26/12/21

Un cuento por Navidad

             El Principito de Saint Exupéry es un cuento escrito hace 75 años que ha conseguido ser el libro más leído del mundo porque nadie escapa a la seducción que proporciona mirar la vida con los ojos de un niño. Cuando el adulto llega a la última página tiene la sensación de haber recobrado la infancia, esa patria de la que nunca nos vamos, según unos, o a la que siempre volvemos, según otros.

             El cuento habla de un piloto que ha tenido que aterrizar de emergencia en el desierto. Sin herramientas y con poca agua, la situación parece desesperada. De repente aparece un niño con ángel que también viene del espacio sideral y que le pregunta de sopetón que le dibuje un cordero encerrado en una caja. El piloto alucina porque él de niño dibujó algo parecido –una boa tragándose un elefante- y la gente mayor, falta de imaginación, pensó que había dibujado un sombrero. Sacó entonces la conclusión de que los adultos carecen de imaginación porque sólo se fían de las apariencias. Si tienes un amigo y le presentas a tus padres, le preguntarán por dónde vive, que cómo es su casa o la marca del coche de su padre, pero no por el timbre de su voz o si colecciona mariposas. El temple del niño abre el camino a una profunda amistad entre ellos que despertará en él sentimientos que parecían dormidos y que le abrirá los ojos sobre el ser humano.

19/12/21

TIEMPOS DE COMPASIÓN

             El último tercio de los ochenta ha supuesto la invasión del pensamiento postmoderno. Que sea il pensiero debole italiano, o la postmodernité francesa o el neopragmatismo americano, por no citar a las corrientes antimetafisicas del Viejo Mundo o al pensamiento neoconservador del Nuevo, todos coinciden en señalar el fracaso del sueño ilustrado entendido como la organización racional -y por tanto universal- de la sociedad en todos sus ámbitos, fundamentalmente el científico, el ético y el político.

             Ahora parece estar definitivamente claro que no hay "razón unificadora" que valga sino "discursos fragmentarios"; no hay ética solidaria sino por el contrario morales del egoísmo o del amor propio y la política es definitivamente una estrategia de poder.

13/12/21

La dimensión política del perdón

             Nadie duda de que el perdón es un acto íntimo pues habita el interior de la conciencia, pero ¿puede tener también una dimensión pública? No está nada claro.

             Quienes se hacen esta pregunta reconocen de entrada que el perdón es una categoría eminentemente cristiana. Es lo que dicen filósofos como Jacques Derrida y Enmanuele Levinas o juristas como Gustavo Zagrebelsky, todos ellos judíos. No hay perdón en la antigüedad griega, por ejemplo, porque ahí el mal consiste en un desajuste cósmico al que sólo se responde restableciendo el equilibrio. Tampoco en el viejo judaísmo. Ahí se habla ciertamente de infidelidades del pueblo judío que se traducen en ruptura de la Alianza con Yahvé. La respuesta  consiste en una nueva Alianza que comprometa mejor a las partes. Pero no se habla de perdón porque no se individualiza el conflicto que es cosa del pueblo en su conjunto. Donde el perdón brilla es en el Nuevo Testamento. Y lo primero que se dice es que “sólo Dios perdona” quizá porque sólo él puede decir con fundamento lo que el ofensor “no sabe lo que hace”. Lo segundo, que el perdón supone un terremoto que conmueve la estructura de la personalidad del perdonado. El perdón no es gratis sino que obliga a reestructurar una personalidad que ha quedado afectado por la ofensa cometida por ese sujeto. Para designar ese momento hablamos de “arrepentimiento” o “conversión” o “desencadenamiento” o “liberación” todo para designar el perdón no como un acto que se vive pasivamente sino como una experiencia que re-estructura la personalidad. Finalmente, la habilitación del perdonado para perdonar. Recibir perdón conlleva disponibilidad para otorgarlo, incluyendo en ello la capacidad para perdonarse a sí mismo cuando la ofensa al otro es abrumadora (como por ejemplo en el caso de Judas). El discurso del perdón bebe de esta fuente y por eso Derrida habla de la “mundilatinización”. Es el cristianismo quien ha globalizado el interés actual por el perdón.

