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9/6/24

Europa, un proyecto amenazado desde dentro

            Al acabar la II Guerra Mundial, países que se habían enfrentado brutalmente en los campos de batalla se ponían de acuerdo para crear una Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). No era el negocio económico lo que les convocaba; no se trataba de crear una sociedad mercantil sobre dos productos particularmente valiosos. El acero y el carbón, más allá de su precio económico, eran dos materiales estratégicos fundamentales en una guerra. No encontraron mejor manera de asegurar la paz que compartir los materiales que podían llevar a la victoria o a la derrota.

23/5/24

Prestigio de la violencia y visibilización de las víctimas (*)

            1. De nuestro tiempo se ha dicho que es “la era del testigo”, “la época de la memoria” o el de la “centralidad de las víctimas”. Son expresiones exageradas de un fenómeno nuevo caracterizado por el interés por la memoria, la narración, el testimonio. Lo podemos dejar en un tiempo de “visibilización de las víctimas”, lo que no es poco. Hay hechos que así lo confirman, por ejemplo, la aparición de las víctimas sólo en la última tregua de la organización terrorista vasca, ETA, lo que no había sucedido en las dos treguas anteriores donde los únicos actores eran el Estado y ETA. También, el papel que están jugando las víctimas en las conversaciones de paz en Colombia, sin olvidar el papel del Holocausto en el mundo entero. Se ha institucionalizado en muchos países el “día del Holocausto”, lo que habla bien claro de la presencia de las víctimas en nuestro presente. En historiador Enzo Traverso señala, no sin cierta ironía, que ya no hay peligro de olvido de Auschwitz (1).

            Es una novedad importante desde el punto de vista cultural y de su alcance epistémico puede que aún no seamos conscientes. Nos damos cuenta de su importancia si tenemos en cuenta el peso en nuestra cultura de las tesis que se han opuesto de una manera consciente a esa visibilización. Pensemos, por ejemplo, “en la cultura de olvido”, tan bien representada por Nietzsche cuando decía “para vivir hay que olvidar”, o de Descartes: “si tenemos la razón ¡para qué acordarse¡”. Añádase la política del “pasar página” o, si se prefiere, del “echar al olvido” que según Slomo BenAmi es la más seguida a la hora de superar conflictos.

            Eso ha cambiado y nos podemos preguntar que por qué o cómo explicarlo. Seguramente porque se han dado muchos otros cambios que han confluido aquí. Y podemos nombrar algunos: en primer lugar, que la humanidad ha hecho la experiencia de que para vivir hay que recordar y no sólo olvidar. Esta experiencia ha sido determinante. También los avances en el desarrollo de los Derechos Humanos que nos permiten hablar hoy en derecho de Justicia Transicional y Justicia Restaurativa, figuras en las que la memoria de las víctimas juega un papel destacado. Sin olvidar la aparición de las Comisiones de la Verdad y de la Reconciliación en varios decenas de países. La historia, el derecho, la política y la sociedad se han implicado manifiestamente en esta visibilización. Sería interesante una tesis doctoral sobre estos cambios que tuviera en cuenta datos empíricos y también cambios de mentalidad.

             2. A falta de esa ambiciosa explicación, lo que me propongo, más modestamente, para responder a la pregunta inicial, es reflexionar sobre la relación entre víctimas y violencia. Es evidente que hay una relación obvia. A mayor prestigio de la violencia, más víctimas. De esto hay que hablar pero también de algo más: del lugar de las víctimas en las críticas a la violencia. Si el primer enfoque es obvio, éste segundo es mucho más sorprendente. Así que analizaremos, por un lado, la relación entre prestigio de la violencia y generación de víctimas y, por otro, el lugar (o no lugar) de las víctimas en las críticas de la violencia.

9/5/24

La ejemplaridad de la justicia

            Los jueces deben ser libres para impartir justicia, lo que no significa que todo les sea permitido. Ellos también tienen normas. Para aceptar a trámite una querella contra alguien, por ejemplo, existe una Ley de Enjuiciamiento Criminal y una jurisprudencia que tienen que respetar. Si el Tribunal Supremo sentencia que una causa debe ser rechazada si se basa en informaciones periodísticas y sólo en las mismas, no debería ser admitida a trámite la que presentó Manos Limpias contra Begoña Gómez pues está basada en recortes de periódicos.

