27/12/16

La herencia del fanatismo

            La agresión en Alsasua a dos guardias civiles por mozos del pueblo es un episodio que trasciende lo local porque, de acuerdo con las noticias que nos llegan, reproduce un viejo esquema político según el cual los de casa declaran la guerra a los de fuera al sentirse amenazados en su identidad.

            Esta forma de entender la política, que el jurista filonazi Carl Schmitt definía como "el enfrentamiento entre el amigo y el enemigo", es, pese a ser tan irracional, muy habitual. Pero si hay un lugar en el que brille su peligrosidad es precisamente en Alsasua. De allí fue, en efecto, párroco el navarro Marino Ayerra. Llegó al pueblo el 17 de julio de 1936 y se marchó al destierro al acabar la guerra. De sus vivencias en el pueblo dejó un conmovedor relato titulado Malditos seáis. No me avergoncé del Evangelio. Es un testimonio que por su templanza y veracidad puede figurar sin desmerecer al lado de los de Primo Levi, Robert Antelme o Elie Wiesel. El, un joven cura muy convencional pero imbuido de la doctrina social de la iglesia, es enviado por el obispo Marcelino Olaechea a pastorear una grey con conciencia obrera. Una mirada entre ingenua e inteligente trasmite magistralmente el horror del "glorioso Alzamiento". Porque son sus feligreses, católicos y carlistas, los que encarcelan y matan a otros feligreses que son también católicos pero republicanos. De poco le sirve apelar a la conciencia cristiana de los matones para frenar su sed de sangre. A la altura de la "Leyenda del Gran Inquisidor" de Dostoievski se sitúa el relato de su encuentro con el obispo que le había mandado meses atrás a predicar el evangelio y que ahora le pide que se olvidé del tal Jesús porque lo que toca es justificar el crimen.

21/12/16

De la memoria a la reconciliación, una elipse incómoda

            Es indiscutible que el interés por la memoria cotiza al alza. Resultaría abusivo decir, sin embargo, que la nuestra es una era de la memoria, pero sí que cada vez está más presente.  Habida cuenta de que lo que ha dominado durante siglos era el olvido, este cambio puede ser considerado epocal.

            Las razones de ese cambio son muchas pero me arriesgo a pensar que la fundamental ha sido el cambio mismo en el significado de memoria. Digamos que hay muchos tipos de memoria: de memoria, en efecto, habla la historia, literatura, el arte, la teología o el psicoanálisis. Ahora bien donde se ha producido el gran cambio ha sido en la filosofía, por eso hay que relacionar el prestigio actual de la memoria con sus nuevos contenidos y cometidos filosóficos.

            Ese cambio, que es complejo, puede expresarse brevemente diciendo que si la memoria de los antiguos y la de los modernos era aposteriori, la nuestra es apriori. Expliquemos esto.

18/12/16

La soledad de la víctima

            Siempre ha habido víctimas pero han sido insignificantes. Sólo ahora se han hecho visibles, es decir, nos hemos dado cuenta de que han sido el precio de eso que llamamos progreso. Ahora ya es de buen tono hablar de víctimas. Se hacen películas o se montan exposiciones para ver la historia desde abajo. Era obligado tras tanto tiempo de olvido en los relatos de la conquista española, de la historia de la esclavitud, de los genocidios o de los episodios nacionales.

            Pero como el dolor también tiene su glamour y hay un embrujo diabólico en el horror, la víctima corre el peligro de convertirse en artículo de consumo o en antídoto contra la memoria, es decir, contra sí misma. Nada, en efecto, más ajeno al hecho de ser víctima que presentarla como héroe. Primo Levi decía de ellos, las víctimas de los campos de exterminio, que sobrevivieron los peores. La deshumanización alcanzó a los carceleros, pero también a los deportados, porque “hay un umbral en la tortura que cuando se le traspasa no hay dignidad posible”. Aunque hubo héroes, lo significativo de la víctima no está en sus virtudes sino en la violencia que tan injustamente se les aplica. La víctima denuncia con su sola presencia el material del que está amasada la historia: el sacrificio de los débiles.

11/12/16

La política no lo es todo

            El gesto de Pablo Iglesias, saliéndose con los suyos del Congreso de los Diputados para  no sumarse al minuto de silencio por Rita Barberá alegando que no quería participar en “un homenaje político de alguien cuya trayectoria está marcada por la corrupción”, ha sido recibido con sonoros pitos (y algunos aplausos). El peligro de tanto ruido, sin embargo, es que pase desapercibido lo esencial, esto es, el alcance de la distinción entre lo público y lo privado.

