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15/8/24

Entrevista a Manuel Reyes Mate de Sigal Meirovich el 21-07-2024 en JAD-CULTURA JUDÍA. Revista de ideas para el judaísmo contemporáneo

Manuel Reyes Mate es filósofo y profesor del Instituto de Filosofía del CSIC. Se ha dedicado, principalmente, a la investigación de la dimensión política de la razón, de la historia, de la ética y de la memoria. En 2009 recibió en España el Premio Nacional de Literatura por su ensayo "La herencia del olvido" (Errata Naturae), en el cual examina la importancia de la memoria histórica en la construcción de una sociedad justa. Desde "Memoria de occidente" (Anthropos, 1997) y "La razón de los vencidos" (Anthropos, 2008), libros anteriores, este filósofo español ha puesto la memoria en el centro del debate. En su libro más reciente, "El tiempo, tribunal de la historia" (Trotta, 2018), Reyes Mate critica la tradición filosófica, que considera incapaz de responder a las catástrofes de la razón ilustrada, simbolizada por Auschwitz, proponiendo una "razón anamnética" para abordar las catástrofes históricas, rechazando la visión dominante del progreso y adoptando una que valore la reparación y la justicia inmediatas.

El 7 de junio de 2024, en la plataforma Letras Libres, reflexionó sobre la reciente firma, por parte del personal del CSIC, del "Manifiesto por Palestina". Dicho manifiesto, siguiendo la tónica universitaria estadounidense, pide suspender toda relación académica con instituciones israelíes que no presenten un compromiso firme con la paz.

En relación a dicho texto, "Lo que oculta el manifiesto por Palestina", quisiéramos preguntarle:

Oriente Medio News: Usted dice que España en particular, pero Europa en general, se han convertido en juez y parte de este conflicto, dado que la creación del Estado Moderno de Israel se funda en una larga historia de exclusión y persecución del pueblo judío. ¿Por qué cree usted que Europa (salvo Alemania probablemente) no ha podido tomar responsabilidad seria por la construcción de un imaginario de odio y sus consecuencias fácticas?

Reyes Mate: Por la misma razón que se pensó y se sigue pensando que Auschwitz es un asunto de judíos y alemanes. No se quiere reconocer que aquella catástrofe tuvo que ver con un antisemitismo histórico, bien cultivado en España, que nos hacía responsables. Digo que somos parte del problema porque el sionismo, es decir, la opción nacionalista, solo aparece cuando el pueblo judío ha hecho la dolorosa experiencia de que los demás pueblos no le permiten vivir en diáspora, que era su propio modelo de convivencia. Las expulsiones, por un lado, y el fracaso de la asimilación, por otro, explican, entre otras causas, la legítima aspiración a tener un territorio propio. Como ese es el origen de la cuestión palestina, del que somos concausa, es por lo que no tiene sentido autoerigirse en juez. El Manifiesto manifiesta un tono de superioridad moral que me parece penoso y ridículo. Y no digo que no haya que hacer algo, pero desde la conciencia de la propia responsabilidad. Para empezar, detectar los gestos antisemitas ocultos en nuestra cultura.

OMN: Usted menciona que el conflicto israelo-palestino es un símbolo de la cuestión judía moderna, similar a la discriminación política del siglo XIX. ¿Podría elaborar más sobre esta analogía y su relevancia en la actualidad?

11/10/17

El horror que no se explica pero que algo aclara

            Nadie se podía explicar que fueran ellos los autores de la masacre. A los ojos de todos parecían integrados y felices o, como decía la educadora social de Ripoll, "eran como mis hijos". Y ocurrió lo inimaginable: aquellos jóvenes educados y cariñosos se presentaron de repente como asesinos. ¿Cómo explicárselo? Si fueran pobres y marginados, nos decimos, cabría una explicación, pero ¿cómo llegaron a eso siendo como nosotros? Hay acontecimientos que ocurren habiendo sido literalmente impensables, es decir, que ocurren sin causas que lo expliquen. Lo que pasa es que cuando ocurren son capaces de iluminar todo lo anterior con una luz nueva. Algo no hemos hecho bien para que estos jóvenes educados entre nosotros se hayan comprometido en la causa yihadista que es la negación de todos los valores que hemos querido transmitirles.

