31/5/19

Antonio Rivera y Eduardo Mateo (Edts.), 2019, "Víctimas y política penitenciaria", Catarata


            Es difícil presentar un libro en el que uno mismo participa pues lo que pueda decir es lo que ya ha dicho. Así que voy a hacer de lector y dialogar con algunas de las ideas que se exponen en el libro. Hay ahí muchas intervenciones con las que estoy de acuerdo y por eso no me referiré a ellas. Pido pues disculpas si no puedo dialogar con todos los autores sino referirme sólo a alguno de ellos.

            El texto de Henry Patterson sobre el proceso de paz en Irlanda del Norte, hiela la sangre, leído desde España. Hay que consignar que consiguió poner fin a un enconado conflicto pero ¿a qué precio? Considerar víctima a todo el que sufre supone colocar al mismo nivel al que pone una bomba y es herido por su propio artefacto que al niño que pasaba por allí; o equiparar la angustia de ser detenido si dispara una pistola con la tragedia de matar a alguien porque piensa diferente. Aquí no hay racionalidad moral alguna, sino justificación racionalizadora desde intereses extraños a la razón y a la moral (razón instrumental). Podemos entender que alguien plantee paz por justicia u olvido, pero siempre que nos pongamos de acuerdo sobre quien es víctima y quien verdugo. En ese caso respetamos un mínimo ético pues reconocemos quien es víctima y quien verdugo, aunque por razones políticas renunciamos a darles significación. Pero afirmar que todo el que sufre es víctima es comparar a los millones de judíos exterminados con el dolor de los nazis por haber sido derrotados.

27/5/19

Un exilio poco republicano


            El exilio que hace ochenta años emprendieron miles de españoles, huyendo de la muerte o de la cárcel, está siendo objeto estos meses de múltiples actos conmemorativos. Se aprovecha la ocasión para dar un repaso a la barbarie que supuso el golpe de Estado franquista y honrar de paso la memoria republicana.

            Todas esas efemérides pueden ser vistas como una forma poética de justicia para quienes tuvieron que abandonar su país por haber defendido una causa justa. Justicia memorial, pues, para los exiliados, pero ¿también para el exilio? Hay que preguntarse, en efecto, si todos estos actos, que se presentan bajo el rótulo de “exilio republicano”, hacen justicia a lo que significa el exilio o, dicho en otras palabras, si el sentido del exilio se sustancia en legitimación del Estado republicano o apunta más bien hacia otra forma de entender la política.

26/5/19

El paganismo de la Nueva Derecha


            "España cristiana, no musulmana" ha sido estas semanas pasadas algo más que un slogan electoral de gente extremista. Parecía un grito que escapaba de muchas gargantas, hartas de aguantarse para no traspasar el umbral de lo políticamente correcto.  Bastó que alguien invocara a Pelayo y Covadonga, es decir, el mito de la Reconquista de una España ocupada por los moros, para sentirse liberados. Por fin alguien que ponía sobre la mesa la esencia cristiana de una pobre España, ahora rota y roja. Muchos españoles se han sentido interpretados aunque no todos les votaran.

            Estos buscadores de esencias patrias se extrañarían si vieran que lo suyo es ingrediente habitual de la Nueva Derecha que recorre Europa. En Francia, Alemania u Holanda se oye lo mismo, a saber, "que el Islam no forma parte de Europa". Los alemanes, por ejemplo, tienen un partido llamado Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente (Pegida) y otro, Alternativa para Alemania, que se han abierto paso vociferando que Occidente es cristiano, es decir, convirtiendo el cristianismo en una religión étnica de blancos antiislamistas (que tanto recuerdan al hitlerismo que era una religión étnica de arios antisemitas).

10/5/19

Pedir perdón o mejorar la historia


            Las declaraciones del Presidente de México, López Obrador, exigiendo de España y del Vaticano que pidan perdón por la “conquista” de América ha provocado indignación en muchos y aplausos en pocos.

