24/3/21

El judío es culpable, dice la chica de la camisa azul

            Fue noticia no hace mucho el discurso antisemita de una joven vestida de falangista  que acabó su arenga, ante nostálgicos de la División Azul,  diciendo “el enemigo siempre será el mismo. El judío es el culpable”.

             Pero culpable ¿ de qué? y enemigo ¿de quiénes? ¿Cuál podía ser la ofensa que incendió a esta señorita hasta el punto de sentenciar que el judío era el enemigo porque era culpable? Hitler, en su libro, Mi Lucha, hizo culpable al judío de haber inventado el quinto mandamiento y, también, de andar errantes por no tener un Estado propio. No le perdonaba, en efecto, que hubiera elevado al ser humano a tal cima que, matarle, supusiera la muerte moral del asesino. Con el “no matarás” el judío inventaba la detestable conciencia moral, renunciando al glorioso destino animal según el cual el más fuerte tiene todo el derecho a imponer su ley. Tampoco podía perdonarle aquel cabo convertido en Führer que, tras el exilio de Babilonia, hubiera renunciado a pelear por una tierra propia, una renuncia que suponía el descrédito de todo patriotismo. Declarando que la tierra es de todos, se censuraba la ambición de quienes, como los nazis, pensaban que media Europa era suya.

21/3/21

La salud en tiempos de pandemia

            1. Contra la COVID19 están luchando sanitarios, políticos, trabajadores esenciales, algunos militares y, cada cual,  como puede. Los organizadores de este acto también convocan a la ética para que se sume a esta lucha. No es un actor físico, como los otros, pero sí un agente  transversal que condiciona el modo de luchar de todos los demás.

 Pues bien, lo que la ética plantea es que actuemos humanamente. En el comentario que hace Santo Tomás de Aristóteles dice que todo el intríngulis de la exigencia ética está en la diferencia entre un gesto mecánico, previsible, que llama actus hominis, y  una acción que tenga una finalidad, un objetivo, a saber, el de la realización del ser humano, que llama actus humanus. En definitiva lo que plantea la exigencia ética es no obrar, no tomar decisiones en función del dinero, del poder, de los votos, del prestigio sino de acuerdo con el bienestar, la felicidad o la realización del ser humano, una aspiración que es individual y colectiva.

  Si esto ya es complicado en la vida cotidiana, más ante un caso como esta pandemia que ha necesitado de graves términos para ser descrita: crisis civilizatoria, última oportunidad del sistema, exigencia de un nuevo contrato social. Su magnitud nos ha pillado desprevenidos. Como decía Mario Benedetti: “creíamos que teníamos todas las respuestas y nos cambiaron las preguntas”.