25/1/15

Memoria de la barbarie y construcción del futuro

"La estrategia del diablo es hacernos creer que no existe", Charles Baudelaire

            1. Recordamos  el día de la liberación de Auschwitz y, por tanto, a todos los deportados a campos de exterminio, campos de concentración y campos de trabajos forzados. Recordamos a los millones de judíos asesinados en las cámaras de gas, a los gitanos, homosexuales, combatientes, muchos de ellos republicanos españoles, o disidentes internados en el universo concentracionario, víctimas de la barbarie nazi.

            No ha sido fácil llegar hasta aquí. Hubo un largo tiempo de silencio, después de la  II GM porque lo que entonces mandaba era el olvido. Había que mirar hacia adelante para levantar una Europa en escombros y, por tanto, no echar la vista atrás; a los supervivientes judíos en Estados Unidos se les decía que se asimilaran, que se integraran en la nueva realidad, olvidando el pasado. Ni siquiera en el Israel de la época sobraba calor para los supervivientes de la Shoah. Había algunos que querían hablar pero nadie les escuchaba. "Lo que habían padecido los judíos no suscitaba interés", dice Simone Veil, superviviente de Bergen-Belsen. Sólo querían oír las gestas heroicas de la Resistencia, pero no lo que millones habían sufrido. Cuando  alguien veía su tatuaje sobre el brazo decían: "¡Vaya¡, quedan judíos. Pensábamos que habían muerto todos". No querían oír a Primo Levi, demasiado triste; ni a Jean Améry, un amargado que hablaba desde el resentimiento.

19/1/15

El deber de memoria al rescate

            Primo Levi no esperaba de sus oyentes compasión sino justicia. Y tanto él como los demás sobrevivientes de los campos de exterminio en Polonia, liberados en enero de 1945 y que cada año recordamos por estas fechas, ligaban la justicia a la frágil figura de la memoria elevada por ellos mismos a la categoría de deber. El deber de memoria como instrumento de un tiempo justo no sólo para las víctimas sino para la sociedad por venir.

            Es todo menos evidente que la memoria tenga ese poder casi taumatúrgico. De hecho los Aliados, tan interesados como las víctimas en evitar la repetición de la barbarie, propusieron medios más efectivos: el plan Marshall, imponer a los alemanes una constitución democrática, incidir en las escuelas o controlar la cultura. ¿Por qué las víctimas, sin embargo, desconfían de todo eso y apuestan decididamente por el deber de memoria? Porque vivieron lo impensable: lo que ni la escuela, ni la cultura, ni los sociólogos, ni los economistas jamás soñaron. Y cuando el horror impensable ocurre, hay que tenerlo siempre presente. Lo impensable se convierte en el punto de partida de lo que hay que pensar. El deber de memoria no consiste en acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos, sino en entender que nuestra construcción racional y moral del mundo tiene fundarse en el sufrimiento de las víctimas. Eso es una novedad porque, aunque es inveterada nuestra capacidad de causar dolor, nunca hemos dado importancia al sufrimiento de las víctimas porque eran literalmente insignificantes. Ahora son como el apriori del significado.

16/1/15

El inútil empeño de los enterradores de la memoria

Presentación del libro de Francisco Ferrándiz, El pasado bajo tierra. Exhumaciones contemporáneas de la Guerra Civil

            1. Oí decir a la Directora de la Unesco en México, antropóloga ella, en el Día Mundial de la Filosofía, en el que tuve el honor de participar: "me gustaría que la antropología cultural encontrara su relación con la filosofía y dejara de ser el cuento de las procesiones". Pensé en este libro donde se encuentran mucha de esas preocupaciones comunes y se fecundan.

            El autor habla como antropólogo social y reivindica esa mirada. Y aunque en ningún sitio lo defina, uno acaba entendiéndola por lo que va contando. Este libro es un gran homenaje a esa disciplina.

            La antropología social tiene algo de arqueología pero es algo más y algo distinto ya que exhuma cadáveres, sí, pero no se fija en los restos por sí mismos, sino en la consecuencias de su aparición en el tiempo actual. En la que provoca o despierta. Es historia pero también memoria pues es sensible a las "memorias reprimidas" que se desatan en el momento de la exhumación. La antropología social, tal y como la presenta Francisco Ferrándiz, establece una relación entre pasado y presente en el sentido de que las exhumaciones, al tiempo que aportan información precisa sobre el pasado (la colocación de los cuerpos, los cráneos agujereados, el reloj que certifica quien era su poseedor etc.), cuestiona el presente con una fuerza "que no tienen ni los testimonios ni la historiografía". Esa fuerza proviene no de la retórica, de la palabra, sino de la elocuencia de los hechos; de la significación que tienen los hechos, independientemente de la interpretación de la palabra de la víctima.

11/1/15

La Navidad, un tiempo agradecido

            Llega la Navidad del 2014 con una doble queja que viene de lejos. Desde el frente laicista se dice que sobran símbolos religiosos en lugares públicos como ayuntamientos o escuelas, por no hablar de los interminables villancicos que algunas iglesias cuelgan de sus campanarios. Desde la sensibilidad religiosa, sin embargo, lo que se oye son lamentos porque estas efemérides cristianas, llenas de contenidos trascendentales que afectan al sentido de la vida de los hombres y de la historia de la humanidad, se resuelve en un desatado consumismo que en nada recuerda sus orígenes religiosos.