            Quien hoy visite el campo de exterminio de Auschwitz podrá divisar, entre los pabellones de mujeres, hileras de tazas de váteres expuestas a la luz del día y a la mirada de todos. Era así entonces y estaba hecho con la idea de enseñar a los deportados que no había lugar para la privacidad porque lo privado era público. Nada debía escapar al panóptico del campo porque toda la existencia pertenecía a los carceleros. Se moría cuando ellos lo decretaban y casos hay de enfermos que fueron curados para que no se murieran y, ya sanos, pasaron sin más a las cámaras de gas. Lo que caracteriza al totalitarismo es precisamente que todo lo privado es público.

6/12/16

Democracia y memoria, ¿dos categorías en conflicto?*

            De una manera instintiva relacionamos democracia con consenso  y a la memoria con conflicto porque abre heridas que desazonan. Jorge Semprún lo formula de la manera más extrema cuando dice, dando título a un libro suyo, "La escritura o la vida". Había que elegir entre la memoria que alimenta la escritura o sencillamente vivir. El eligió vivir aunque su vida, la del Federico Sánchez, en ese tiempo fuera todo menos sencilla.

            Slomo Ben Ami  también apunta la conflictividad de la memoria cuando afirma que hay decidirse entre "la justicia o  la paz". Cuando habla de justicia se refiere a la respuesta justa que merecerían las injusticias pasadas. Ese camino no lleva a la paz. Para vivir en paz -y se lo dijo a los palestinos y lo repitió en Bilbao, dirigido a los vascos- el camino es pasar página.

            Lo que late en formulaciones de ese tipo es que la política es de los vivos y no puede echar la vista atrás. La obligación del Estado es asegurar la vida de los vivos. Marx en La Cuestión Judía dice que todos los derechos humanos se resumen en el concepto de seguridad ("el derecho a que se le asegure al ciudadano la vida y la hacienda").

            Sólo podríamos superar esa conflictividad entre memoria y política si estableciéramos una relación entre la justicia de los vivos (lo que Benjamin llamaba "felicidad") y el hacer justicia a los muertos ("redención"). ¿Es eso posible? Digamos que esa relación siempre ha estado ahí como un problema y que la cultura lo ha resuelto a su modo, a saber, invisibilizando a los muertos. Son el coste del progreso. Hegel dixit. Así ha sido hasta que se han hecho visibles, un asunto tan reciente que muchos victimarios (ni ETA ni su entorno) se han enterado bien de qué va esto. La razón mayor de esa visibilización es un asunto de la memoria.

28/11/16

La cuestión catalana en tiempos postnacionales

            La riada humana de la Diada puso sobre la mesa la cuestión catalana. Mientras en Madrid la crisis económica servía de escusa para azuzar un viento en contra de las autonomías, Barcelona consiguió repentinamente cambiar su dirección apuntando ahora hacia la independencia. Desde entonces no parece que haya otro debate que tomar posición a favor o en contra, como si no hubiera nada más que decir.

22/11/16

El criminal que donó sus órganos

            "¿Está bien donar órganos de alguien que ha matado a otras personas?", "¿pasa algo por llevar dentro de ti el órgano de una persona que ha matado a otro"? y "¿se trasplanta el alma con el órgano?". Si estas preguntas salen al final de una noche de copas, la cosa se comprende. Si las profiere el busto parlante de Mariló Montero desde la solemnidad de un programa como "las mañanas de TVE", hay que pellizcarse para asegurarse de que uno no está soñando porque el cóctel de ciencia, ética y filosofía que ahí concurren es de aúpa. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque esas torpes preguntas han encontrado un extraordinario eco en prensa, radio y redes sociales. No es sólo la impulsiva periodista la que anda preocupada con estas preguntas, sino la sociedad de oyentes y videntes que se ha sentido expresada por ella y eso sí merece atención.

15/11/16

Contrarreforma educativa

            La ruidosa ley de educación que prepara el ministro Ignacio Wert invoca dos motivos para justificarse: el  fracaso escolar existente y la mejora de la calidad. Si lo prioritario fuera el fracaso escolar, habría que preocuparse sobre todo de los que van mal; si la razón fuera mejorar la calidad el acento habría que ponerle en los que van bien, para hacerles más competitivos. No son objetivos fáciles de casar en tiempo de escasez, pero tampoco importa porque cada día aparece más evidente que la razón verdadera es doctrinaria.