            Sería peligroso perderse en estos rifirrafes porque lo que hay que preguntarse es si ha lugar la responsabilidad histórica referida a casos tan lejanos. Y hay que decir que sí por dos razones: porque el mundo actual es el resultado de lo que entonces ocurrió. Somos herederos de ese pasado. No es casualidad que los países pobres hayan sido colonias y los ricos, imperios. Evidentemente no se explica la pobreza de los países latinoamericanos únicamente por la presencia de los españoles o portugueses, pero en parte, sí (la otra parte habría que adjudicarla a los criollos mexicanos, los abuelos o compadres de López Obrador incluidos). También porque este pleito viene de antiguo. No es una ocurrencia de un mexicano que vive en el siglo XXI sino que ya hubo contemporáneos que denunciaron la conquista y avisaron a sus descendientes de las deudas que estaban contrayendo. Las Casas, por ejemplo, escribía pesaroso al final de sus días que aquello iba “contra todo derecho natural, divino y de gentes y, por consiguiente, nulo,  in ningún valor jurídico”. Fue, pues, una ocupación injusta, una invasión, que comprometía “a los sucesores y descendiente vivos de aquellos”, es decir, a nosotros, obligándonos a “darles satisfacción”.

            Ahí está planteado el principio de la responsabilidad histórica que nos alcanza a nosotros. Y lo que llama la atención en esta conquista es la conciencia que había entonces de que se estaban haciendo las cosas mal y que se estaba comprometiendo a las generaciones futuras. Algo semejante no lo encontramos en otros imperios europeos. A nadie se le ocurrió organizar desde el poder un debate nacional sobre las razones morales y legales de la conquista, como el que tuvo lugar en Valladolid entre 1550 y 1551. Ni mucho menos, encargar a un discípulo de Las Casas, Domingo de Salazar, primer obispo de Manila, que se hicieran las cosas en las Islas Filipinas conforme al guion de su maestro. Pocos españoles saben que el 21 de marzo de 1599 se celebró un referéndum entre los nativos filipinos preguntándoles si aceptaban la presencia de unos extraños que querían hablarles del Dios de Jesús. Como la respuesta fue positiva, se quedaron, no sin antes devolverles lo que los conquistadores les habían tomado, creando una fundación social para ayudar a los más pobres. Esto demuestra, además de una quijotesca grandeza, una conciencia clara de que no todo valía.

8/5/19

Homenaje a Víctor Urrutia en la presentación de su libro de poemas Memoria de silencios (2019, Eds. Vitrubio, Madrid)


            Hay libros que son fáciles de presentar porque son letra muerta, textos donde quedan bien separada la vida de la obra, la bibliografía de la biografía. Este, Memoria de silencios, no es de esos. Es un libro vivo porque viva es la memoria que todos tenemos de su autor y vida es lo que transmite. Por eso esta presentación es también un memorial.

1. No nos hemos tratado muchas veces, pero la relación venía de lejos y todos los encuentros fueron de veras: en el contexto de cristianos por el socialismo, a propósito del terrorismo de ETA, en su época de Director General en el Ministerio de Justicia. La última vez fue en Ávila hace más de dos años, hablando del tiempo…del apocalíptico y del gnóstico; del desafío del tiempo del progreso. Yo hablaba contra la ideología del tiempo del progreso que se nos presenta como inagotable, imparable y salvífico, mientras el vivía desde su enfermedad la finitud del tiempo. Justo cuando él estaba señalado por una enfermedad mortal yo osaba disertar sobre el tiempo y la vida, perorando sobre que la vida es tiempo, que el tiempo es finito y que la muerte es el final del tiempo pero no el final de la vida. El estaba muy atento e intervino incisivamente en el debate. Hoy estamos aquí convocados por su palabra, la palabra poética que trasciende el tiempo y el espacio. Hablemos pues de poesía, de su poesía. Lo haré en plan impresionista, señalando algunas figuras que permitan desentrañar sus poemas.