24/6/20

A la memoria de los sin-nombre


            Hace unos días moría el autor de El abrazo, un cuadro de Juan Genovés que representa a gente abrazándose pero sin rostro. La energía casi animal que se desprende de la pintura viene de las caras anónimas que, pese a su inexpresividad facial, transmiten una fuerza solidaria imparable. El cuadro, tras muchos tumbos, acabó en el Palacio del Congreso de Madrid, para simbolizar la reconciliación que supuso la transición política española. Puede valer para ese propósito, pero a condición de que no se ensombrezca la inquietante fuerza que desprenden las caras inexpresivas. El cuadro desasosiega más que apacigua.

            No es frecuente detenerse ante los sin-nombre o sin-rostro. Y es que, como decía el malogrado pensador judío, Walter Benjamin, “es más difícil honrar la memoria de los sin-nombre que la de los famosos”. Los ojos se nos van tras los famosos. Celebramos sus triunfos como si fueran nuestros y eso es un error, además de una injusticia. El dramaturgo alemán, Bertold Brecht, se pregunta indignado, quien construyó Tebas o quien reedificó esa Babilonia tantas veces destruida o quien levantó los arcos de triunfo de la gran Roma. No fueron los reyes ni los generales. Ellos no arrastraron las piedras, ni cocinaron, ni corrieron con los gastos, ni lloraron a los  muertos. Fueron los sin-nombre. Los que mandan no ponen ni los soldados, ni los albañiles, ni los remeros o pilotos. Tampoco los muertos, por eso no los lloran.

21/6/20

Entrevista en la revista VALORS. Filosofia de l’actualitat (valors.org)


1. ¿En qué momento de la histórica debemos hallar el origen la corrección política?

Respuesta: La expresión “Political Correctness” está datada. Aparece a principios de los 80 en USA para denunciar la pretensión hegemónica de la revolución conservadora que quería entronizar al neoliberalismo como el fin de la historia. Pero, anécdotas aparte, lo políticamente correcto siempre ha existido, con otros nombres. Nietzsche, por ejemplo, hablaba del aidos, definida como “la emoción o el terror de ofender a los dioses, a los hombres y a las leyes eternas”. ¿Sinónimos?: el “qué dirán”, la doxa, las reglas para triunfar. Siempre ha existido un estereotipo sociocultural impuesto por la mayoría que constreñía la conducta de los demás

2. Generalmente, ¿en el pensamiento políticamente correcto se tienen más en cuenta las emociones que la razón y la lógica?

Repuesta: El recurso a las emociones es fundamental para neutralizar la racionalidad crítica. Christiane Rochefort, la autora de la exitosa novela El reposo del guerrero cuenta que se quedó sin público cuando decidió escribir no para dar gusto sino para dar que pensar. Pero el pensamiento políticamente correcto no es ingenuo. Tiene una estrategia teórica, basada en el cálculo o en lo que los filósofos llaman la razón instrumental. A Teresa de Ávila, por ejemplo, la querían hacer, tras su muerte, santa y doctora. Pues bien para lograrlo tuvieron que fabricarla una biografía al gusto barroco de lo que se llevaba, por eso desapareció de su vida todo lo inconveniente. No había ni rastro de su sangre judía para que pudiera ser celebrada como “la santa de la raza”.