         No son los alumnos lo que importa sino los principios ideológicos conservadores resguardados tras la consigna "libertad de enseñanza". Esa fue la bandera que los propietarios de los colegios privados, mayoritariamente de la Iglesia católica, enarbolaron durante el debate constitucional. El artículo 27 recoge ese principio junto a otro, de orientación ideológica opuesta, "el derecho a la educación", que plantea la obligación del Estado a proporcionar una enseñanza general y gratuita. Aunque los dos principios se avienen mal, la Constitución ofrece un marco de convivencia teórica que no ha encontrado una fórmula de consenso.

11/11/16

Unidos por el fútbol, desunidos por la política

            Gila Shalit era un recluta israelí de 19 años que estuvo secuestrado cinco años, del 2006 al 2011, por extremistas del grupo palestino Hamás. Su nombre ha saltado estos día a los medios de comunicación porque asistió al partido de fútbol entre el Barcelona y Madrid. Ir a ver un clásico de este fuste no es noticia, basta que haya entradas y uno pueda pagársela. La presencia del ex-soldado Shalit en el Camp Nou lo fue, sin embargo, porque el Barça cambió su vida durante el cautiverio.

            Ocurrió, en efecto, que sus secuestradores, también futboleros, le dejaron ver un encuentro de la Champions. Por un momento se olvidaron de la realidad, dejaron correr los sentimientos y se encontraron todos aplaudiendo a Messi, Iniesta, Xavi... Confraternizaron en el amor a unos mismos colores. Luego vieron algún partido más. Lo cierto es que, como él confiesa, "a partir de entonces las relaciones cambiaron". Cuando fue liberado hace casi un año se hizo el propósito de ver al Barça en directo. No era un ex-voto de agradecimiento, sino el gusanillo de experimentar en vivo el poder futbolístico y sanador de los blaugranas.

29/10/16

El misterio del pensamiento judío*

            Hace un año se celebró un congreso en la ciudad bávara de Elmau para ver cómo se había organizado la vida intelectual en Alemania a partir de los años sesenta.  Jürgen Habermas tuvo el valor de reconocer que quien rescató a la universidad alemana del provincianismo postbélico fueron los pensadores judíos. Pocos volvieron del exilio, unos porque no quisieron  y otros, los más, porque nadie les ofreció trabajo.  Pese a la animadversión del mundo académico germano contra ellos, la opinión pública y los estudiantes les hicieron suyos, convirtiendo a los Jonas,  Arendt, Scholem, Strauss, Benjamin, Bloch, Kelsen, Elias Anders y tantos otros, en sus "maîtres à penser".

Un futuro sin política

            "El carácter democrático de la polis", decía Aristóteles, "se expresa mediante la selección aleatoria de sus dirigentes". Resulta chocante que alguien tan exigente con los políticos como Aristóteles nos suelte a bocajarro que la democracia funciona mejor con políticos salidos por sorteo, como en una comunidad de vecinos. Sorprende la afirmación porque antes había dicho que para presentarse voluntariamente a la gestión de la cosa pública había que ser virtuoso, es decir, tenía que ser alguien técnica y humanamente ya formado.

            Si el ilustre filósofo cambia de parecer es porque entretanto ha visto cómo la política era acaparada por unos profesionales que iban a lo suyo. Habían olvidado la respuesta de Sócrates a quienes le acusaban de politizar a los jóvenes: "a mí la política no me ha interesado nunca porque lo que me preocupa es la vida de los ciudadanos y no los asuntos de Estado". Lo que se está diciendo en un caso y en otro es que la substancia de la política es la vida de los ciudadanos y que un político demócrata es un actor secundario, perfectamente prescindible y que si se pone por delante de la política que representa, se convierte en un peligro público.

12/10/16

Apuntes sobre la ética compasiva*

            Quiero agradecer a Sebastián de la Obra y Tomás Valladolid la oportunidad que me han dado de detenerme en un tema que siempre me ha acompañado pero en el que no me había detenido expresamente, a excepción de un breve artículo publicado en el año 1988, en la revista Razón y Fe, titulado "Por una ética compasiva".