17/11/21

La mirada de la justicia (Reseña del libro de J.M González, 2016, La mirada de la justicia, Antonio Machado, Madrid)

             Hay quien pregunta qué pinta un Instituto de Filosofía en un Consejo Superior de Investigaciones Científicas, es decir, ¿qué se puede investigar en filosofía si todo está dicho? Se acaban de reeditar las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein donde el autor, pese al título, reconoce que la filosofía no descubre nada: ni hechos ni nuevas verdades, nada con lo que cambiar el mundo. Tan sólo aclarar qué decimos cuando hablamos. Como el lenguaje dice poco, aunque pensemos que apunta lejos, lo propio de la filosofía sería deshacer entuertos, aclarar malos usos del lenguaje, rebajar el alcance de los significados. Es verdad que el conocimiento en filosofía es muy suyo. No es sustitutivo, como en las ciencias naturales, donde lo nuevo sustituye a lo viejo, sino acumulativo. En filosofía Ortega y Gasset puede convivir con Aristóteles. Bueno, pues la respuesta a la pregunta de qué tiene que ver investigación con filosofía es “José María González”. Es un modelo de investigador en filosofía: él dispone de su propio laboratorio que no es un recinto acotado sino las plazas, las azoteas, las palacios, las iglesias. Si investiga sobre el sentido de los ángeles, por ejemplo, se echa a la calle para encontrar en el vasto mundo el material para pregunta tan espiritual. También visitará bibliotecas pero para fijarse en lo que los demás no reparan: en las imágenes que se utilizan, en los grabados que reproducen. Con esos mimbres consigue armar un discurso y explicar una idea con una imagen, lo que le ahorrará cien palabras. Consigue desentrañar el sentido del “ángel de la historia” de Benjamin viéndolo como una réplica del “ángel de la victoria” que preside la Siegessäule de Berlín y ayudará al lector a entender por fin de qué habla Benjamin cuando relaciona el progreso con cadáveres y escombros. Son los suyos libros de un filósofo y no sólo de un erudito porque utiliza la simbología como instrumento de análisis de las ideas.

10/11/21

Apuntes para una ética compasiva

             1. Es un tema que no se lleva o que tiene mala prensa entre los filósofos pero que a mí siempre me ha acompañado. Intenté una aproximación en el año 1988, en la revista Razón y Fe, titulado "Por una ética compasiva" y ahora aprovecho la ocasión que me brinda este curso del Centro de Estudios Judeo-Cristianos para seguir reflexionando sobre este particular.

            Dos de los filósofos que más simpatizan con el tema, Horkheimer y Adorno,  resumen así lo que se dice en filosofía: "La compasión es menos que una virtud: es una debilidad nacida del miedo y de la infelicidad". Spinoza, Kant, Sade o Nietzsche rivalizan en el descrédito de un sentimiento "que no se tiene en pie ante la filosofía" y que "no puede reclamar para sí la dignidad de la virtud" (Kant). No tiene ni entidad ni virtud.

1/11/21

Memoria y construcción política

             1. La democracia en España padece una severa crisis institucional. No hay más que ver la valoración que se tiene de los políticos, jueces, obispos o banqueros. Basta echar una mirada a la monarquía o las noticias sobre el soberanismo catalán para entender que la democracia hacía aguas por todos los costados: desde luego por el institucional, pero también por la base, ¿cómo, si no, entender que políticos corruptos sean votados por mayorías absolutas?

            El peligro de la crisis actual es echar la culpa a las instituciones. Convendría entonces darse un paseo por El Inspector, la obra teatral de Gogol, escrita hace casi doscientos años en la lejana Rusia, pero de plena actualidad aquí. El argumento versa sobre el mundillo político en provincias, sacudido de repente por el anuncio de un inspector enviado para valorar la situación. La gracia del enredo está en que los políticos corruptos confunden al temido inspector con un inocente perillán sorprendido por los halagos y favores con los que el alcalde y su cohorte quieren comprarle. Se deja ir, aprovecha la ocasión y se va colmado de gracias. Mientras los políticos se pavonean de cómo se lo han ganado, reciben el aviso de que el inspector de verdad acaba de llegar. Momento grandioso de la obra es cuando el alcalde se vuelve a los espectadores que han estado riendo todo el tiempo, porque ellos sí sabían que los políticos estaban poniendo los huevos en el cesto equivocado, y les espeta a la cara "pero ¿de qué os reís? ¡os estáis riendo de vosotros mismos!".

27/10/21

Maixabel, una historia que espera su final

            Maixabel es el título de una película que habla del encuentro entre una víctima de ETA y el asesino etarra que acaba en perdón. Es un film, es decir, una creación artística pero que trata de un hecho real. Esta no es una combinación fácil porque el film, como obra de arte, es una ficción (un relato que el director de la película se inventa), pero que, al hablar de un hecho real, nos obliga a mirar en dos direcciones: a lo nuevo que aporte el arte y, también, a la fidelidad con lo ya ocurrido.

             Lo que tiene de particular esta película es que la creación artística y la realidad se potencian mutuamente, de ahí su enorme impacto. Lo que consigue la obra de arte es que lo acontecido en el pasado vuelva a tener lugar. Eso es lo que añade el arte a la historia: su actualización. Es como si, gracias a la pantalla, el espectador fuera contemporáneo de todo aquel horror; como si todo se desarrollara ante sus ojos, más aún, como si él fuera parte de todo el drama: del crimen, del dolor de la familia y amigos, del miedo, el arrepentimiento, la culpa, hasta llegar a la petición del perdón.

