Los padres fueron protagonistas, por
eso sabían. Los hijos supieron y callaron. Los nietos quieren saber, por eso se
dice de ellos que son la generación de la memoria. Así ha ocurrido en las
grandes catástrofes, como la que
representó la barbare nazi, y así debería haber sido con la Guerra Civil
española. Pero no parece que la generación española de los nietos siga esas
pautas. Declaraciones como las de Bertín Osborne, pidiendo que se deje de
hablar de lo que ocurrió entonces -y lo dice él "con siete tíos abuelos
asesinados en Paracuellos"- o las de Albert Rivera ninguneando la memoria
histórica, podrían indicar que aquí los nietos prefieren pasar página.
Pero antes de hacerlo convendría
detenerse un momento. Es de agradecer que un nieto de víctimas declare que ha
perdonado y olvidado. Pero tanto la generación de sus padres como la de los
abuelos ha podido identificar a los muertos y honrarles. Han recibido algún
tipo de reparación y habría que ver qué tipo de justicia se ha aplicado a los
asesinos. Han podido pues hacer duelo.
Los "paseados", de los que se ha hecho cargo la memoria
histórica -más de 100.000, no lo olvidemos- yacen en cunetas y descampados. Lo
que piden sus deudos es identificarles y honrarles. El no puede negar a los
otros lo que tan cumplidamente ha tenido con los suyos.