             Pero el juez Juan Carlos Peinado la admitió porque se hace. Lo más notable del caso no es el contexto político, por muy serio que sea, cuanto la normalización de las malas prácticas en la justicia. No sé si esas prácticas son muchas o pocas, lo cierto es que no pasa nada cuando ocurren. El Gobierno de los Jueces debería saltar como un resorte ante la menor incidencia irregular porque el papel ejemplarizador de la justicia en un sistema democrático no tiene parangón con el de ninguna otra institución.

13/4/24

El laicismo se endurece y los conflictos crecen

            Parece que en Francia el laicismo se endurece. No sólo se prohíbe llevar el velo en las escuelas sino que se penaliza a las madres que lo luzcan cuando se apostan a la puerta de los centros escolares esperando la salida de sus hijas. Se toman esas medidas para invisibilizar las diferencias étnicas entre franceses y reforzar los rasgos comunes. Como no se alcanza el resultado previsto, sino que se multiplican los enfrentamientos entre comunidades, ha llegado el momento, piensan muchos, de revisar las bases del laicismo.

             Durante un tiempo se pensó que la convivencia entre miembros de distintas culturas o creencias se facilitaba rebajando lo que distinguía y subrayando lo que unía. Un buen ejemplo de este planteamiento lo encontramos en la obra teatral Natán el Sabio de Efraim Lessing. Judíos, moros y cristianos, hartos de guerrear durante siglos, se preguntan cómo vivir en paz. Encuentran respuesta en la tesis filosófica de que “todos antes que diferentes somos iguales”. Somos seres humanos antes que creyentes de esta o aquella religión. Eso funcionó a medias porque era difícil olvidar en la vida diaria que primero somos diferentes (en el comer, en el vestir, en el hablar, en el sentir, en el pensar) y que hay que hacer un largo viaje mental para descubrir que además compartimos el ser humano.

14/3/24

La responsabilidad y la culpa

             “No acabaré mi carrera como corrupto cuando soy inocente” dijo José Luis Ábalos, ex ministro del Gobierno de Pedro Sánchez, cuando se le pidió que dejara su escaño en el Congreso de los Diputados porque un hombre de su confianza, Koldo García, había sido procesado por cobrar ilegalmente comisiones en la venta de mascarillas.

            Si Ábalos se siente inocente ¿por qué tendría que dimitir? Que cada palo aguante su vela. El refranero popular español coincide en esto con la filosofía moral clásica cuando dice que uno tiene que hacerse cargo de sus actos; de todos sus actos, ciertamente, pero sólo de sus actos. Ahora bien, si Ábalos piensa que, al no ser el autor de los trapicheos millonarios que la justicia imputa a su singular chófer, no tiene responsabilidad alguna, se equivoca. El tema estrella de la reflexión moral contemporánea, dice Paul Ricoeur, es el de la responsabilidad sin culpa, es decir, que podemos ser responsables incluso de lo que no hemos hecho.

14/2/24

Alsasua, el engaño de la memoria corta

            Altsasu es una obra de teatro basada en un incidente que tuvo lugar en octubre del 2016 y que se convirtió en un asunto nacional. Dos guardias civiles fueron brutalmente golpeados por jóvenes locales al pretender entrar en un bar de dicho municipio. El incidente fue tratado por la justicia como un acto terrorista lo que acarreó en la Audiencia Nacional fuertes sanciones para ocho jóvenes implicados.

             La representación teatral, siete años después, ha vuelto a convocar emociones, más allá de las meramente estéticas. Grupos de extrema derecha se han manifestado a las puertas del Teatro La Abadía de Madrid para protestar contra su representación por lo que entienden es blanqueamiento del terrorismo. El director del centro dramático, Juan Mayorga, ha defendido la representación porque el teatro es “paz y libertad”, un espacio al que se acude libremente y en el que distintos personajes, que representan mundos enfrentados, convienen en hablar.

31/12/23

Ricos en vivencias, pobres en experiencia

A Lucía y Beatriz que luchan por labrarse un futuro

            El diccionario de la Real Academia Española acaba de recibir en su santuario, entre otros, al vocablo “vivencia”. Este reconocimiento oficial lo que viene a decir es que la gente lo usa habitualmente porque con él designa algo que sin él quedaría mal nombrado o sin nombre.

