Es difícil presentar un libro en el
que uno mismo participa pues lo que pueda decir es lo que ya ha dicho. Así que
voy a hacer de lector y dialogar con algunas de las ideas que se exponen en el
libro. Hay ahí muchas intervenciones con las que estoy de acuerdo y por eso no
me referiré a ellas. Pido pues disculpas si no puedo dialogar con todos los
autores sino referirme sólo a alguno de ellos.
El texto de Henry Patterson sobre el
proceso de paz en Irlanda del Norte, hiela la sangre, leído desde España. Hay
que consignar que consiguió poner fin a un enconado conflicto pero ¿a qué
precio? Considerar víctima a todo el que sufre supone colocar al mismo nivel al
que pone una bomba y es herido por su propio artefacto que al niño que pasaba
por allí; o equiparar la angustia de ser detenido si dispara una pistola con la
tragedia de matar a alguien porque piensa diferente. Aquí no hay racionalidad
moral alguna, sino justificación racionalizadora desde intereses extraños a la
razón y a la moral (razón instrumental). Podemos entender que alguien plantee
paz por justicia u olvido, pero siempre que nos pongamos de acuerdo sobre quien
es víctima y quien verdugo. En ese caso respetamos un mínimo ético pues
reconocemos quien es víctima y quien verdugo, aunque por razones políticas
renunciamos a darles significación. Pero afirmar que todo el que sufre es
víctima es comparar a los millones de judíos exterminados con el dolor de los
nazis por haber sido derrotados.