            1. Es un tema que no se lleva o que tiene mala prensa entre los filósofos. Dos de los filósofos que más simpatizan con el tema, Horkheimer y Adorno, resumen así lo que se dice en filosofía: "La compasión es menos que una virtud: es una debilidad nacida del miedo y de la infelicidad". Spinoza, Kant, Sade o Nietzsche rivalizan en el descrédito de un sentimiento "que no se tiene en pie ante la filosofía" (Sade o Nietzsche), que "no puede reclamar para sí la dignidad de la virtud" (Kant).  No tiene ni entidad ni virtud. Para toda la Modernidad la compasión es sospechosa de flojera: frente a la justicia se pueden poner algunos parches pero no acabar con ella.
            Pero a lo mejor hay otra consideración, harto diferente, tras ese desprecio por la compasión. Compasión rima con infelicidad. Y como toman la infelicidad como una vergüenza, no pueden aceptar la compasión, que el hombre sea compadecido. Lo que hay tras el desprecio de la compasión es una apología del poder. Recordemos el film Exodus. La valoración de los personajes está hecha sub specie progressus. Por si faltaba algo para desacreditar el término compasión, ahí está el que fuera presidente de EEUU, Bush hijo, presentando su estrambótica política como resultado de un "proyecto compasivo"...

26/9/16

Todo es tramoya

            La política como teatro no es un invento de los recién llegados sino que viene de antiguo. Los políticos han rivalizado con los eclesiásticos en liturgias, capisayos y símbolos. Lo nuevo es que ha desaparecido una delgada línea divisoria que, durante siglos, distinguía entre forma y fondo, entre apariencia y realidad, entre significante y significado. El que se mostraba debía tener medios para hacerse valer. Nadie pues se engañaba con las apariencias.

            Eso es lo que ha cambiado. Ahora, como decía irónicamente Walter Benjamin del teatro barroco, “hasta Dios es tramoya”. Lo que importa es el gesto y el atuendo, esto es, la imagen. No importa el alcance del gesto, ni si tendrá futuro o no. Lo decisivo es la aparición, la manifestación o el impacto. Son políticos del shock. El tiempo se ha acelerado tanto que el instante tiene valor de eternidad. Pensar en lo que sucederá después, eso es ya jugar a los dados, de ahí que mejor no pensar en el futuro aunque lleve a la catástrofe. Sería fácil ilustrar estas ideas con dichos y hechos de políticos catalanes o madrileños, españoles o alemanes, aunque también en esto somos los españoles más exagerados porque hemos llegado al frenesí de la posmodernidad sin el poso de la modernidad.

14/9/16

Auschwitz e Hiroshima, dos catástrofes con suerte desigual

            La imagen de un Papa paseando en silencio por las barracas de Auschwitz casi coincide en el tiempo con el aniversario de la bomba atómica sobre Hiroshima un cinco de agosto de 1945. Auschwitz e Hiroshima, dos expresiones de la barbarie pero con suerte muy desigual.

            Ya sabemos que Auschwitz es el lugar del mal absoluto, es decir, un campo de exterminio del que nada debía quedar. Nada físico, por eso los cuerpos tenían que ser convertidos en humo esperando los nazis que así, sin restos ni rastros materiales, la humanidad pudiera deshacerse de la contribución cultural del judaísmo a la humanidad. Hiroshima, sin embargo, sigue evocando en nuestra memoria el poder de la energía atómica y la destrucción de la versión asiática del fascismo. En el fondo, una imagen positiva de la catástrofe japonesa.

7/9/16

El cansancio de Europa

            “El problema de Europa es que está cansada” decía Jorge Semprún en su  última intervención pública, hace ahora cinco años, una especie de testamento espiritual dirigido a las nuevas generaciones. Europa parece agotada por eso es necesario volver al lugar donde están sus raíces y sus valores. Ese lugar originario es el campo de concentración, el de Buchenwald, por ejemplo, donde él estuvo prisionero y que fue hasta junio de 1945 campo nazi y desde septiembre de ese año hasta 1950 campo soviético.

            La nueva Europa nace en el campo de concentración o, lo que es lo mismo, es el resultado de una experiencia doblemente totalitaria, a saber, fascista y comunista. Son historias efectivamente diferentes pero que tienen en común haber proyectado un mundo de felicidad sin contar con los habitantes de Europa. Lo que convierte al campo en el mal absoluto no es tanto su capacidad de muerte cuanto el demencial proyecto de querer salvarnos sin respetar la libertad de los individuos.

            Estas dos encarnaciones del totalitarismo son el resultado de una larga tradición intelectual que reducía la política a poder. Sobre el mero poder, en efecto, estaban basados los proyectos de una gran Europa que habían ideado César, Napoleón, Hitler o Stalin. Semprún proponía, por el contrario, activar otra tradición también europea que tenía en cuenta los fracasos de Europa, su largo historial de muertes y guerras, y que había ligado la idea de un espacio común a la causa de la libertad y al heroísmo de la razón.