             La verdad es que de vivencias se habla desde hace un tiempo. Se decía de los soldados de la Gran Guerra que volvieron a sus casas “ricos en vivencias y pobres en experiencia”. Habían tenido muchas vivencias porque les habían sobrevenido grandes transformaciones que no pudieron digerir: empezaron la guerra a caballo y la acabaron en aviones; se les animó a luchar porque la guerra la ganaban los valientes y pronto se dieron cuenta que lo importante no era la bravura sino los materiales; les habían enseñado que la guerra se libra entre combatientes pero los estrategas descubrieron que lo decisivo era atacar la población civil. Total que volvieron a casa llenos de vivencias, pero pobres en experiencia porque no pudieron metabolizar todos esos cambios en una nueva concepción del hombre y del mundo.

             Las vivencias son impresiones que nos golpean en el instante pero que se amortizan en el momento mismo de su producción. Son como los ángeles de la leyenda talmúdica que nacen para cantar y mueren tras el canto, con el añadido de que las vivencias crean adicción: una  llama a otra convirtiendo la vida en un “enjambre de segundos”, en una sucesión infinita de impresiones que se sobreponen unas a otras. Nada tiene que ver la vivencia así descrita con la experiencia. Para empezar, ésta exige tiempo y no sólo instantes. Tiempo o ritmo más sosegado para digerir la vivencia e integrarla en la vida propia. También sentido del pasado del que recibimos un legado que relativiza el impacto de lo que ahora ocurre; y sentido del futuro que nos permite relacionar lo que hoy hacemos con lo que seremos.

             Si el término vivencia merece los honores de la RAE es porque expresa acertadamente nuestro tiempo. Aunque los Académicos tengan razón, que la tienen, no es una buena noticia pues lo que nos están diciendo es que los valores que presiden nuestras vidas en lugar de favorecernos, nos perjudican; en lugar de enriquecernos, nos empobrecen. Pensemos en el culto a la velocidad que acompaña la vivencia. Todo lo queremos al instante, no soportamos la duración. Cuando viajamos, lo que ansiamos es llegar, considerando el tiempo transcurrido como un tiempo basura. Pasamos de prisa por lugares maravillosos sin que nos digan nada porque lo que importa es llegar cuanto antes. Lo grave de esta situación es que nos imaginamos superiores a sociedades que vivían a un ritmo más lento, porque nosotros, al suprimir la duración, nos creemos inmortales. Si borramos las huellas del tiempo en nuestros rostros, nos consideramos eternamente jóvenes.

             Pero eso es una peligrosa ilusión porque la verdad es que el tiempo pasa por el rostro de todo el mundo y, también, que, por muy rápidos que circulemos, no siempre ganamos tiempo. Nos decían, cuando llegaron los correos electrónicos, que ahorraríamos muchas horas, en comparación con los tiempos de las cartas postales, pues si estas circulaban al ritmo de las diligencias, antaño, y del avión, hogaño, internet  corre a la velocidad de la luz. Hoy lo que sí sabemos es que hemos perdido las cartas y no hemos ganado tiempo con tanto tráfico de correo electrónico.

             Para las generaciones mayores, educadas en un ritmo vital más lento, estos tiempos son vistos como pérdidas de modos de vida que han desparecido. Hemos perdido el sentido del viajar, aquel que consideraba el viaje como trayecto que absorbe los espacios que transita y disfruta con ellos; hemos perdido el sentido de los fines de semana entendidos como días festivos y no sólo de descanso, que no es lo mismo; hemos perdido el gusto por el silencio o la contemplación, como si el ruido fuera la necesaria música de fondo.

             Lo preocupante es lo que esta civilización de la vivencia puede representar para los jóvenes. Son el mejor exponente del presentismo de la vivencia. Apenas si pesa en su forma de vida el pasado pues ven la historia como un cuento, como un “érase una vez” imaginario, extraño a su mundo, al que nada deben y del que nada esperan. Y también les cuesta establecer una relación con el futuro. A eso contribuye la organización de nuestra sociedad donde los condicionantes económicos son tan precarios que no les permiten programar su futuro. Lo más preocupante, sin embargo, es que este marco social plano, en el que el pasado y el futuro aparecen tan desdibujados, impide a esa juventud establecer una relación entre sus estudios y sus esfuerzos actuales con el día de mañana.

             Con la llegada de la vivencia ha quedado obsoleta la expresión “labrarse un futuro” porque no existe el convencimiento de que el esfuerzo actual sea una inversión de futuro, sino tan sólo un trámite para seguir adelante al ritmo que marque el presente. Para labrarse un futuro con la esfuerzo presente, la sociedad tendría que rendir culto a la experiencia, en lugar de entregarse a las vivencias, y, los poderes públicos, garantizar proyectos de vida que compensen el esfuerzo.