            Tratándose de ritos tan arraigados -ritos que han marcado las biografías personales y también la vida de los pueblos- conviene no apresurarse en los juicios. Es mucho lo que se ha ido pero es mucho también lo que queda. Se está produciendo un gran cambio que los defensores tanto de la secularización total como de la fidelidad al sentido religioso deberían tener en cuenta antes de dictar sentencia sobre si hay que acelerar el proceso o detenerle.

El talante importa más que los contenidos

            Pablo, el de Podemos, quiere hablar con Francisco, el del Vaticano, ya sea en Roma o en Vallecas, porque piensa que tienen algo que decirse. Puede parecer presuntuoso que un recién llegado a la gloria de la política, como Pablo Iglesias, busque el compadreo con alguien que viene de muy lejos. Son dos mundos efectivamente inconmensurables pero que tienen, sin embargo, un punto en común: ambos representan un tiempo nuevo que despide a otro, ya agotado.

            Hay una saturación en el ambiente que anuncia, a quien quiera  oírlo, que el futuro no será más de lo mismo. Esa saturación es evidente en las instituciones de la Vieja Europa, pero también se observa en el Nuevo Mundo, por ejemplo, en México. Lo que hasta ahora era tolerado, ya resulta insoportable. Esto vale para la corrupción, pero también para el funcionamiento de los partidos.

En torno a la Vida es Sueño

            Oí hace poco decir a Helena Pimenta que una directora sobre todo tiene que decidir. La Vida es sueño ofrece múltiples posibilidades. Hay saber elegir un camino y ser consecuente. Blanca Porillo me aclaró el camino seguido en este caso: le interesó el Segismundo frágil, maltratado por la vida, falto de calor, y que lucha por ser él, por conquistar lo que se debe a un ser humano. Ese camino elegido no es el único ni seguramente el más frecuentado, pero es quizá el que explica su gran éxito, si se puede hablar así.

            Quisiera detenerme en ese Segismundo: nace, como los héroes clásicos, Edipo o Moisés, condenado; como ellos lucha contra su destino, aunque  a diferencia de ellos escapa del destino, le sortea y le vence. Se libera de las cadenas que no sólo le privaban de la libertad sino que le animalizaban. Conquista la humanidad: alcanzando la libertad y algo más. En esto quisiera detenerme.

4/1/15

Una claridad subversiva

Presentación del libro de José María Castillo, La laicidad del Evangelio.

            1. Yo he venido por una botella, para devolver una botella de Porto que José María nos entregó en  Oporto, a Tere y a mi, hace tres años y yo no veía la ocasión de hacerla llegar a su dueño.  Habíamos participado en un congreso sobre religión y los organizadores nos obsequiaron con unas botellas de Porto. Como José María volvía por avión y viajaba con bolsa de mano, no podía traérsela, así que nos hicimos cargo de ella nosotros, que viajábamos en coche, con la promesa de que José María vendría a buscarla. Pero no vino, así que su llamada me brindaba la ocasión de devolverle lo que era suyo. Fue entonces cuando le conocí por primera vez.

            También sentí una gran alegría y gratitud por la invitación que hizo hace unas semanas para participar en esta presentación. Cuando le conocí en Oporto experimenté una de esas "afinidades electivas", una cercanía trabajada a lo largo del tiempo, que me llevó a aceptar la invitación sin dudarlo, aunque yo en ese momento estaba haciendo las maletas para ir a México de donde acabo de regresar.

Un regalo envenenado

            Javier Cercas dice que le tocó la lotería el día que Enric Marco pasó de heroico superviviente a vulgar estafador. Tenía tema, el tema de El Impostor, en el que Marco es parábola de nuestro tiempo o arquetipo de cómo nos comportamos.

            Marco no es desde luego el primer estafador. Hace casi veinte años Wilkomirski, autor suizo de Fragmentos, un libro donde se inventaba una falsa infancia en un Lager, provocó un cataclismo. La razón de esta conmoción tenía que ver con la significación de Auschwitz, un acontecimiento singular porque fue impensable, es decir, escapó a las coordenadas del conocimiento. Sólo nos era accesible su significación a través de los testigos. La memoria de los supervivientes adquiría un valor epistémico de primer orden. La memoria era el a priori del conocimiento, lo que da que pensar. Un engaño en el testimonio suponía un atentado al pensar después de Auschwitz y eso no se podía tolerar.

            El debate consiguiente se centró en la verdad de lo ocurrido y cómo contarlo. Estaba claro que había zonas de aquella realidad  que escapaban a la historia y sólo nos eran accesibles desde le memoria que no es sólo subjetiva, sino objetiva; que no produce sólo sentimientos, sino también conocimiento. La memoria del filósofo o la del narrador no es la del historiador.

            Mucho de estos debates asoman en la poderosa novela de Cercas, aunque él, cuando ejerce de ensayista, opta por desacreditar la memoria. Se cuela en su obra el debate español sobre memoria e historia y eso desorienta mucho. Porque al entender la memoria como quieren los historiadores (algo subjetivo y sentimental), tira piedras sobre su propio tejado. Al fin y al cabo, lo que aquí nos convoca es un caso de falso testigo para descubrir algunas verdades a través de una mirada moral al pasado: la memoria.

Reyes Mate (El País, Babelia, 22 de noviembre 2014)