8/6/25

De la guerra justa a la guerra santa

             Un ejemplo de la polarización de nuestro tiempo es el hecho de que quienes defendieron en el pasado el concepto de guerra justa piensen ahora que todas son injustas, mientras que, en el extremo opuesto, se radicaliza la apuesta por la guerra que pasa de justa a santa.

             Ilustra la primera posición el Papa Francisco que en su encíclica Fratelli Tutti tuvo el coraje de enmendar la plana a una teología milenaria que había defendido el concepto de guerra justa si se daban ciertas condiciones, a saber, que fuera declarada por una autoridad competente; que la causa fuera justa; que se hubieran agotado los medios diplomáticos para resolver el conflicto y que hubiera proporción entre el bien que se buscaba con las armas y el mal que éstas podrían causar. En una discreta nota a pie de página Francisco corregía la doctrina de la guerra justa “que hasta san Agustín forjó” pero que “hoy ya no sostenemos”. ¿Las razones del cambio? En primer lugar, que las armas actuales son tan letales que dañan más a la población civil que a la combatiente; en segundo lugar, el peso de una rica experiencia tras tantos siglos de guerra: la paz que se consigue con la armas sólo es una tregua entre dos guerras. Aunque la razón de fondo es propiamente religiosa: que “la guerra, como decía el Consejo Mundial de las Iglesias Evangélicas, es contraria a la voluntad de Dios”.

17/5/25

La ausencia de Dios

             De la inundación informativa que ha desatado la muerte del Papa Francisco, rescato el comentario de un periodista que se decía agnóstico: “¡se echa de menos a Dios¡”. Extraña la ausencia de Dios en el funeral de su representante en la tierra, sobre todo si quien lo advierte es alguien que, de entrada, dice no saber quién es Dios.

             La denuncia puede ser catalogada como un brillante apunte o un ingenioso estrambote, pero quizá como algo más. Si tenemos en cuenta cómo llegó Francisco al Vaticano, con su olor a rebaño, y cómo salió, a hombros entre aplausos de los grandes de este mundo, surge la pregunta de si logró o no imponer lo que quería. Habló alto y claro contra la guerra, contra el capitalismo, contra la emigración, tres graves asuntos sobre los que discrepaba con la mayoría de los que le despedían con un aplauso. Si el Dios al que se refería el periodista tenía algo que ver con el espíritu que inspiró las palabras de Francisco contra la guerra, a favor de los emigrantes y contra el capitalismo, la pregunta sobre Dios, tenía su aquél.

3/5/25

Un acuerdo de largo alcance entre el Gobierno y el Vaticano

             El Gobierno español y el Vaticano han llegado a un acuerdo sobre el sentido que dar al espacio histórico conocido como Cuelgamuros. El centro lo ocupa un templo católico que es al tiempo un cementerio público y no religioso, el más grande de la guerra civil, en el que se han recogido unos 34.000 muertos en la citada contienda, un tercio de los cuales son republicanos.

             El acuerdo consiste en cambiar de significado el lugar. Fundado por el régimen dictatorial para, según el Decreto firmado por Franco, “perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada”, va a pasar a ser, como dice la Ley democrática del 2007, “un lugar de memoria en clave de reparación, verdad y reconciliación”.

             Es una gran noticia que trasciende las siempre complejas relaciones de una democracia aconfesional con la Iglesia católica. Habría que recordar que se ha conseguido en el 2025 lo que no fue posible en el año 2011 cuando se constituyó, de acuerdo con esa Ley, la “Comisión de Expertos para el Valle de los Caídos”. Entonces la Iglesia española rechazó estar presente en los trabajos de la Comisión, mientras que ahora acepta un planteamiento que coincide con lo que esa Comisión propuso.

19/4/25

El espíritu de la esperanza anda suelto(*)

            Byung Chul Han es un filósofo surcoreano, afincado en Alemania, con proyección mundial. Consigue en libros breves recoger las grandes preguntas de nuestro tiempo aunando rigor y sencillez. El espíritu de la esperanza es su última publicación que se presenta como una novedad porque abandona los temas sombríos y el tono pesimista de sus libros anteriores, en favor “de una alentadora visión del hombre”. El santo y seña del giro es la esperanza, presentada como la gran palanca para la construcción de un nuevo tiempo.

             Arranca la reflexión acogiéndose a la idea de Kafka, luego desarrollada por Walter Benjamin, de que “sólo por los desesperados nos es dada la esperanza” que el autor traduce diciendo “la esperanza más íntima nace de la desesperación más profunda”. El desesperado, en efecto, no es un conformista que acepta estoicamente su mala suerte, sino alguien que se rebela contra ella porque echa de menos la felicidad y la reclama. Ahí anida el gesto de esperanza.

             Motivos para andar desesperados hay muchos, no hay más que seguir el catálogo de sus propios libros. Este autor es como un detective que persigue sin descanso todas las asechanzas del neoliberalismo: la voracidad suicida del capitalismo, el cansancio de Europa, la pérdida de tradiciones, la soledad del hombre moderno, la acedia del consumismo.