 Reyes Mate (El Norte de Castilla, 17 de diciembre 2023)

22/12/23

Tomárselo con filosofía

             Esté país padece del mal de calma. Como hay montañeros que sufren del mal de altura por falta de oxígeno, los españoles, faltos de la necesaria calma, andamos desquiciados, presos de una irritabilidad enfermiza. La calma es un índice de salud cuya ausencia nos enferma. Ese malestar, debido a la falta de la vitamina correspondiente, nos hace particularmente vulnerables ante cualquier resfriado o problema cotidiano.

             El mal en cuestión debe de venir de antiguo pues nuestra lengua almacena una expresión, inventada sin duda para combatir esta singular patología colectiva. Me refiero a lo de “hay que tomárselo con filosofía”, dando a entender que, a la hora de hace frente a un problema, hay que tomarse su tiempo, evitando la precipitación, y, también, echando en el asunto una dosis de filosofía, entendiendo por tal recurrir a la despensa de conocimientos y experiencias acumulados en el pasado.

19/11/23

Raquel llora a sus hijos

             Raquel representa, en boca del profeta Jeremías, a todas las madres que lloran a sus hijos muertos a lo largo y ancho de Israel. Es un llanto antiguo pero avivado el pasado 7 de octubre con el ataque que lanzó desde Gaza el grupo terrorista Hamas, que supuso la muerte de miles de inocentes, la destrucción de hogares, el secuestro de niños y jóvenes, y, sobre todo, la expansión del miedo a lo largo y ancho del Estado israelí. Al ataque sin precedentes de Hamas ha respondido Israel con una operación militar masiva que multiplicará sin duda el daño recibido.

29/9/23

El perdón, virtud política

             A los españoles nos va el enfrentamiento. Nos dividió un volcán, antes la pandemia y, ahora, la amnistía a ciudadanos catalanes implicados en la declaración de independencia. Los hay que, desde una orilla, dicen que eso supondría el “final de la democracia”; otros, como los de Junts, que sólo sería el aperitivo de mayores exigencias. Luego vienen los juristas, divididos entre quienes que creen que es perfectamente constitucional y los que predican todo lo contrario.

             Me voy a permitir unas reflexiones que no son ni jurídicas ni políticas sino morales. La moral consiste en responder a la pregunta de si la amnistía es buena o mala, es decir, si contribuye a alcanzar el fin de la política o no. Como, desde Aristóteles, el ser humano inventó la política para convivir, la pregunta es si la amnistía contribuye a la convivencia o no.

12/9/23

Paremos la guerra

             La injustificable invasión rusa del territorio ucraniano desencadenó una justificada reacción de solidaridad de muchos países y ciudadanos del mundo con Ucrania. El resultado ha sido una guerra que después de año y medio ha producido, según el New York Times, más de medio millón de muertos.

             Es verdad que la guerra de Ucrania ya apenas si es noticia. Han desaparecido de los informativos pero los combatientes y la población civil siguen muriendo a un ritmo infinitamente superior al que conocíamos en Afganistán o incluso en Vietnam. Los contrincantes silencian sus números para despistar al enemigo y acallan sus lamentos para no alarmar a los de casa. Pero los muertos, ¡ay!, siguen muriendo, como diría León Felipe.

3/9/23

El deber de memoria o de la justicia al perdón

 1. Se me invita a hablar en este Congreso dedicado a la “Memoria Democrática, Educación y paz” sobre el concepto “deber de memoria”. No se me oculta el contexto de este encuentro, a saber, el debate parlamentario sobre la ley “Memoria Democrática” y la consiguiente preocupación de llevar su contenido a los centros escolares. El programa prevé múltiples enfoques del asunto sea desde el punto de vista educativo, como legal, histórico y político. Yo voy a centrarme en el concepto “deber de memoria” con todo el rigor y claridad de que sea capaz.

             Quiero empezar diciendo que aunque de ello se habla un poco a voleo, el “deber de memoria” es un concepto muy preciso, con fecha y lugar de aparición. Nace en 1945, cuando los deportados de los campos de exterminios son liberados por las fuerzas aliadas, y tiene lugar a la puerta de esos mismos campos.

             En ese preciso momento los supervivientes lanzan un mensaje, desde distintos lugares y sin previo acuerdo, que se resume en dos palabras: “nunca más”. Lo vivido no puede repetirse y, añaden, “para lograrlo el antídoto es la memoria”.

