada a pagar una multa de mil millones de marcos.

             Lo que quiero decir es que las cosas no sucedieron de repente. Se fue avanzando hacia la cámara de gas conforme disminuía la resistencia a la barbarie  y aumentaban los efectivos antisemitas  provenientes de la población de a pie, de los políticos, de los periodistas, del capital, de las confesiones religiosas.

             Los brutales acontecimientos que tuvieron lugar provocaron sorpresa y miedo, pero ninguna medida a la altura del problema. Callaron las cancillerías, las iglesias, los intelectuales europeos. Hitler entendió entonces  que tenía el camino libre: podía pasar de la exclusión al exterminio haciendo las cosas, eso sí, sin tanto ruido.

             Hoy, 85 años después, lo recordamos. Este acto organizado por el Ayuntamiento de Barcelona es un acto memorial. Entendamos su importancia. Podía no haber sido. Si Hitler hubiera vencido no habría memoria alguna de lo ocurrido porque el Holocausto fue pensado como un proyecto de olvido. Se habían tomado todas las medidas para que no fuera posible recordarlo, por eso no tenían que quedar restos físicos. Sin huellas del pasado judío la humanidad olvidaría la contribución del pueblo judío a la cultura mundial. Tengamos en cuenta que además de esa estrategia operativa  amnésica, estaba el trabajo hermenéutico y educativo del nazismo, empeñado en recrear el mundo sin los valores que había protagonizado este pueblo, empezando por el mandato del “no matarás”. Por qué no había que matar, se preguntaba Himmler, si podemos hacerlo.