             Cuando Maixabel Lasa, la viuda de Juan Mari Jaúregui, el dirigente socialista asesinado, le perdona al dar al asesino “una segunda oportunidad”, es decir, la oportunidad de comportarse como un ser humano y no como un criminal, nos sentimos interpelados por muchas preguntas, por ejemplo éstas: en el supuesto que fuéramos uno de los presos convictos ¿hubiéramos tenido el valor de enfrentarnos a la propia banda, encajar todo su desprecio y asumir, como Yoyes, que podríamos ser asesinados por los mismos con los que compartimos pena y cárcel? ; o, también, en el supuesto de que fuéramos una de las  víctimas ¿hubiéramos tenido el valor de tender una mano al asesino de tu esposo, padre o hijo, para darle la oportunidad de recuperar la humanidad perdida?. No son supuestos tan disparatados. Desde que Hanna Arendt nos hablara de la “banalidad del mal”, es decir, de la facilidad con la que seres normales se convierten en criminales, nadie está al abrigo de convertirse en cómplice del mal. En un encuentro memorable que tuve en la cárcel de Nanclares de Oca con algunos de los exetarras que aparecen en la película (Ibon Etxezarreta, Luis Carrasco, entre otros), pude ver tras estos convictos de graves crímenes gente muy normal, como cualquiera de nosotros, a los que las circunstancias les llevaron al crimen político. Y lo que el espectador descubre es que esta misma gente, si se les da una nueva oportunidad, pueden comportarse como seres humanos y sobrepasarnos moralmente. Sobrecoge el coraje de Maixabel, genialmente representada por Blanca Portillo, pero también merecen respeto estos asesinos que se reconocen culpables del daño que han hecho no sólo a las víctimas directas, sino al conjunto de la sociedad vasca y, algo muy importante, también a sí mismos. “La culpa”, me decía uno de aquellos extarras, Kepa Pikabea, “consiste en las cicatrices que me han dejado las muertes que he provocado” (por cierto, poco tienen que ver las tímidas declaraciones de Arnaldo Otegi, “lamentando el daño causado”, con estas lúcidas explicitaciones del crimen político).

             Si Maixabel abre una puerta a la esperanza, ¿por qué se clausuraron aquellos encuentros? Había víctimas dispuestas y también presos arrepentidos que lo pedían. Pero por extraño que parezca hoy a los que ven la película, eran muchos los que no estaban por la labor. Todo acabó cuando Rajoy sucedió a Zapatero y Urkullu a Patxi López. Para unos no había más justicia que el castigo. Los Populares no entendieron que la justicia, sin menoscabo de la pena legal, tiene la obligación constitucional de reinsertar al culpable y, como quiere la llamada justicia restaurativa, recuperarle para la sociedad. Redujeron insensatamente justicia a castigo. Tampoco a los nacionalistas les hacía ninguna gracia. Les molestaba que estos arrepentidos exigieran a la sociedad que les apoyó y jaleó, que asumiera sus responsabilidades y dejara de mirar hacia otro lado. El nacionalismo moderado se encuentra más a gusto diluyendo ese pasado con tópicos como la pluralidad de relatos o generalizando las culpas. Huelga decir que los más ofendidos por esos encuentros eran los etarras y sus secuaces batasuneros pues captaron rápidamente que nadie deslegitimaba más la violencia terrorista que estos arrepentidos. Al reconocer que sus crímenes no tenían justificación política ni moral, ridiculizaban a dirigentes como Arnaldo Otegi que justificaba la violencia de antaño, pero no hogaño. Ahora le resultaban más rentables los votos que las pistolas. El triste resultado de toda esta experiencia es que se quedaron solos, solos con su conciencia y las manos tendidas de unas pocas víctimas.

             Me decían en Pamplona que la gente aplaudía al final de la función. El éxito de crítica y público debe mucho a la fuerza de la historia narrada, a la brillantez de Iciar Bollaín y a las sobresalientes interpretaciones de Blanca Portillo, Luis Tosar o Urku Olazabal. Pero en el aplauso del público hay un mensaje político. En un momento en el que todo el mundo tiene prisa en pasar página y “normalizar” la situación, esta película recuerda que hay mucho por hacer: no basta lamentar los daños que sufren las víctimas, como dicen los nacionalistas radicales; no basta reconocer que dejaron solas a las víctimas, como dicen los moderados. Si queremos que ese pasado no se repita, todo tiene que cambiar, sobre todo la forma de entender la política. Las ideologías políticas que directa e indirectamente llevaron a la violencia política y al naufragio moral de la sociedad vasca, tan bien recogido en la novela de Fernando Aramburu, Patria, tendrían que preguntarse si no están amortizadas, aunque les voten tantos. En algún momento habrá que hablar de esto. Como a los que debieran hacerlo, les va bien, seguiremos trampeando hasta que escampe. Lo que entonces puede ocurrir es lo mismo que ocurrió a los alemanes de la posguerra, empeñados entonces en pasar página. Como no se enfrentaron a sus responsabilidades, seguían siendo iguales de antisemitas, igual de anticomunistas e igual de autoritarios. Hasta que hicieron duelo, como los más lúcidos pedían, y todo empezó a cambiar.

