El Homenaje de Estado a las víctimas de la pandemia que tuvo lugar el pasado 16 de julio en el Palacio Real de Madrid ha sido visto por todos como un gran acierto. En una ceremonia sobria y ajustada se consiguió lo que persigue un rito funerario: honrar a las víctimas, convocar a todos y, como decía Hernando Calleja, “simbolizar la despedida que fue imposible en el momento de sus muertes”. El ritual satisfizo a todos o, mejor, dicho, a casi todos porque faltaron algunos alegando unos, como Vox, que los ritos funerarios en España, aunque sean de Estado, sólo pueden ser católicos, y, otros, como los republicanos catalanes, que eran poco laicos.