28/5/18

Por qué he escrito “El tiempo, tribunal de la historia” (*)


            En las presentaciones de libro hay invitados que hablan del libro y luego el autor responde. Aquí me he permitido variar el formato. He querido empezar contando lo que he querido decir con el libro. Reconozco que es una anomalía porque se entiende que lo que he querido decir es lo que he escrito. Y libre es el lector de hacer sus lecturas. Si tengo que explicar lo que he querido decir es porque no lo he conseguido escribiendo el libro. Es posible que haya algo de eso. Pero, a pesar de todo, lo hago por si puedo ahorrar al lector una trampa. Hablo efectivamente de asuntos sobre los que ya he escrito y hablado. El peligro es pensar que “vuelvo otra vez” sobre los mismos temas. Vuelvo efectivamente pero con un propósito nuevo. Y es ese propósito nuevo el que quisiera poner de manifiesto en esta presentación. Es posible que esa intención que ahora quiero explicitar haya estado siempre latente, incluso sin yo saberlo tan claramente. Quizá, pero nunca como ahora había sentido la necesidad de ponerlo blanco sobre negro.

9/5/18

De la risa al llanto


            En la temporada pasada brilló en la cartelera madrileña El Inspector, la pieza teatral de Nikolai Gogol. Lo original de esta obra escrita hace dos siglos sobre un tema tan viejo como la corrupción, es la complicidad del espectador. El público no deja de reírse. La risa es aristocrática ya que quien ríe piensa estar un codo por encima del objeto o del sujeto risible. El espectador se ríe porque el alcalde desvergonzado que engorda su cartera con los consabidos sobornos, no se entera de que, a su vez, está siendo estafado por un perillán de su misma escuela. Hasta que harto de las risitas que le llegan del patio de butacas se vuelve al público y le espeta sin miramientos: "¿de qué os reís? ¡si os estáis riendo de vosotros mismos". Son ellos, los que ríen, quienes les han elegido por como son. Deberían sentirse orgullosos por lo bien que les representan.