27/8/23

El 14 de julio, un día cualquiera

            El 14 de julio es el Día Nacional en Francia porque recuerda la toma de la Bastilla en 1789, el año de la Revolución Francesa. Ese día está escrito en letras grandes en los libros de historia porque significó un antes y un después en la historia de la humanidad. Murió el Antiguo Régimen donde los reyes decidían a capricho sobre la vida y hacienda de sus súbditos y apareció el pueblo haciéndose cargo de la política. Hasta ese momento la política era cosa de unos pocos privilegiados; a partir de ahora, habrá que contar con el pueblo. Sobre ese 14 de julio hay relatos monumentales que hablan de gestos heroicos y de grandes nombres cuyas estatuas encontramos en cualquier ciudad del mundo.

             Pero las cosas fueron mucho más sencillas. Una novela del francés Eric Vuillard, titulada “14 de julio”, nos cuenta con gran veracidad cómo lo que ocurrió fue mucho menos épico. Había malestar en el pueblo porque faltaba el pan y sobraba la miseria. No era la primera vez pero esta vez ocurrió lo inesperado: de repente surgieron los tumultos en los barrios más castigados, liderados por el panadero de la esquina o el cantinero de al lado. En horas gente anónima, sin más aval que la rabia y la determinación, se convirtió en dirigente con mando en plaza que se marcó el objetivo de apoderarse de la cárcel de la Bastilla, símbolo de la represión. En unas pocas semanas aquellos harapientos llevaron a la conciencia de los que hasta ese momento mandaban y vivían del Antiguo Régimen, que su hora había pasado. No renunciaron a sus privilegios por la fuerza de las bayonetas sino por el convencimiento de que sus privilegios sólo se sostenían si los que se manifestaban en las calles se lo creían. Y eso fue lo que ocurrió: dejaron de creer que unos nacían para mandar y otros, para obedecer. A los que mandaban se les acabó el crédito.

24/7/23

El antijudaísmo cristiano ante el espejo de la historia

             La Iglesia católica dispone de múltiples registros para dirigirse a sus fieles: desde el púlpito al confesionario, desde el tono sapiencial al admonitorio. Como el menos usado es el autocrítico, sorprende el texto del episcopado francés titulado Deconstruir el antijudaísmo cristiano, que sí lo es. Se atreve con un tema tabú - el milenario antijudaísmo cristiano- considerado desde antiguo altamente inflamable. Empieza diciendo que ya está bien de que los cristianos “se sigan representando a los judíos siguiendo clichés forjados por una agresividad secular”. Es un documento dirigido a los cristianos de a pie explicando, en veinte breves y precisos capítulos, lo infundado de esos prejuicios, tan eficaces por otro lado.

26/6/23

Del cálculo interesado a la mirada compasiva

             En política los opuestos, lejos de repelerse, se retroalimentan. Le ocurrió al independentismo catalán con Mariano Rajoy de Presidente, hace una década, y le ha pasado al Partido Popular con Bildu en las últimas elecciones. Los dos han salido ganando. Si Bildu da tanto juego, dentro y fuera del País Vasco, es porque simboliza algo capaz de movilizar energías muy poderosas entre los votantes. Lo peligroso del asunto es que el recurso de unos y otros al pasado violento se haga en función del respectivo provecho político y no de la superación de ese pasado luctuoso.

             Para empezar, el problema de Bildu no es político sino moral. No es político porque es una organización perfectamente legalizada que cumple los requisitos para el juego democrático. Tiene pues todo el derecho a hablar, intervenir, pactar, aprobar o disentir. Siempre serán mejor los votos que las bombas.

21/6/23

París, sin la flecha que lamía su cielo

             El día 15 de abril del 2019 el fuego devoró Nôtre Dame de París. Muchos se sintieron de luto porque esa isleta de tierra entre los dos brazos del Sena se había convertido a lo largo del tiempo en el hogar cultural de medio mundo. Inútil ya levantar la mirada para admirar “la vieille flèche/qui lèche/le plafond gris de Paris”, tal y como cantaba Edith Piaff. En lugar de la aguja desafiante que lamía el techo de Paris, un cielo despoblado tan triste como el silencio que anuncia un desastre.

