11/1/15

El talante importa más que los contenidos

            Pablo, el de Podemos, quiere hablar con Francisco, el del Vaticano, ya sea en Roma o en Vallecas, porque piensa que tienen algo que decirse. Puede parecer presuntuoso que un recién llegado a la gloria de la política, como Pablo Iglesias, busque el compadreo con alguien que viene de muy lejos. Son dos mundos efectivamente inconmensurables pero que tienen, sin embargo, un punto en común: ambos representan un tiempo nuevo que despide a otro, ya agotado.

            Hay una saturación en el ambiente que anuncia, a quien quiera  oírlo, que el futuro no será más de lo mismo. Esa saturación es evidente en las instituciones de la Vieja Europa, pero también se observa en el Nuevo Mundo, por ejemplo, en México. Lo que hasta ahora era tolerado, ya resulta insoportable. Esto vale para la corrupción, pero también para el funcionamiento de los partidos.

            La tarea que tienen ante sí instituciones del pasado, como los Partidos Políticos que conocemos, es cómo hacer frente a ese vendaval que de momento está poniendo en peligro su hegemonía electoral. Podemos tiene a tiro al Partido Popular y mira por el retrovisor al Partido Socialista.

            Los socialistas están particularmente nerviosos porque ya saben que Podemos está mordiendo en su electorado. Han tocado a rebato, cerrando filas, para frenar la sangría. ¿Lo conseguirán? No lo tienen fácil porque los que tienen que dar con la solución son parte del problema. Para empezar, equivocan el tiro al situar el problema en los contenidos políticos. Es verdad que ese no es el fuerte de Podemos que en poco tiempo ha hecho un recorrido errático, del anticapitalismo a la socialdemocracia, pasando por el desierto de no saber si eran de izquierdas o de derechas. La última acampada en la socialdemocracia ha levantado el ánimo de los socialistas porque si para los nuevos ese es un mundo por descubrir, para ellos es tierra conquistada. De eso siempre sabrán más y mejor que los recién llegados. En eso tienen razón. Al fin y al cabo ha sido la socialdemocracia la que ha liderado la modernización de este país. El borrador de Programa Económico de Podemos, además de no mostrar novedades seductoras, plantea recetas bienintencionadas que han producido efectos desastrosos cuando han sido aplicadas.

            Lo que pasa es que por muy débiles que sean las propuestas políticas de Podemos y por muy sólido que sea el fondo de armario socialdemócrata de los socialistas, la sangría va a seguir porque el problema de los socialistas no está en primer lugar en los contenidos cuanto en la falta de  credibilidad. El crédito perdido se sitúa en una zona que va de la ética a la estética o, como diría el profesor Aranguren, que tiene que ver con el talante, con el modo de hacer política. Ahí es donde los viejos Partidos tienen un problema que empieza en la forma en que los dirigentes son reclutados o promovidos y que acaba en cómo vive luego cada cual la política.

            Los nuevos han definido con una palabra mortal y certera las prácticas de los antiguos: casta. Los de la casta son gente del aparato a los que este les insufla vida para que se reproduzcan. Aborrecen lo que venga de fuera o de abajo. Incluso cuando juegan a las primarias, se las apañan para jugar con ventaja. Esto puede ocurrir en Sevilla, Madrid o Valladolid. ¿El resultado? que mientras los elegidos celebran sus endogámicos triunfos no se enteran del desencanto y de la indignación de los ciudadanos que ya no lo soportan más. La maquinaria partidaria es de tal calibre que en breve plazo tritura la presumible frescura del joven que se la acerque en  epígono de los vicios más inveterados. Convierte a los jóvenes en viejos.

            El éxito de Podemos es haberse hecho cargo de ese malestar y haberle sabido representar. Vienen de la calle y son el resultado de un proceso de participación y decisión directa. Es verdad que esa frescura tiene que ver en buena parte con el hecho de que aún "no han tocado poder". Puede ser, pero lo que resulta indiscutibles es que su éxito se debe a que la gente les percibe cercanos, que saben donde les duele, que, como ellos, ven atropellos donde la clase política no ve nada o pasa de puntillas, por ejemplo, con los desahucios  o con las monstruosas diferencias salariales o con el trato tan desigual que el poder da a los bancos cuando tienen problemas, o al paro que es un problema.

            Si alguien quiere competir con Podemos tiene que apropiarse lo que le ha hecho ser y crecer. Para dejar de ser casta, un Partido como el PSOE, por ejemplo, tendría que refundarse organizativamente. De muchos militantes podría decirse lo que aquel  Doctor Samuel Johnson escribió de cierto patriotismo, que  "es el último refugio de los cobardes". Sus órganos y funcionamientos no sirven ya de mediación entre la organización y la sociedad, como debiera ser. Todo esto que está en los libros de teoría política y que todo el mundo conocía, empezando por los propios dirigentes que se han nutrido de ello, es lo que ya no da más de sí.

            El desafío de Podemos no es de propuestas, como dice el Partido Popular,  sino de talante. Aunque los grandes Partidos las tuvieran acertadas, son muchos los que ya no se fían.


Reyes Mate (El Norte de Castilla , 6 de diciembre 2014)