11/1/15

En torno a la Vida es Sueño

            Oí hace poco decir a Helena Pimenta que una directora sobre todo tiene que decidir. La Vida es sueño ofrece múltiples posibilidades. Hay saber elegir un camino y ser consecuente. Blanca Porillo me aclaró el camino seguido en este caso: le interesó el Segismundo frágil, maltratado por la vida, falto de calor, y que lucha por ser él, por conquistar lo que se debe a un ser humano. Ese camino elegido no es el único ni seguramente el más frecuentado, pero es quizá el que explica su gran éxito, si se puede hablar así.

            Quisiera detenerme en ese Segismundo: nace, como los héroes clásicos, Edipo o Moisés, condenado; como ellos lucha contra su destino, aunque  a diferencia de ellos escapa del destino, le sortea y le vence. Se libera de las cadenas que no sólo le privaban de la libertad sino que le animalizaban. Conquista la humanidad: alcanzando la libertad y algo más. En esto quisiera detenerme.

            Segismundo es liberado dos veces y lo que Calderón muestra es que no basta ser libre para ser humano. La libertad sería suficiente para ser libre si Segismundo volviera a un mundo de iguales, a un mundo en el que la violencia no hubiera roto la igualdad originaria y la violencia hubiera creado una sociedad de desiguales. Pero Segismundo vuelve a una sociedad marcada por la violencia, un violencia que se ha ensañado con él mismo. Con libertad recién recuperada Segismundo puede hacer dos cosas: puede utilizarla para la venganza, que es lo que hace en el primer intento o puede emplear su condición de ser libre para vencer la violencia que genera la opresión (las cadenas) y la desigualdad (el hambre).

            El Segismundo de esta versión a cargo de Mayorga, dirigido por Helena Pimenta y actuado por Blanca Portillo pone la libertad al servicio de la conquista de su humanidad, por eso se hace violencia a sí mismo y es generoso con quien le ha hecho daño. La libertad y el perdón se complementan en un gesto de conquista de la propia humanidad.

            He oído decir a Juan Mayorga que esta obra quizá haya que situarla en la tradición judeocristiana. Creo que tiene razón. En esta tradición o en estas tradiciones el perdón va muy unido a humanidad. El primer gesto de humanidad en la narración bíblica es una transgresión. Y la respuesta de Yahvé a esa transgresión no es la venganza sino el perdón que va a permitir al ser humano recuperar la humanidad perdida.

            Se ha publicado ahora  un texto escrito en septiembre de 1945, es decir, hace 67 años, unos meses después del fin de la IIGM. El autor es un superviviente de un campo, Robert Antelme. Toma la palabra y la pluma para denunciar lo que están haciendo sus ex-compañeros, los supervivientes, que se dedican a visitar las cárceles francesas para torturar o matar a los prisioneros alemanes. Lo denuncia porque eso les coloca al nivel de sus antiguos verdugos y supone una negación de los valores por los que ellos lucharon en la Resistencia. Entiende que están en su derecho de no perdonarles y de exigir por tanto justicia. Pero la venganza no puede ser una excusa para no perdonar.

            El perdón en La Vida es Sueño, no es moralina. Nos recuerda el gesto que convierte al animal racional que dicen que somos en especie humana.


Reyes Mate (Debate en el Teatro Pavón, Madrid, 30 de noviembre 2012, con Juan Mayorga, Helena Pimenta y Blanca Portillo)