Esta vez ya no hay excusa. El
planeta tierra camina hacia la catástrofe. Desde que el hombre se puso al mando
de la historia, la tierra sigue un rumbo que, en lugar de suponer un regreso al
paraíso, la lleva hacia su destrucción. Este es el mensaje que se desprende del
reciente Informe sobre el Cambio Climático, elaborado por la Organización de
Naciones Unidas.
Informes sobre los peligros de un
cambio climático ha habido muchos. Este, de la ONU, es el sexto y antes estuvo
el del Club de Roma, de 1972, donde se pedía un crecimiento económico
sostenible. Cuarenta años más tarde, 2012, volvía sobre el asunto, señalando
que, al no haberse producido ese crecimiento sostenible, había que planificar
el decrecimiento económico. Vamos, que para salvar al planeta, los ricos, que
siendo el 10% de la población producen el 50% de los gases, tenían que reducir
los beneficios.
Estos avisos cayeron en saco roto
aduciendo, unos, que no todos los científicos estaban de acuerdo, y, otros, que
la cosa no era para tanto. ¡Cómo no acordarse de aquel Mariano Rajoy invocando
la autoridad de un primo suyo que le había dicho en una sobremesa que la cosa
no era para tanto! El mundo seguía creciendo a todo trapo y como no se veían
rastros de esas predicciones catastróficas, todos tan tranquilos.
Esa tranquilidad es la que se ha
esfumado. El Informe actual, elaborado por 4.000 técnicos bien conectados con
las comunidades científicas de todo el mundo, no deja lugar a dudas. El planeta
se está muriendo. Los negacionistas no tienen esta vez ningún asidero
científico. Con un añadido. Este Informe, a diferencia de los anteriores, viene
acompañado de señales inquietantes que dan a entender, como diría el
Apocalipsis, que "el fin está cerca". No hay más que asomarse a la
ventana del televisor para saber que los glaciales se derriten, el nivel del
mar sube, los incendios se multiplican, el aire y el agua se contaminan, los
fondos marinos languidecen, aparecen nuevas pandemias, el desierto
avanza...Todo como consecuencia de un cambio climático que ha provocado el ser
humano con sus modos agresivos de producción y de consumo. El ciudadano de a
pie ya ha establecido una relación entre algo tan abstracto como "cambio
climático" y algo tan cercano como los incendios, los tsunamis, el calor
sofocante, las sequías, la migración o las pandemias.
Los dos mensajes del Informe
resultan inapelables. El primero: que el planeta se está muriendo por causa del
hombre; el segundo, que para salvarle, hay que intervenir inmediatamente.
La operación de urgencia consiste en
abandonar la idea de progreso si por tal entendemos crecimiento constante de la
riqueza. Cambio climático y progreso van de la mano. Hubo un tiempo en el que
se podía hablar de crecimiento sostenible, esto es, un crecimiento continuo
pero no tan acelerado como el de los últimos años en el que los modelos de
móviles, por ejemplo, cambian a la velocidad de la moda: por estaciones. Eso ya
no es posible.
Lo que tiene de perverso esta idea
de progreso -que está a la base del cambio climático que pone en peligro al ser
humano y a su habitat natural, la
tierra- es la creencia de que los recursos del planeta son inagotables y la
capacidad del ingenio humano para resolver problemas, infinita. Pues no, los
recursos son limitados y la capacidad de la inteligencia humana, también. Hay
recursos, como el agua, el aire o los combustibles, que son limitados; hay
problemas que no tienen solución, y, hay daños irreversibles.
Tenemos que asumir nuestra finitud
pues, como ya decía el estudio del Club de Roma "no hay tecnologías
mágicas que nos puedan sacar del callejón sin salida en que nos encontramos. La
única vía es aprender a vivir dentro de los límites del planeta". Y eso se
traduce en dos palabras: decrecer y sobriedad. El problema del mundo no es generar
más riqueza (de la que se apropian unos pocos) sino distribuir mejor la
existente. La sobriedad afecta al consumo pero no sólo de la comida y bebida
sino también del espacio y del tiempo. Tendremos que asumir, por ejemplo, que
no podemos hacer tantos kilómetros como nuestra cartera nos permita. El turismo
también es un bien escaso.
¿Seremos capaces de reaccionar? No
parece. Para empezar, los políticos deberían entender que con esto no se juega.
Es una prioridad que no admite discusiones. Pero nada tan tentador para una
oposición política que poner el grito en el cielo si se habla de crecer menos y
repartir mejor lo que hay. Nada más tentador que traducir menor crecimiento por
empobrecimiento o incapacidad de este o aquel gobierno por generar riqueza.
Haría falta una generación de políticos, con sentido de Estado, que asumieran
la impopularidad de estas medidas. Habrá con suerte algunos pequeños retoques
que no impedirán la marcha triunfal hacia el abismo.
Estamos en tiempo de descuento. Es
la hora de después o, como en la famosa novela de Gheorghiu, “La Hora 25”. No la hora final sino la
que nos queda después de que hayamos puesto toda la inteligencia y la voluntad
humana al servicio de una causa equivocada. En efecto, durante mucho tiempo nos
hemos creído que, como en el relato bíblico, “seríamos como dioses”, es decir,
que podíamos hacer todo lo que fuera posible y podíamos conocer todo lo que
fuera cognoscible. Pero el ser humano no puede con todo. Para ser humano tiene
que respetar sus límites. Hoy sabemos que lo que envenenó la ideología de los
nazis fue la doctrina filosófica según la cual “todo es posible”, esto es, que
había que intentarlo todo, romper todos los techos, no respetar líneas rojas,
aunque eso supusiera acabar con el ser humano que conocíamos. Nos hemos creído,
como el Fausto de Goethe, que “en el principio era la acción” y nada debía
obstaculizarla. Los resultados son los que ahora describe minuciosamente el
Informe de la ONU. Hemos llegado a tiempo de darnos cuenta de hacia adonde va
el tren en marcha. Se trata de activar el freno de emergencia. Todos miramos en
esa dirección esperando que algo ocurra. Lo que puede ocurrir, si no actuamos,
es que sucumbamos lenta e inexorablemente a las consecuencias de lo que hemos
hecho.
Reyes
Mate (El Norte de Castilla, 29 de
agosto 2021)