 Reyes Mate (El Norte de Castilla, 24 de octubre 2021)

4/10/21

“El cielo estrellado, sobre mí, y, la ley moral, en mí”

             El reciente incendio de Sierra Bermejo, en la serranía de Málaga, y la erupción volcánica en la isla de Palma, que está teniendo lugar, son dos buenas expresiones de la condición humana. Dos grandes calamidades que tienen características diferentes: el incendio, que causó notable desconcierto porque poseía una violencia desconocida, fue, al parecer, provocado, las lenguas de fuego que serpentean en la isla canaria, son, por el contrario, naturales.

             El que un desastre haya sido provocado por el ser humano y el otro, no, no afecta desde luego a su capacidad de daño. La naturaleza con sus temblores, erupciones o devastaciones puede ser igual de dañina que la mano del hombre, pero el hecho de que el daño sea en un caso provocado y, en el otro, natural, no puede ocultar su extraña complicidad.

             El fuego provocado pone de manifiesto el poder del ser humano, poderío que puede manifestarse inventando una vacuna en nueve meses o, también, haciendo gala de una descomunal capacidad destructora, incendiando el bosque. El hombre, en efecto,  ha producido con toda naturalidad armas atómicas con las que reducir varias veces a cenizas la tierra que habita. El fuego de Sierra Bermejo es un ejemplo del poderío del hombre; la erupción volcánica es, por el contrario, expresión de su impotencia. Frente al poder prometeico del fuego en manos del hombre, la erupción volcánica se encarga de recordarnos la insignificancia del hombre en el mundo.

13/9/21

La hora veinticinco

            Esta vez ya no hay excusa. El planeta tierra camina hacia la catástrofe. Desde que el hombre se puso al mando de la historia, la tierra sigue un rumbo que, en lugar de suponer un regreso al paraíso, la lleva hacia su destrucción. Este es el mensaje que se desprende del reciente Informe sobre el Cambio Climático, elaborado por la Organización de Naciones Unidas.

             Informes sobre los peligros de un cambio climático ha habido muchos. Este, de la ONU, es el sexto y antes estuvo el del Club de Roma, de 1972, donde se pedía un crecimiento económico sostenible. Cuarenta años más tarde, 2012, volvía sobre el asunto, señalando que, al no haberse producido ese crecimiento sostenible, había que planificar el decrecimiento económico. Vamos, que para salvar al planeta, los ricos, que siendo el 10% de la población producen el 50% de los gases, tenían que reducir los beneficios.

15/8/21

Memoria democrática, una ley necesaria que puede decepcionar

             Una nueva ley sobre memoria histórica en España era necesaria porque la anterior, la del 2007, había dejado un par de cabos sueltos de gran importancia. Había que anular, en efecto, las inmorales e ilegales condenas franquistas a los que fueron leales al entonces vigente Estado de Derecho, y, además, el Estado tenía que hacerse cargo, en nombre de la verdad, de la búsqueda de los desaparecidos.

             Creo, en todo caso, que el Proyecto de Ley de Memoria Democrática, aprobado en el consejo de ministros del pasado día 20 de julio, es francamente mejorable. Hoy tenemos una conciencia del alcance de la memoria histórica que no teníamos hace quince años, cuando la Ley Zapatero. Entonces se identificaba memoria con justicia, de ahí la importancia de la reparación, claramente detectable en el mismo título de aquella ley. Estaba clara la intención de reparar lo reparable en ”quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. Se dieron pasos pero se dejaron esos cabos sueltos que ahora se atan para hacerles justicia.

             Estamos moviéndonos, en esta nueva ley, en el orden de la justicia, pero –y esta es la novedad- la memoria es más que justicia. Hoy sabemos que es, sobre todo, “nunca más”. No es lo mismo, en efecto, centrarse en reparar el pasado que propiciar un nuevo comienzo. La justicia a las víctimas es imprescindible, pero no basta para dejar el pasado atrás e inaugurar un nuevo tiempo.

