19/6/17

La sabiduría del sur, en peligro

        Se oye decir que Europa se la juega en las elecciones francesas. Hay tambores guerracivilistas en el país vecino ya que El Frente Nacional supone la negación del alma republicana, esa forma ilustrada de ver la vida que Francia alumbró para el mundo. Con Marine le Pen perdería Francia pero también Europa porque la Unión Europea, un proyecto político nacido como respuesta a las dos guerras mundiales del siglo pasado, tiene por santos patronos a Francia y Alemania. Como decía Jorge Semprún, sin la memoria de Francia se disolvería en un santiamén la responsabilidad de Alemania.

            En un momento de claro declive intelectual, buscamos en el horizonte figuras morales que digan algo. Llegan noticias desde distintos lugares de que ha vuelto Albert Camus. Lo de menos es que ahora celebremos el 60 aniversario del Premio Nobel que murió con 47 años en un accidente de tráfico. Lo significativo es que se le reconozca como la autoridad moral del momento. No vuelve el gran escritor que fue porque ese nunca se ha ido, sino el moralista al que buena parte de la intelligentzia de su tiempo volvió la espalda. Hoy nadie discute que Camus supo estar del lado bueno en las causas que defendió: participó en la Resistencia, promovió una campaña mundial contra las armas nucleares, denunció los campos de concentración soviéticos y supo ver el terror tras la retórica de la violencia revolucionaria. Fue una rara avis entre aquellos intelectuales progresistas, compañeros de viaje del comunismo, que callaron y no quisieron ver.

            De aquel Camus nos interesa la brújula que le guió en tiempos tan convulsos. El la llamaba “sabiduría del sur”. Siempre se dejó guiar, decía, por la forma de ser mediterránea que, a diferencia de la del norte, da más importancia al sufrimiento que al conocimiento; más al cuidado concreto que a la verdad teórica. Un estilo de vida que ama los matices, tiene el gusto por la vida y no le va ensañarse con el  castigo al culpable. La sabiduría del mediodía produce rebeldes y la de la medianoche, revolucionarios. La diferencia es que el primero es compasivo, atento a las necesidades del ser humano, mientras que el segundo apuesta por grandes construcciones históricas que suelen devorar a sus hijos. Hubo un debate muy sonoro entre Camus y Sartre, buen representante de esos grandes discursos y a la sazón compañero de viaje del comunismo. El filósofo echaba en cara a Camus que le preocupara más el sufrimiento de un niño que la explotación de la clase obrera.  Y es que, le explicaba el hombre nacido en Argelia a Sartre, si no nos indignamos ante el sufrimiento de un niño acabaremos defendiendo, sí, al proletariado, pero  sacrificando a muchos inocentes.

            A este Camus compasivo y solidario le necesitamos hoy cuando la Unión Europea se rompe porque hay miedo al emigrante y se levantan muros contra los refugiados. Han vuelto los nacionalismos, tocando a rebato para expulsar a los que no son de aquí. Dicen que los de fuera  les quitan el trabajo, colapsan los hospitales y rebajan el nivel de las escuelas; también, que desvirtúan sus ciudades con mezquitas y llenan el aire de algarabías. Son muchos los que piensan que el diferente es un peligro.

          El problema es si ya queda algo en los países mediterráneos de la sabiduría del sur. Hace unas semanas estos países pusieron el grito en el cielo cuando el Presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, comentó que los países del sur se gastan las ayudas europeas en orgías. El hombre se defendía diciendo que quería llamar la atención sobre el modo de vivir de los latinos tan distinto del de los puritanos norteños. El alto cargo holandés ponía el dedo en la llaga aunque con palabras equivocadas porque el problema no es nuestro modo de vida, sino el modo de entender la política.

            Eso que llamamos corrupción tiene que ver con el modo de entender la política por parte de los hombres públicos y también de ciudadanos poderosos que merodean el poder. El compadreo les ha hecho creer que España es su cortijo. El saqueo ha funcionado mientras era oculto. Aquí no hay conversos ni arrepentidos: cesan cuando les pillan. Los casos que hemos ido conociendo (de políticos y empresarios) nos han revelado una novedad sorprendente. No se trata, en efecto, de acumular dinero al modo de los capitalistas manchesterianos. Estos explotaban ciertamente al trabajador hasta la extenuación para extraerles toda la plusvalía posible pero arriesgaban su capital, sus máquinas y su trabajo. Lo de ahora es otra cosa: es sed de dinero sin el menor riesgo y desde la más alta respetabilidad. Que este saqueo se produzca en el contexto de una crisis que ha aumentado la desigualdad, llenando los hogares de miedo al futuro, da a esa forma de entender la política una significación particularmente degradante: la de la impiedad.

            Europa necesita la sabiduría del sur que si en tiempos de Camus tuvo que hacer frente a ideologías totalitarias, tanto de derechas como de izquierdas, hoy está amenazada desde dentro tanto por prácticas políticas nacionalistas insolidarias, como por políticas corruptas que convierten a quienes las practican en seres desalmados.

Reyes Mate (El Norte de Castilla, 6 de mayo 2017)