Oí hace poco decir a Helena Pimenta
que una directora sobre todo tiene que decidir. La Vida es sueño ofrece
múltiples posibilidades. Hay saber elegir un camino y ser consecuente. Blanca
Porillo me aclaró el camino seguido en este caso: le interesó el Segismundo
frágil, maltratado por la vida, falto de calor, y que lucha por ser él, por
conquistar lo que se debe a un ser humano. Ese camino elegido no es el único ni
seguramente el más frecuentado, pero es quizá el que explica su gran éxito, si
se puede hablar así.
Quisiera detenerme en ese Segismundo:
nace, como los héroes clásicos, Edipo o Moisés, condenado; como ellos lucha
contra su destino, aunque a diferencia
de ellos escapa del destino, le sortea y le vence. Se libera de las cadenas que
no sólo le privaban de la libertad sino que le animalizaban. Conquista la
humanidad: alcanzando la libertad y algo más. En esto quisiera detenerme.
Segismundo es liberado dos veces y
lo que Calderón muestra es que no basta ser libre para ser humano. La libertad sería
suficiente para ser libre si Segismundo volviera a un mundo de iguales, a un
mundo en el que la violencia no hubiera roto la igualdad originaria y la
violencia hubiera creado una sociedad de desiguales. Pero Segismundo vuelve a
una sociedad marcada por la violencia, un violencia que se ha ensañado con él
mismo. Con libertad recién recuperada Segismundo puede hacer dos cosas: puede
utilizarla para la venganza, que es lo que hace en el primer intento o puede
emplear su condición de ser libre para vencer la violencia que genera la
opresión (las cadenas) y la desigualdad (el hambre).
El Segismundo de esta versión a
cargo de Mayorga, dirigido por Helena Pimenta y actuado por Blanca Portillo pone
la libertad al servicio de la conquista de su humanidad, por eso se hace
violencia a sí mismo y es generoso con quien le ha hecho daño. La libertad y el
perdón se complementan en un gesto de conquista de la propia humanidad.
He oído decir a Juan Mayorga que
esta obra quizá haya que situarla en la tradición judeocristiana. Creo que
tiene razón. En esta tradición o en estas tradiciones el perdón va muy unido a
humanidad. El primer gesto de humanidad en la narración bíblica es una transgresión.
Y la respuesta de Yahvé a esa transgresión no es la venganza sino el perdón que
va a permitir al ser humano recuperar la humanidad perdida.
Se ha publicado ahora un texto escrito en septiembre de 1945, es decir,
hace 67 años, unos meses después del fin de la IIGM. El autor es un
superviviente de un campo, Robert Antelme. Toma la palabra y la pluma para
denunciar lo que están haciendo sus ex-compañeros, los supervivientes, que se
dedican a visitar las cárceles francesas para torturar o matar a los
prisioneros alemanes. Lo denuncia porque eso les coloca al nivel de sus
antiguos verdugos y supone una negación de los valores por los que ellos
lucharon en la Resistencia. Entiende que están en su derecho de no perdonarles
y de exigir por tanto justicia. Pero la venganza no puede ser una excusa para
no perdonar.
El perdón en La Vida es Sueño, no es
moralina. Nos recuerda el gesto que convierte al animal racional que dicen que
somos en especie humana.
Reyes
Mate (Debate en el Teatro Pavón,
Madrid, 30 de noviembre 2012, con Juan Mayorga, Helena Pimenta y Blanca
Portillo)