8/8/21

El José Jiménez Lozano que he conocido

1. El primer Jiménez Lozano que conocí fue “el intelectual”, a mediados de los años sesenta. Ya sé que esta referencia no le hubiera gustado mucho, que por algo él distinguía entre “intelectuales” e “inteligentes”. Sin embargo, he encontrado entre mis papeles una copia del texto “El oficio y la tierra”, de 1989, que escribió con motivo del premio “Castilla León” que se le había concedido. De la mano de Julien Benda, el autor de La trahison des clercs, no ahorra crítica a esta familia, los intelectuales, “por haber traicionado su específico deber de preservar los valores del conocimiento y de la expresión artística en el ámbito de lo no útil ni instrumentalizable”. Ahí se despacha a gusto. Ahora bien, si denuncia una traición es porque hay nobles tareas que son memorables aunque hayan sido traicionadas. Lozano habla de un espacio - el de la cultura- que debería entregarse “a la búsqueda del sentido del mundo, la simbolización de lo real, el intento de penetración y conocimiento de los seres y las cosas y su relación existencial con el yo del hombre”. Eso sería un ejercicio noble del intelectual, que debería hacerlo de una manera callada, al margen de las doxas y modas, como hacía el pulidor de lentes de Amsterdam, al que Jiménez Lozano tenía tanta fe.

             Por cierto, este encuentro con Baruch Spinoza, que Jiménez Lozano tanto privilegia, merece una reflexión. Nada a primera vista más alejado del mundo espiritual de Lozano que este “frío sefardita”, como decía de él sin complacencias otro judío, esta vez askenazi, Hermann Cohen. El racionalismo filosófico de Spinoza, que le empuja a escribir una Ethica more mathematico, casa mal con una escritura tan compasiva como la de Jiménez Lozano. ¿De dónde le venía la simpatía? Quizá de su discreta vida, pero hay algo más. Este filósofo, con aires tan racionalistas, es al tiempo un “marrano de la razón”. En su marranismo está inscrita una sensibilidad, forjada en muchos sufrimientos vitales, que le hacían ver el mundo con una luz que iluminaba el mundo de Jiménez Lozano. En su galería de “auctoritates” estaban no sólo los que desprendían gran luz sino los que eran vistos con su singular mirada.

             Volviendo al tema de los intelectuales hay que decir que Jiménez Lozano salva  un tipo de intelectual, que ahora podemos rescatar, porque se le parece. Se parece al menos a aquel Pepe de los sesenta que se había hecho un nombre gracias a sus crónicas del Concilio Vaticano II. En aquellas Cartas de un cristiano impaciente”, lo que brillaba no era tanto el sabueso periodista que aporta información secreta sobre los debates teológicos, cuanto la significación histórica, para España, de lo que en Roma se iba decidiendo.

La muerte de los españoles o las sinrazones de su malvivencia

            La muerte es la hora de la verdad. Este dicho taurino no es más que la expresión de una tradición hispana que ha considerado el momento de la muerte como el tribunal que dictaba sentencia definitiva sobre el cara o cruz de la vida. Pero no es el Padre Eterno de la creencia religiosa quien pronuncia el veredicto. Son los caciques de cada casta los encargados de velar para que cada guerrero ocupe su definitiva morada. Y así, en torno a la tumba de cada español, se ha representado, con la hondura trágica que da la autoridad de la muerte, el drama de la malvivencia entre españoles.

          José Jiménez Lozano ha rehecho la historia de España recogiendo los gritos y clamores de las tumbas. Ha hecho un libro extraordinario, logrando una profunda interpretación de los aspectos más misteriosos de nuestro destino. No es un libro histórico, aunque cada juicio esté avalado por una científica investigación histórica. Ni es un libro político, si bien en pocos estudios aparecen señalados tan bien como aquí los claroscuros de nuestra sociedad. Es una reflexión filosófica sobre la verdadera historia del pueblo español.

21/7/21

Francisco Portales, un maestro de la República “desparecido”. Homenaje y polémica*

            Quiero dar las gracias a la familia Portales y demás organizadores del acto por la invitación a expresar en voz alta los sentimientos  que seguramente compartimos.

            Este homenaje es un acto de justicia que debemos a la víctima de la violencia franquista y también es un acto cívico con su correspondiente significación política y moral.

            Es, en primer lugar, un acto de justicia que debemos a alguien que, siendo inocente, fue tratado como un delincuente, condenado a la edad de 69 años a 12 años de cárcel.

            Francisco Portales era un maestro de la República, condenado por ser leal, muerto por enseñar a leer (su muerte fue el resultado de una paliza en la cárcel por enseñar a leer a otros presos), y todavía desaparecido por incuria del Estado.

            Se suele decir que la Segunda República era una "república de maestros" por la importancia que se dio a la educación, de ahí la  extrema represión del cuerpo de maestros por el régimen franquista.