            Para facilitar el trabajo de los políticos daba pistas sobre esa tradición democrática. Recordaba sobre todo al filósofo judío alemán, Edmund Husserl, que en 1935 pronunció en Viena una conferencia memorable sobre la crisis de Europa. 1935 no es un año cualquiera. Es el momento de las Leyes de Núrenberg en virtud de las cuales un Estado, el hitleriano, decide quién es sujeto de derechos humanos y quien, no.

            Los judíos fueron privados legalmente de la condición humana, una decisión que luego los demás estados no han cesado de reproducir con los refugiados, por ejemplo, en nuestros días. Husserl defendía la idea de que Europa es un espacio político emanado de un impulso espiritual. No el agregado de políticas nacionalistas, como lo es hoy, sino un espacio transnacional construido desde las exigencias de una razón ilustrada, que es crítica, autocrítica y universal. En otras palabras, un espacio conformado por las ideas universales de los derechos humanos. Todavía en territorio alemán, citaba a Karl Jaspers, el europeo de primera hora que ligó el futuro de Europa a la idea de responsabilidad histórica, consciente de que sin memoria histórica todo proyecto estaba abocado a repetir la catástrofe.

            Semprún era muy consciente de que esto no iba a ser fácil. Había que romper muchos intereses particulares y muchos tópicos identitarios. Por eso le gustaba incluir en esa lista de tradición democrática a nombres como Jan Patoçka y Marc Bloch. El primero, un filósofo checo encarcelado por nazis y comunistas y que murió tras diez horas de torturas, dejó escrito que esa nueva Europa no sería un regalo sino el resultado de mucho esfuerzo y sacrificio. La misma idea defendía el historiador francés que enterró sus libros en el jardín de su casa para sumarse a la Resistencia, siendo fusilado por los nazis poco antes del final de la guerra. “No existe salvación, decía el historiador Bloch, sin una parte de sacrificio; ni libertad nacional que pueda ser plena si no se ha esforzado uno mismo en conquistarla”.

            Hay una gran historia en la que mirarse. El problema de Europa es que está cansada. Es capaz, sí, de repetir tópicos liberales o socialdemócratas pero no de revitalizar esas tradiciones. Vivimos tiempo en los que estamos condenados a triunfar para ser alguien con el inconveniente de que todo triunfo es una derrota porque se agota y disuelve en el momento mismo de su manifestación. Nunca como ahora se ha hablado tanto de la sociedad del cansancio. Obligados a una movilidad constante, se entiende el descanso, la distancia, la pausa, el sosiego o la pregunta como deserción.

            Y, sin embargo, ha llegado el momento de preguntarnos adónde va Europa. Los que se van de ella, como los británicos, sabemos que van hacia el ensimismamiento animados por la xenofobia y el egoísmo. Los que se quedan, si quieren evitar el contagio, tienen que volver al campo de concentración, lugar de nuestras raíces y valores. La nueva Europa sólo puede ser el resultado crítico de sus experiencias de barbaries. Eso es lo que tenemos detrás y la única forma de conjurar el peligro de la recaída es el sacrificio por un bien general, transnacional. Dice Claudio Magris que el mal absoluto ya no reviste la forma del totalitarismo sino la del particularismo. El Brexit lo confirma plenamente. Tienen en común, pese a las diferencias, la negación del otro que es el principio de la barbarie.


Reyes Mate (El Periódico de Catalunya, 5 de julio 2016)

29/6/16

Los refugiados, vanguardia de los pueblos

            Los refugiados despiertan en cada uno de nosotros las emociones más encontradas: compasión por el niño ahogado al pie de la playa, indignación por la pasividad de los políticos y miedo, mucho miedo, por esas masas de famélicos o desesperados que quieren alcanzar nuestro bienestar. Nadie duda de que los refugiados de hogaño como los desplazados de antaño constituyen un problema moral mayor. Lo sintomático es que este asunto se diluya en sentimientos, incluso en sentimientos morales, cuando lo que realmente plantea son preguntas políticas estructurales.

            Hanna Arendt dejó escrito en Nosotros los refugiados (1943) que “los refugiados son la vanguardia de los pueblos”, opinión que Giorgio Agamben ratificó cincuenta años después diciendo que el refugiado es “la figura central de nuestra historia política” (Medios sin Fin, 1996).

