26/12/21

Un cuento por Navidad

             El Principito de Saint Exupéry es un cuento escrito hace 75 años que ha conseguido ser el libro más leído del mundo porque nadie escapa a la seducción que proporciona mirar la vida con los ojos de un niño. Cuando el adulto llega a la última página tiene la sensación de haber recobrado la infancia, esa patria de la que nunca nos vamos, según unos, o a la que siempre volvemos, según otros.

             El cuento habla de un piloto que ha tenido que aterrizar de emergencia en el desierto. Sin herramientas y con poca agua, la situación parece desesperada. De repente aparece un niño con ángel que también viene del espacio sideral y que le pregunta de sopetón que le dibuje un cordero encerrado en una caja. El piloto alucina porque él de niño dibujó algo parecido –una boa tragándose un elefante- y la gente mayor, falta de imaginación, pensó que había dibujado un sombrero. Sacó entonces la conclusión de que los adultos carecen de imaginación porque sólo se fían de las apariencias. Si tienes un amigo y le presentas a tus padres, le preguntarán por dónde vive, que cómo es su casa o la marca del coche de su padre, pero no por el timbre de su voz o si colecciona mariposas. El temple del niño abre el camino a una profunda amistad entre ellos que despertará en él sentimientos que parecían dormidos y que le abrirá los ojos sobre el ser humano.

19/12/21

TIEMPOS DE COMPASIÓN

             El último tercio de los ochenta ha supuesto la invasión del pensamiento postmoderno. Que sea il pensiero debole italiano, o la postmodernité francesa o el neopragmatismo americano, por no citar a las corrientes antimetafisicas del Viejo Mundo o al pensamiento neoconservador del Nuevo, todos coinciden en señalar el fracaso del sueño ilustrado entendido como la organización racional -y por tanto universal- de la sociedad en todos sus ámbitos, fundamentalmente el científico, el ético y el político.

             Ahora parece estar definitivamente claro que no hay "razón unificadora" que valga sino "discursos fragmentarios"; no hay ética solidaria sino por el contrario morales del egoísmo o del amor propio y la política es definitivamente una estrategia de poder.

13/12/21

La dimensión política del perdón

             Nadie duda de que el perdón es un acto íntimo pues habita el interior de la conciencia, pero ¿puede tener también una dimensión pública? No está nada claro.

             Quienes se hacen esta pregunta reconocen de entrada que el perdón es una categoría eminentemente cristiana. Es lo que dicen filósofos como Jacques Derrida y Enmanuele Levinas o juristas como Gustavo Zagrebelsky, todos ellos judíos. No hay perdón en la antigüedad griega, por ejemplo, porque ahí el mal consiste en un desajuste cósmico al que sólo se responde restableciendo el equilibrio. Tampoco en el viejo judaísmo. Ahí se habla ciertamente de infidelidades del pueblo judío que se traducen en ruptura de la Alianza con Yahvé. La respuesta  consiste en una nueva Alianza que comprometa mejor a las partes. Pero no se habla de perdón porque no se individualiza el conflicto que es cosa del pueblo en su conjunto. Donde el perdón brilla es en el Nuevo Testamento. Y lo primero que se dice es que “sólo Dios perdona” quizá porque sólo él puede decir con fundamento lo que el ofensor “no sabe lo que hace”. Lo segundo, que el perdón supone un terremoto que conmueve la estructura de la personalidad del perdonado. El perdón no es gratis sino que obliga a reestructurar una personalidad que ha quedado afectado por la ofensa cometida por ese sujeto. Para designar ese momento hablamos de “arrepentimiento” o “conversión” o “desencadenamiento” o “liberación” todo para designar el perdón no como un acto que se vive pasivamente sino como una experiencia que re-estructura la personalidad. Finalmente, la habilitación del perdonado para perdonar. Recibir perdón conlleva disponibilidad para otorgarlo, incluyendo en ello la capacidad para perdonarse a sí mismo cuando la ofensa al otro es abrumadora (como por ejemplo en el caso de Judas). El discurso del perdón bebe de esta fuente y por eso Derrida habla de la “mundilatinización”. Es el cristianismo quien ha globalizado el interés actual por el perdón.