            Lo más fácil es seguir la pista perversa del imán que con sus artes diabólicas ha sabido embrujarles hasta hacerles perder el juicio. Es una pista necesaria que naturalmente hay que seguir y perseguir para taponar esa salida. Pero esos cantos de sirena sólo consiguen seducir si encuentran complicidades domésticas, quiero decir en la educación que les proporcionamos.

1/2/16

Un tal Jesús

            Vuelvo de Jerusalén en vísperas de Navidad. Nos han convocado para dialogar sobre la convivencia  en una tierra como Palestina donde las grandes religiones monoteístas -el judaísmo, el cristianismo y el islam- no han sabido vivir en paz. Un palestino explicaba que cualquier arreglo político pasaba por recuperar su casa, una casa que hace mucho tiempo fue destruida. Para ellos no hay más patria que el hogar, de ahí que siempre se sentirán refugiados mientras no recuperen lo que ya es irrecuperable. De nada valdrían unas conversaciones sobre la paz si no se pone como premisa del diálogo la casa... que ya no existe. Despojados pues de toda esperanza, sólo les cabe enfrentarse a la desesperada contra quienes consideran sus enemigos irreconciliables.

             Los representantes judíos exponían con dolor el proceso de radicalización imparable de sus propios correligionarios. Los gobiernos israelíes dependen del apoyo de los grupos ultraortodoxos y éstos cada vez son más intransigentes con propios y extraños. La causa de esa carrera hacia el abismo la veían estos analistas políticos  en algo tan espiritual como la ley que, para un judío, es algo muy serio. Decía el gran pensador judío ilustrado, Moses Mendelssohn que lo único revelado de la Biblia es la ley mosaica, esto es, las normas que regulan la vida personal y colectiva de los judíos. Cualquier otra afirmación bíblica sobre el origen del mundo o sobre la historia de la humanidad sólo vale, decía, en tanto en cuanto sea compatible con la razón. Por eso en todas las sinagogas se guarda con veneración el rollo de la ley dentro de una urna depositada en el lugar más noble.

19/1/15

El deber de memoria al rescate

            Primo Levi no esperaba de sus oyentes compasión sino justicia. Y tanto él como los demás sobrevivientes de los campos de exterminio en Polonia, liberados en enero de 1945 y que cada año recordamos por estas fechas, ligaban la justicia a la frágil figura de la memoria elevada por ellos mismos a la categoría de deber. El deber de memoria como instrumento de un tiempo justo no sólo para las víctimas sino para la sociedad por venir.

            Es todo menos evidente que la memoria tenga ese poder casi taumatúrgico. De hecho los Aliados, tan interesados como las víctimas en evitar la repetición de la barbarie, propusieron medios más efectivos: el plan Marshall, imponer a los alemanes una constitución democrática, incidir en las escuelas o controlar la cultura. ¿Por qué las víctimas, sin embargo, desconfían de todo eso y apuestan decididamente por el deber de memoria? Porque vivieron lo impensable: lo que ni la escuela, ni la cultura, ni los sociólogos, ni los economistas jamás soñaron. Y cuando el horror impensable ocurre, hay que tenerlo siempre presente. Lo impensable se convierte en el punto de partida de lo que hay que pensar. El deber de memoria no consiste en acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos, sino en entender que nuestra construcción racional y moral del mundo tiene fundarse en el sufrimiento de las víctimas. Eso es una novedad porque, aunque es inveterada nuestra capacidad de causar dolor, nunca hemos dado importancia al sufrimiento de las víctimas porque eran literalmente insignificantes. Ahora son como el apriori del significado.