29/9/14

Memoria y democracia. Intervención en el III Foro de Debate, organizado por la Asociación "Wirberto Delso", en Favara, el 30 de noviembre del 2013

            1. El debate español sobre la memoria se mueve en torno a cuatro ejes: por un lado, el que conforman la transición y la guerra civil(1); por otro, el de las víctimas de la violencia terrorista, particularmente de Eta; en tercer lugar, las memorias que convocan los distintos nacionalismos; y, finalmente aunque en menor medida, la memoria de la conquista. La que mayor interés suscita es la del primer bloque debido no sólo a la gravedad de asuntos históricos que maneja sino también a la vinculación de ese pasado con los problemas más candentes de la vida democrática actual.

            A nadie se le oculta que España padece una severa crisis institucional. No hay más que ver la valoración de los políticos, jueces, obispos o banqueros por la opinión pública. Mala valoración de las personas y sobre todo de las instituciones que representan. Basta echar una mirada a la monarquía o las noticias sobre el soberanismo catalán para entender que la severidad de la crisis institucional se doble con una desmoralización social. No me refiero con ello a la desafección ciudadana a la política, que es evidente, sino a la perversa práctica de votar con mayorías generosas a políticos corruptos.

            El peligro de la crisis actual es echar la culpa a las instituciones. Convendría entonces darse un paseo por El Inspector, la obra teatral de Gogol, escrita hace casi doscientos años en la lejana Rusia, pero de plena actualidad aquí. El argumento versa sobre el mundillo político en provincias, sacudido de repente por el anuncio de un inspector enviado para valorar la situación. La gracia del enredo está en que los políticos corruptos confunden al temido inspector con un inocente perillán sorprendido por los halagos y favores con los que el alcalde y su cohorte quieren comprarle. Se deja ir, aprovecha la ocasión y se va colmado de gracias. Mientras los políticos se pavonean de cómo se lo han ganado, reciben el aviso de que el inspector de verdad acaba de llegar. Momento grandioso de la obra es cuando el alcalde se vuelve a los espectadores que han estado riendo todo el tiempo, porque ellos sí sabían que los políticos estaban poniendo los huevos en el cesto equivocado, y les espeta a la cara "pero ¿de qué os reís? ¡os estáis riendo de vosotros mismos!".

25/9/14

Presentación del libro de Carlos Pereda "La filosofía en México en el siglo XX. Apuntes de un participante"

            La presentación de un libro es un rito desconcertante: Te  convoca el autor que es un amigo. El autor de un libro es más que el autor de ese libro, sobre todo si es amigo. Tienes que hablar de ese autor desde la cordialidad propia de la amistad. Uno puede caer en exageraciones, pero no son tales porque como decía Aristóteles "cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia". La amistad es la forma suprema de justicia. Pero hay que hablar de un libro y los libros tienen vida propia. Van por libre. El lector entabla una intensa relación con ese extraño cuerpo y puede pasar a lo largo de sus páginas del amor a la provocación, del entusiasmo a la desesperación o de la risa al llanto. Espero pues ser leal con el amigo y fiel al libro.

             Hablemos en primer lugar del autor.  Lo que dice cualquier página web cogida al vuelo de Carlos Pereda es que es un uruguayo en México. No es un dato  irrelevante. No sé si ser uruguayo imprime carácter, como el ser argentino (Juan Mayorga me comentaba poco después de que hubieran elegido para papa a un cardenal argentino lo que le chocó el titular de un periódico colombiano que decía “Un argentino modesto”; una colega  argentina que le oyó comentó que deberían haber titulado así “Otro argentino infalible”). Pero ser uruguayo en México le aproxima a la experiencia del exilio, es decir, a la construcción de una identidad sin tierra propia. Y eso promete.

22/9/14

España, de centro a margen

Félix Santos, 2012, Españoles en la Alemania nazi. Testimonios de visitantes del III Reich entre 1933 y 1945, Ediciones Endymion, Madrid.

            Para Europa los países del sur son un problema. A España, Grecia o Portugal, enganchados tarde a un tren que habían ideado los países del centro,  les cuesta mantener el paso. Lastran un retraso inmemorial. Son, como decía Hegel, el margen de una Europa cuyo centro es "germano y protestante". El libro de Félix Santos, sin embargo, invita a revisar los tópicos. España, por ejemplo, ¿margen o marginada? Siempre hubo en España una corriente de pensamiento para la que, si España era el problema, Europa era la solución. No fue así entre 1933 y 1945, el tiempo en que el hitlerismo daba la hora en Europa.

