“No acabaré mi carrera como corrupto cuando soy inocente” dijo José Luis Ábalos, ex ministro del Gobierno de Pedro Sánchez, cuando se le pidió que dejara su escaño en el Congreso de los Diputados porque un hombre de su confianza, Koldo García, había sido procesado por cobrar ilegalmente comisiones en la venta de mascarillas.
Si Ábalos se siente inocente ¿por qué tendría que dimitir? Que cada palo aguante su vela. El refranero popular español coincide en esto con la filosofía moral clásica cuando dice que uno tiene que hacerse cargo de sus actos; de todos sus actos, ciertamente, pero sólo de sus actos. Ahora bien, si Ábalos piensa que, al no ser el autor de los trapicheos millonarios que la justicia imputa a su singular chófer, no tiene responsabilidad alguna, se equivoca. El tema estrella de la reflexión moral contemporánea, dice Paul Ricoeur, es el de la responsabilidad sin culpa, es decir, que podemos ser responsables incluso de lo que no hemos hecho.