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9/9/25

Jorge Semprún tiene algo que decir en el centenario de su nacimiento

            1. El centenario del nacimiento de Jorge Semprún está siendo la ocasión para algunos encuentros académicos, organizados con el noble propósito de honrar, incluso reivindicar, a una figura cultural de primer orden, más reconocida fuera que dentro de España. Con ser esta una loable labor de justicia, marraríamos la ocasión si no sirviera para hacer valer aquellas ideas y propuestas que mejor le caracterizan y que por extrañas razones unas veces nos negamos a reconocerlas y, otras, nos afanamos en desfigurarlas. Por supuesto que nos sumamos al reconocimiento de uno de los testigos más importantes del siglo XX, que fue al tiempo importante político, exitoso escritor y celebrado intelectual. Pero más allá de esta celebración, hagamos justicia a una figura que espera ser atendida.

             2. Empecemos por recordar algunos datos biográficos. Nace en Madrid en 1923, nieto de Antonio Maura (cinco veces Primer Ministro durante Alfonso XIII) e hijo de un diplomático español. Nace pues de buena cuna y en ella se desenvuelve hasta que el golpe franquista de 1936 les lleva al exilio, en Francia. Jorge tiene trece años y en París, el hijo del todavía funcionario de la República española, cursa los estudios de Segunda Enseñanza, hasta que en el año 1942 se inscribe en la Facultad de Filosofía de la Sorbona donde permanece un solo año pues en 1943 se alista en La Resistencia francesa siendo detenido por la Gestapo y trasladado al Lager de Buchenwald donde ingresa con 20 años permaneciendo allí hasta su liberación un año y medio después. Aunque le pasó por la cabeza ser filósofo y vivir de la filosofía, lo que realmente le tiraba era ser escritor. La experiencia del campo le convenció que eso, su experiencia, sería el tema de su obra y a ello se dedicaría. Pero contra todo pronóstico, cuando es liberado y se le abre la posibilidad de escribir sobre lo vivido, experimenta que no puede hacerlo. Tenía que elegir entre vivir y olvidarse del Lager o escribir y eso conllevaba sucumbir al horror vivido. Opta por vivir, es decir, por huir de su pasado y eso se traduce en una militancia suicida en el Partido Comunista. Con treinta años llega a ser miembro del Comité Central y se le asigna la peligrosa misión de reorganizar el Partido Comunista español en los sectores culturales, intelectuales y estudiantiles, tarea que desempeña entre 1954 y 1961. Su constante presencia en España y la lectura que hace de los grandes acontecimientos del movimiento comunista (los procesos de Moscú, el informe Kruschev y la invasión de  Hungría, en 1956) le llevan a una crítica creciente de la estrategia del PCE que culminará en su expulsión en el año 1964.