17/11/14

El tiempo se acaba

            Alternan titulares que anuncian catástrofes del estilo "colapso de la civilización", "sólo un giro radical detendrá el cambio climático" o "si no reducimos la población, lo hará la naturaleza", con otros que abren a la esperanza como, por ejemplo, los logros de la ciencia capaces de corregir los fallos de la naturaleza y hasta las impotencias de la ética.

            Lo uno por lo otro, decimos, y pasamos página porque siempre ha habido problemas y el ser humano se las ha ingeniado para salir adelante. Lo nuevo es que los avisadores del fuego no son ya radicales enrabietados sino instituciones como la ONU o la NASA o científicos bien situados.

            La música de estas coplas viene de lejos, del famoso informe sobre límites del crecimiento del Club de Roma, 1972. La diferencia entre aquellos avisos y las noticias actuales es que el tiempo no ha pasado en vano.

Los trenes del obispo

            El obispo de Alcalá, que está contra el aborto, niega al Estado legitimidad para legislar sobre la despenalización de quien lo practique.  Es tan encendida su oposición que la ilustra con argumentos truculentos –esa ley garantizaría “el derecho a matar a un inocente”- y con una potente imagen: “el Tren de la Libertad, como los trenes de Auschwitz, debería llamarse el tren de la muerte”.

            Los jerarcas de la Iglesia católica gustan de comparar el aborto con imágenes impactantes. Primero fue con ETA y ahora que ETA anda de capa caída, con Auschwitz.

2/11/14

El Marx que no quería ser marxista

            A finales de lo ochenta la revista liberal, Newsweek, anunciaba al mundo la muerte de Marx, que fue celebrada por Francis Fukuyama -el autor de un mal libro,  El Fin de la historia, pero encumbrado por los poderes fácticos a evangelio de los nuevos tiempos- como el triunfo definitivo de la democracia liberal. En los años noventa se procedió al entierro oficial del marxismo, el fantasma que según El Manifiesto Comunista recorría Europa aterrorizando a la Santa Alianza, es decir, al Papa, al Zar y al Tío Sam.

            Tras 75 años de experimentación fracasaba el proyecto comunista, inspirado en el marxismo, debido a la fuerza de sus adversarios y también a sus colosales errores: fallaron sus previsiones y, sobretodo, construyó un monstruoso sistema político donde era difícil encontrar huellas del espíritu emancipador que anunció su fundador. La muerte de Marx parecía no tener vuelta de hoja.

Memoria y construcción de la identidad colectiva

            1. Por los campo de Castilla abundan en verano cursos estivales  en torno al tema de "las tres culturas".  Ávila, Segovia, Medina del Campo, Cuéllar, Olmedo o Arévalo son lugares en los que no es difícil imaginarse una mezquita en lo que hoy es iglesia o un minarete tras lo que hoy es una torre adosada a alguna ermita. El tono de las intervenciones suele ser autocomplaciente porque nos sentimos herederos de un pasado de tolerancia instaurado mucho antes de que los  Locke, Voltaire o Lessing sentaran las bases de la tolerancia moderna.

            Lo que en esos casos solemos olvidar es que de donde realmente venimos es de la negación de las tres culturas. Nosotros no somos herederos de la convivencia sino de su negación. La España que ha llegado a nosotros tuvo por cimiento la expulsión de los judíos y de los moriscos.