13/7/21

Sin papeles, pero ciudadanos

             “Vd. ha entrado en España sin papeles”, le espetó la dirigente de VOX, Rocío Monasterio, a un diputado de la Asamblea de Madrid que es, lógicamente, español, pero que entró ilegalmente. No pretendía sólo tapar la boca a Serigne Mbayé, el diputado de UNIDAS PODEMOS que llegó a España en patera, consiguiendo unos años después la nacionalidad española, sino descalificarle como representante político por haber sido un simpapeles.

             Lo que se deduce del reproche es que alguien que llega sin papeles, por mucho pasaporte nacional que exhiba, nunca será de los nuestros, es decir, nunca podrá ser el representante de un país que no es el suyo de origen sino de elección. Será un español de segunda, pues carece de los componentes raciales y étnicos para ser un español de casta. El mensaje de la airada diputada era claro: para ser nacional de primera –lo mismo que para ser cristiano viejo- importa más la sangre que la voluntad. El pasaporte es un papel; la sangre, empero, un destino.

23/6/21

Hora de desmentir la historia

            De la política uno espera que si cae enfermo tenga a mano un hospital público y, también, que se haga cargo del territorio que habita, de suerte que se pueda vivir allí pacíficamente. La pandemia es un buen ejemplo de cómo la intervención pública salva a los individuos, y, la cuestión catalana, ejemplo también de cómo los políticos pueden empeorar la vida social. Hace falta un buen puñado de errores políticos para doblar, en sólo una década, el número de independentistas catalanes. Pero entre todos -con el apoyo de unos más que de otros, ciertamente- lo hemos logrado.

             Ahora nos encontramos en un momento singular en el que todo puede empeorar o encauzarse. La singularidad del momento no viene dada tanto por la concesión de un indulto parcial a los condenados, cuanto por la movilización sentimental que ha suscitado. Todo el mundo se siente afectado y todo el mundo quiere hacer valer su opinión. Podemos, si acertamos, dar entre todos un salto hacia adelante o, si erramos, enquistar la situación.

23/5/21

El libro quemado

            Pedro Berruguete es el autor de un cuadro titulado “Santo Domingo y los albigenses” en el que Domingo de Guzmán y los suyos se enfrentan a un grupo de cátaros. Les separa y les convoca una hoguera en la que arden libros. Está claro que quieren dirimir la verdad de sus doctrinas recurriendo a la prueba del fuego. La atención se centra en un libro, el de la verdad, que vuela por los aires, salvado de la quema. Lo que llama la atención de los presentes no es que se quemen libros sino que uno se salve, como si todo libro fuera, de entrada, sospechoso, salvo que demuestre lo contrario. 

28/4/21

Llanto por bares sin cofrades

             Pasan por el televisor imágenes de vírgenes y cristos sevillanos varados en sus nichos mientras el locutor comenta compungido lo mal que les está yendo a bares y restaurantes. Otros años, cuando la inclemencia del tiempo impedía salir a La Macarena por las calles para ser aclamada por sus fervorosos seguidores, la noticia era la tristeza del encierro de unos vistosos pasos, mimados por sus cofrades durante meses para ser exhibidos triunfalmente en las procesiones. Dolía entonces la Semana Santa, o eso parecía, pero ahora vemos que lo que escuece de verdad es el negocio.

             Llegados a este punto sería fácil deslizarse por consideraciones morales sobre lo poco que se vive la Pasión de Cristo en la Semana Santa. Sería injusto porque seguro que son muchos los que viven sus procesiones con sentido religioso. Por eso hay que trasladar la mirada hacia otro lugar más pedestre. Hay que proyectarla sobre la razón que motiva y moviliza al español de a pie, a lo que le saca de casa, pues es ahí donde le esperan los políticos para darle gusto y los empresarios para hacer caja.

7/4/21

“Por una historia anamnética”. Presentación del libro de Pablo García Colmenares 'De la memoria a la conciencia histórica de la Guerra Civil y el franquismo en la España actual. Del genocidio franquista al movimiento memorialista'.

            Estamos ante un texto escrito por un historiador con sentido de la memoria. Eso le permite afirmar, por ejemplo, que la política de la memoria que administró la dictadura “resultó funcional (para la transición que se quería), pero disfuncional para la democracia”. En esa frase el historiador se permite un juicio  crítico sobre la historia que se nos ha transmitido (y que nos ha condicionado) porque tiene en cuenta la memoria. Y, un poco más adelante, reconoce que “el movimiento asociativo memorialista en España ha puesto boca arriba todo el proceso y cuestionado, como no podía ser menos, el pacto de olvido de la transición, entendiendo que se hicieron concesiones inconcebibles”. Lo que está dando a entender es que, al haber hecho las cosas así, se impone ahora “una revisión política e historiográfica que sólo es posible reconstruir  a través de las fuentes orales y la memoria. De esta manera se ha tenido que superar la negativa de algunos historiadores que no reconocen valor y nivel de conocimiento válido y riguroso a la memoria como fuente histórica”. Está ahí señalando la novedad del planteamiento pues se distancia de otro tipo de historiadores que separan nítidamente el campo de la historia y el de la memoria. En algún momento interpreta esa diferencia en el modo de entender el oficio de historiador en términos generacionales. Este tipo de historia anamnética, viene a decir, sería propio de la generación de los nietos mientras que la otra, de los padres.