            En ese tiempo Berlín era el centro del mundo y fueron muchos los españoles que no faltaron a la cita. Eran periodistas, políticos, intelectuales, trabajadores o deportados. El autor del libro les sigue la pista. Sabíamos de ello por sus crónicas o relatos. Lo nuevo de Félix Santos es la mirada refrescante sobre ese pasado. Lo consigue rescatando impresiones del momento inteligentemente contextualizadas. De repente descubrimos que Hitler estaba en la sala de estar de los españoles. Entró en 1933, en tiempos de la República y, gracias a las crónicas de los periodistas destacados en Alemania, tomamos conciencia de que la prensa católica y/o conservadora le hizo de la familia y, otra, la socialista y liberal, le vio como una amenaza. Mientras Chaves Nogales avisaba ya en 1933, con una perspicacia incomparable, "de la extirpación metódica de los judíos", otros, como González Ruano, el cronista de ABC, celebraba la quema de libros de ese mismo año, con la justificación de que ahí se hacía "lo que la Iglesia católica ha hecho siempre"; es el mismo periodista que luego, en 1935, aplaudía las medidas antisemitas del Congreso de Nürenberg. Esas dos miradas se polarizaron durante la Guerra Civil cuando Hitler pasó de ser objeto noticiable a actor de los destinos de España. Tenía que haber mucha pasión para que a Antonio Tovar le fascinaran los andares de un Hitler desvencijado.

            Estaban todos convencidos, sin embargo, de que el destino de España estaba ligado al de Europa. Ridruejo se alista en la División Azul convencido de que "Europa entera no tendrá paz mientras Rusia exista". El Gobierno Republicano, por su parte, reconoce ya en 1938 que los responsables de los crímenes contra los judíos son "los mismos promotores de la campaña contra la República". En ese momento, España no es el margen de Europa sino que está en el epicentro. Lo que se desprende de los testimonios recogidos en este libro es que para los españoles de uno u otro bando el futuro de Europa estaba ligado al triunfo o a la derrota del fascismo.  Los falangistas esperan mucho provecho de Hitler y los republicanos, también, pero de su derrota.

            La derrota de la República entronizó a Hitler en la vida nacional por eso se prohibió en España la circulación de la encíclica Mit brennender Sorge que condenaba levemente al fascismo, sin que el triunfo aliado supusiera el final del franquismo.  Con el derribo de Hitler, Largo Caballero fue liberado, sí, del campo de concentración de Oranienburg  y Jorge Semprún, del de Buchenwald, pero no pudieron volver a su país porque los aliados prefirieron la dictadura a la república. Los demócratas españoles perdieron dos veces: cuando venció el fascismo y cuando fue vencido. El texto del  prisionero llamado Largo Caballero, todo un presidente del Gobierno español, resulta conmovedor por su lucidez. Europa se reconstruyó marginando a España. Desde entonces, margen. Estos pasados pesan en la construcción de la Unión Europea sobre todo cuando no se les tiene en cuenta.

Reyes Mate  (El País, Babelia, 2 de febrero 2013)



8/9/14

Razones para la resignificación del Valle de los Caídos

"Cuando la idea de inocencia desaparece del inocente, entonces es el poder lo único que reina en un mundo ya desesperado"  (A. Camus L'homme revolté)
           
            1. La Orden Ministerial plantea a la Comisión de Expertos la tarea de dar al Valle de los Caídos "un nuevo significado más inclusivo desde el espíritu de reconciliación y el respeto al pluralismo reconocido en el pacto constitucional"; que proponga actuaciones que conviertan el Valle "en un lugar de memoria colectiva democrática, en clave de reparación, verdad, reconciliación".

            a) Es una tarea difícil porque el Valle no es un lugar neutro donde no hubiera ocurrido nada, ni es un lugar histórico pero abandonado, como Belchite. Es un lugar de la memoria viva, de la memoria franquista. Así está instalado en la memoria colectiva para solaz de los unos y vergüenza o indignación de los otros.

            b) Somos conscientes de que es tan difícil que cuando los ingenieros del Patronato Nacional nos dicen, sottovoce, que el edificio está en ruinas y que si no se interviene ya en 50 años se habrá derrumbado, manejamos la posibilidad de partir de esa realidad y hacer propuestas que en lugar de intervenir sobre el pasado heredado, "acompañáramos las ruinas". ¿Qué queríamos decir? Que en lugar de esforzarnos en transformar un presente, el Valle, elaborando la significación del pasado, lo que deberíamos hacer es dar la palabra al tiempo, acompañar la palabra del tiempo que se está erigiendo en juez de la historia: si ese monumento quiso desafiar al tiempo, eternizando un instante (el del triunfo del franquismo sobre la legalidad republicana), lo que procedía era verbalizar la marcha del tiempo que reduce a escombros el proyecto de eternizar la barbarie. No se trataría de salvar el pasado, ni siquiera el pasado de los vencidos, sino de acompañar e ilustrar lo absurdo de la pretensión de los vencedores de absolutizar la barbarie. La hegeliana Weltgeschichte als Weltgericht, pero a contrapelo.