             No había vuelto a París desde entonces. Al contemplar ahora ese entrañable lugar sin el perfil que marcaba la arquitectura de la catedral, sentía que lo que se había desplomado era la bóveda de un mundo del que formaba parte la Sorbona y la teología medieval, los enciclopedistas y la Revolución Francesa, el mayo del 68 y los existencialistas, Edith Piaff, Georges Brassens o Ives Montand.

17/4/23

Jorge Semprún tiene algo que decir

             Cien años ahora del nacimiento de uno de los testigos más inquietantes del siglo XX, porque Jorge Semprún, que de él se trata, es portador de un mensaje que nadie parece dispuesto a deletrear. De él sabemos que fue, en Francia, escritor de éxito y, en Europa, un intelectual respetado. También que en España fue Ministro de Cultura, un cargo con el que Felipe González quiso reconocerle en vida aunque le cesara por criticar el amodorramiento del Partido Socialista en manos de Alfonso Guerra.

3/4/23

El valor del dinero

             Cuando una empresa se va, queda un vacío en el entorno. Lo sabe bien Valladolid con el cierre de El Corte Inglés y lo estamos experimentando todos con el anuncio de una de las grandes empresas españolas, Ferrovial, de que se va a Holanda. Dice que por falta de seguridad jurídica, un argumento que nadie se cree porque si ésta consiste en “tener conocimiento previo y anticipado sobre las consecuencias jurídicas de sus actos y omisiones”, tiene en Madrid la misma seguridad que en Amsterdam.

             La razón es otra. A Rafael del Pino, hijo, que es quien ha tomado esta decisión, se le ha olvidado lo que proclamó a los cuatro vientos Rafael del Pino, padre, el fundador de la empresa, cuando dijo que quería “devolver a la sociedad española parte de lo que ésta sociedad me había dado”. Un hombre agradecido este del Pino que sabía bien de qué hablaba. Debía mucho a la sociedad y al Estado español.

19/3/23

Tolerancia y religión, una relación tormentosa

             Si Voltaire pudiera oír lo que dijo Núñez Feijóo -“no verá Vd. a un cristiano o a un católico matando en nombre de su religión”- saltaría de la tumba. En vida tuvo que escribir su Tratado de la tolerancia para defender a un protestante, Jean Calas, condenado a muerte por un tribunal de fanáticos jueces y políticos católicos. Le acusaban falsamente de impedir la conversión de su hijo al catolicismo y de ser la causa de que se ahorcara. El cínico Voltaire no paró hasta conseguir que se hiciera justicia.

             Tolerancia es un venerable término antiguo que hoy podríamos traducir por convivencia pacífica de gentes diferentes en religión, lengua o sangre. No fue fácil conseguirla. Por medio siempre estaba la religión. Eso es al menos lo que nos recuerdan los tres grandes tratados sobre la tolerancia moderna escritos, en Inglaterra por John Locke; en Alemania por Efraim Lessing y, en Francia por Voltaire. Para ellos tolerancia significaba libertad de conciencia a la hora de pensar o de creer. Quien se oponía a esa libertad era la confesión religiosa. Podía ser cualquiera de ella pero se oponía más la que más mandaba porque era la que más tenía que perder. En esta historia el papel del catolicismo es de lo menos brillante. Todavía en el siglo XIX el Concilio Vaticano I condenaba la democracia y el liberalismo. Los católicos pecaban si leían un periódico liberal, a  excepción, eso sí, “de las páginas relativas a la cotización de la bolsa”. Núñez Feijóo, como buen gallego, no puede desconocer las andanzas de Santiago Matamoros. Tras esa figura mítica cabalga un espíritu belicoso que es el impulsor de una desconsoladora historia de la intolerancia.

14/3/23

Inventar el futuro. Recordando los Acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos.

 1. Quiero felicitar a los organizadores por la iniciativa. Traer a un mismo foro a palestinos e israelíes ni es fácil ni es cómodo, pero es necesario. Este conflicto, en efecto, merece atención pública, pero también atención académica pues se sitúa en la encrucijada de grandes conceptos morales y políticos que afectan al modelo de civilización que queremos. Hay acontecimientos que no se pueden explicar ni resolver con los materiales disponibles sino que hay que inventarse otros.

             Ya ocurrió antes. Cuando la Ilustración quiso explicar o fundamentar el concepto moderno de tolerancia, convocó a un judío, a un musulmán y a un cristiano como si en sus tormentosas relaciones estuviera la clave de la modernidad. Hoy, ¿quién sabe?, quizá sea del seno de esta conflicto donde surja un nuevo modelo político de convivencia.