24/3/21

El judío es culpable, dice la chica de la camisa azul

            Fue noticia no hace mucho el discurso antisemita de una joven vestida de falangista  que acabó su arenga, ante nostálgicos de la División Azul,  diciendo “el enemigo siempre será el mismo. El judío es el culpable”.

             Pero culpable ¿ de qué? y enemigo ¿de quiénes? ¿Cuál podía ser la ofensa que incendió a esta señorita hasta el punto de sentenciar que el judío era el enemigo porque era culpable? Hitler, en su libro, Mi Lucha, hizo culpable al judío de haber inventado el quinto mandamiento y, también, de andar errantes por no tener un Estado propio. No le perdonaba, en efecto, que hubiera elevado al ser humano a tal cima que, matarle, supusiera la muerte moral del asesino. Con el “no matarás” el judío inventaba la detestable conciencia moral, renunciando al glorioso destino animal según el cual el más fuerte tiene todo el derecho a imponer su ley. Tampoco podía perdonarle aquel cabo convertido en Führer que, tras el exilio de Babilonia, hubiera renunciado a pelear por una tierra propia, una renuncia que suponía el descrédito de todo patriotismo. Declarando que la tierra es de todos, se censuraba la ambición de quienes, como los nazis, pensaban que media Europa era suya.

21/3/21

La salud en tiempos de pandemia

            1. Contra la COVID19 están luchando sanitarios, políticos, trabajadores esenciales, algunos militares y, cada cual,  como puede. Los organizadores de este acto también convocan a la ética para que se sume a esta lucha. No es un actor físico, como los otros, pero sí un agente  transversal que condiciona el modo de luchar de todos los demás.

 Pues bien, lo que la ética plantea es que actuemos humanamente. En el comentario que hace Santo Tomás de Aristóteles dice que todo el intríngulis de la exigencia ética está en la diferencia entre un gesto mecánico, previsible, que llama actus hominis, y  una acción que tenga una finalidad, un objetivo, a saber, el de la realización del ser humano, que llama actus humanus. En definitiva lo que plantea la exigencia ética es no obrar, no tomar decisiones en función del dinero, del poder, de los votos, del prestigio sino de acuerdo con el bienestar, la felicidad o la realización del ser humano, una aspiración que es individual y colectiva.

  Si esto ya es complicado en la vida cotidiana, más ante un caso como esta pandemia que ha necesitado de graves términos para ser descrita: crisis civilizatoria, última oportunidad del sistema, exigencia de un nuevo contrato social. Su magnitud nos ha pillado desprevenidos. Como decía Mario Benedetti: “creíamos que teníamos todas las respuestas y nos cambiaron las preguntas”.

21/2/21

Exilio y nacionalismo, dos trenes en dirección opuesta

            La equiparación que hizo Pablo Iglesias del exilio republicano con la fuga de Puigdemont, ha merecido tal desaprobación de crítica y público que no vale la pena volver sobre ello. Ni siquiera un Vicepresidente del Gobierno puede fundir la figura del tránsfuga en el molde del exiliado.

             La torpe comparación tiene, sin embargo, un punto de interés que ha pasado desapercibido. Concedido que el tránsfuga independentista no es un exiliado, ¿cuál es la relación entre exilio y nacionalismo?  La pregunta está justificada, en primer lugar, porque ha habido exiliados que se la han planteado y, en segundo lugar, porque si algo no soporta el concepto de exilio es el de nacionalismo.

5/2/21

Un retrovisor para este nuevo año

             El año nuevo es siempre propicio para hacer cambios: que si dejar de fumar o bajar de peso o hacer deporte o poner orden en la casa. El año entrante, este 2021, viene además con la exigencia añadida de romper los puentes con el que acaba de terminar. No podemos imaginar el futuro más que como interrupción de la pandemia que hemos vivido.

            Para muchos sesudos analistas estos buenos deseos suenan a simplezas carentes de toda justificación. ¿Qué queremos cambios? Pero si desde siempre todo va cambiando. ¿Acaso, decían los antiguos, puede alguien bañarse dos veces en el mismo agua del río? Si lo que deseamos es salvar un planeta en peligro, rebajando la contaminación como en los meses de confinamiento, ¿queremos acaso convertir el mundo en un cementerio donde, ahí sí, nadie contamina? Lo que nos vienen a decir estos escépticos es que la vida cambia constantemente sin que eso signifique novedad alguna y, también, que vida y muerte viajen en el mismo vagón. Mejor que fiarse de sueños utópicos es, nos dicen, confiar en la ciencia que traerá vacunas contra el virus y contra la polución. Es decir, hay que seguir como si no pasara nada.

