13/3/16

Lo necesario y lo urgente del momento político

            La política es palabra y cuando hablamos queremos, por un lado, darnos a entender y, por otro, alcanzar un entendimiento. Inseparable pues del noble arte de la política son estas dos tareas: valorar críticamente lo que hacemos o proponemos y, también, buscar acuerdos. El frenesí que caracteriza a la política en la era de la informática apenas si deja tiempo para lo esencial, es decir, para sopesar el resultado de unas elecciones, por ejemplo, y desentrañar su significación. Lo que se les pide a los políticos es que siga el espectáculo, esto es, que busquen acuerdos para que las instituciones funcionen. Importa la decisión más que su contenido.

            Las últimas elecciones están cargadas de significaciones nuevas que no hemos tenido tiempo de descifrar porque ya nos encontramos en otro tiempo, el de los pactos. Sería, sin embargo, una temeridad para la democracia española que los partidos políticos tomaran  decisiones sin registrar debidamente los mensajes esenciales que han emitido los votantes.


            Al Partido Popular le han mandado el recado de que no se ha tomado en serio la corrupción. Puede que su descalabro tenga varias causas (desgaste por gobernar, levedad de su líder, errores manifiestos, etc.) pero la de mayor alcance ha sido su compadreo con la corrupción. Nada han hecho por desenmascararla ni por combatirla. Han reaccionado puntualmente cuando no había más remedio, pero es difícil borrar de la imaginación de la gente la imagen inducida por Bárcenas  de un Rajoy metiéndose el sobre en el bolsillo. Dicen que esa foto existe, pero, aunque no existiera, es una imagen verosímil que representa bien la libre circulación del fraude por los vericuetos de este partido. Los daños de la corrupción son muy profundos y ahí siguen carcomiendo los fundamentos de la política. Mientras no la combatan a fondo -y esto significa asumir responsabilidades por parte de los dirigentes, empezando por el propio Rajoy- hasta los mejores estarán bajo sospecha.

            Al PSOE se le pide una refundación. Si quiere poner fin a la una larga e imparable decadencia que arrastra desde los últimos tiempos de Felipe González, tiene que reconocer que el problema está en él mismo  y no en la mala suerte de una crisis colosal que pasó por encima a un endeble presidente como era Zapatero. Ese mal interno es haber olvidado que un partido como el socialista está en función de la sociedad y no al revés. Se ha alejado de sus votantes, incluso de sus militantes, para ser la suma de sus burócratas. Ha perdido la cultura de la generosidad a cambio de la del chalaneo. Al que trabaja por la organización le falta tiempo para exigir un cargo de responsabilidad, por eso no figuran los mejores entre sus dirigentes ni entre los candidatos a cargos públicos. Sus males no se arreglan conquistando la jefatura del gobierno sino mediante una profunda catarsis de sus instituciones y militantes.

            A Podemos le puede perder la prisa. Han llegado porque se les esperaba pero han traducido prematuramente el entusiasmo social por ansia de poder. La imagen de Pablo Iglesias en el día de las elecciones imponiendo condiciones de imposible cumplimiento, se puede explicar por la bisoñez pero en nada responde a lo mucho que de ellos se espera. La novedad o el aire fresco que ellos pueden aportar deberían ser entendidos como un proceso de largo alcance que incluye una renovación moral de la política y de los políticos que de momento no está ni planteada. Para pagar el plan social que quieren llevar a la Constitución, es decir, para asegurar constitucionalmente el techo, la salud, la escuela y las pensiones, sería necesario una cultura de la austeridad que no existe ni entre los que le votan. De momento ellos han aportado vistosos elementos estéticos (la mochila, la coleta, el desenfado en el vestir) pero habría que pasar a su versión ética, es decir, habría que empezar a hablar del político virtuoso, ese que, según Aristóteles, ha demostrado antes de hacer política madurez humana y profesional. Para eso hace falta tiempo pero vale la pena porque es más importante el camino que la meta.

            Corrupción, endogamia y prisa, tres obstáculos para un tiempo nuevo que cada partido tiene que sortear limpiamente para que el entendimiento que ahora se logre no repita, aunque con nuevos actores, vicios pasados.


Reyes Mate (revista Bez.es, enero 2016)