31/1/21

La fraternidad de Francisco, un valor cristiano subversivo

             Acaba de aparecer la última encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, un alegato a favor de la fraternidad como virtud política. La encíclica es un género literario de difícil ubicación: es un discurso cristiano, sí, pero dirigido a toda  “persona de buena voluntad”. Puede conseguir, como en este caso, que irrite a creyentes conservadores y la aplaudan agnósticos aperturistas.

             No se puede decir que las encíclicas hayan cambiado el rumbo de la historia, entre otras razones porque los católicos no se sienten obligados a cambiar sus prácticas políticas o económicas por lo que diga el Papa, pero no han sido inútiles porque venían a reforzar determinados valores humanistas, también defendidos por otros líderes mundiales, religiosos o laicos, que han hecho camino. Pensemos en causas como la de los emigrantes, el hambre en el mundo, la pena de muerte o el recurso a la guerra. En estos temas la voz del Papa ha estado del lado bueno.

27/1/21

Bildu tiene un problema y nosotros, otro.

            Cada vez que Bildu respalda al Gobierno de Pedro Sánchez, sea absteniéndose sea sumando sus votos, la bronca en la bancada popular está asegurada, aunque no se entienda muy bien por qué. No puede ser porque sus votos no valgan ya que Javier Maroto, actual portavoz del PP en el Senado, se ufanaba de contar con ellos cuando era alcalde de Vitoria: “no me tiemblan las piernas”, decía “y ojalá se extendiese a otros foros”. Tampoco porque se hable con Bildu del acercamiento de los presos ya que nadie como el entonces Presidente Aznar se empeñó en ello, sin contar con que la ley está de su parte.

             Pero es verdad que tenemos un problema con Bildu que nada tiene que ver con la indiscutible validez de sus votos, puesto que es un partido legalizado, sino con el reconocimiento de sus responsabilidades por la complicidad con el terrorismo de ETA. No podemos olvidar que su núcleo fundacional es Sortu, un producto de Batasuna, brazo político de ETA.

8/1/21

"Antes de que decline el día. Reflexiones filosóficas sobre otro mundo posible (Diálogos de y con Reyes Mate)"*

            En julio del 2018 Francisco Martín, profesor en la Universidad de Turín, me propuso un experimento que me resultaba inédito. Consistía en desgranar en tres mañanas algunos de los temas que más me han ocupado ante un posible público que se sintiera convocado por los asuntos propuestos, invitándoles a su vez a que intervinieran directamente a través del diálogo y de comunicaciones. El experimento tuvo lugar en Soria y aunque la convocatoria venía anunciada severamente como una “encerrona”, resultó ser, en lo que a mi respecta, una generosa “obertura” por la variedad de recepciones y matices que allí se pusieron en evidencia. Luego se habló de hacer una publicación y pensé que el mejor formato posible tendría que venir del estilo.

             Es innegable que muchas de las ideas allí expuestas habían sido presentadas en otros espacios. Lo nuevo tendría que venir de un esfuerzo añadido de clarificación. Quería que conservaran en lo posible el estilo hablado, aproximándose todo lo posible a una conversación. No estoy seguro de haberlo conseguido porque las palabras se deben a contextos que, en relación a lo aquí tratado, se ha servido más de la escritura que del coloquio. Es difícil desprenderse de ese defecto de fábrica. Quede en cualquier caso constancia del esfuerzo realizado por conversar  o convertir la escritura en palabra.

             Tres son los capítulos de este libro como tres fueron los temas que nos ocuparon en Soria. Hablamos el primer día de Atenas y Jerusalem, las dos culturas que nos han conformado como Occidente, sin excluir otras, como la islámica. Luego fue el turno para la justicia, dedicando  el tercer día a hablar del tiempo partiendo de esa forma dominante de tiempo que es el progreso.

5/1/21

El Padre Marcos, un místico con los pies en la tierra*

            Si hay que medir la grandeza de una persona por el vacío que deja cuando se va, la de este dominico navarro que había hecho de Ávila su patria de adopción es excepcional. Sus estudios en Toulouse, Dublín, Salamanca y Ávila le prepararon para el ejercicio de su ministerio como pastor de almas. Había una libertad en su relación con lo sagrado que sólo podía provenir de quien se conocía bien el terreno y, al tiempo, lo vivía. La experiencia existencial y el conocimiento de los misteriosos significados que envolvían su ministerio, le permitía innovar en catequesis y hasta transgredir límites rituales. Eso hacía del Padre Marcos un religioso singular e inclasificable que atraía particularmente a quienes se situaban lejos de la religión y del culto.