            ¿Por qué dice Arendt que el refugiado es nuestra avanzadilla? Habla de ella y de los suyos, los judíos en la Europa de la primera mitad del siglo XX. Tan alemanes como los más patriotas hasta que en 1933 llegaron los nazis y tuvieron que emigrar a Praga prometiéndose ser buenos checos. Apenas tuvieron tiempo de demostrarlo porque en 1937 Chequia, presionada por los nazis, se convirtió en un lugar inseguro para los judíos, así que armaron el petate y se trasladaron a Viena dispuestos a ser buenos ciudadanos, pero tras el Anchluss en 1938 se fueron a París donde fueron tratados como sospechosos alemanes y por eso les internaron en un campo de concentración de donde salen cuando Alemania invade Francia, pero para ir a un campo de exterminio. Una historia trágica de la que Arendt saca un par de conclusiones que nos interesan hoy. La primera, que para los demás no eran nada, sólo judíos. Les daban y les quitaban los derechos cívicos según se terciaba. Lo único propio que les quedaba era el ser humanos, poca cosa porque no llevaba aparejada la carta de ciudadanía, los famosos papeles, más importante que la mera condición humana. La segunda, de más vuelo teórico, se refería a la relación entre los derechos humanos y los derechos civiles (el reconocimiento de los derechos vinculados a la ciudadanía, esto es, los papeles). Esa relación es una trampa. Dice la Carta de Derechos Humanos que nacemos libres e iguales. El nacimiento sería la garantía de los derechos, esto es, el acceso a la condición de ciudadanos. Eso es lo que predicamos al mundo entero como gran conquista humanitaria; lo que nos decimos y nos creemos. Pues bien, el refugiado descubre que no es verdad. Si dejas tu país y sólo te presentas ante otro alegando haber nacido humano, estás perdido. Lo importante son los papeles y estos los concede el Estado. El Estado, verdadera figura central de la política, es quien da la ciudadanía a los de fuera o la quita a los de dentro como ocurrió con las desnacionalizaciones o desnaturalizaciones, tan frecuentes en aquel tiempo. Ese es el descubrimiento que sorprendentemente ha hecho el refugiado porque no se lo imaginaba ni se lo habían contado así. Y eso le convierte en vanguardia porque si el Estado convierte a la parte más vulnerable en refugiado, habiéndose creado para protegerla, señal de que todos estamos en peligro. Para el Estado-nación el nacimiento no es principio de legitimidad. Para él sólo somos meras existencias humanas sin derechos cívicos, que esos son cosa suya.

            La Declaración de 1789 hablaba de “hombres” y de “ciudadanos”. Daba a entender que, para los nacionales, eran lo mismo. Bastaría nacer en su territorio para tener automáticamente los derechos cívicos. Entre derechos humanos y derechos ciudadanos equivalencia automática. El reservar los derechos humanos a los nacionales ya es una gran claudicación que se agrava con la noticia que nos traen los refugiados de que tampoco para estos la cosa es segura. Los refugiados demuestran que para el Estado los nacidos en su territorio son también sólo “hombres” porque puede privarles de la ciudadanía. El refugiado pone en evidencia la extrema vulnerabilidad del ciudadano, pero también la fragilidad de nuestras conquistas civilizatorias.

            Precisamente por eso el Estado pudo recurrir entonces y recurre ahora a los campos de concentración cuando entiende que los desplazados, por ejemplo, amenazan el bienestar de los que ya están ahí. El campo de concentración (o en su versión moderna, los CIES, Centros de Internamiento para ExtranjeroS) fue la solución más socorrida por parte de todos los países europeos -y no sólo los alemanes- para resolver el problema que planteaban aquellas masas de desplazados, muchos de ellos pertenecientes a minorías étnicas distintas a las mayorías que conformaban las identidades nacionales. Hubo campos en todos los países (Guantánamo sigue siendo un lugar elocuente). Un campo de concentración es, por principio, un lugar en el que los derechos cívicos quedan suspendidos. Es como un estado de excepción permanente. Se suspende el derecho sobre los internados pero eso no significa que queden libres sino sólo que se quedan sin derechos, a merced de la voluntad de quien gobierne el campo. Es el lugar apropiado para el refugiado. Es lo que pasa cuando uno anda por el mundo sin otra documentación que el ser humano.

            Agamben puntualiza que “si se quiere impedir que se reabran en Europa los campos de exterminio (los de concentración ya están abiertos) en necesario acabar con la idea de que el nacimiento nos garantiza el uso y disfrute de los derechos cívicos” o, dicho de otra manera, hay que pensar en un tipo de ciudadanía que no esté basada en la sangre ni en la tierra. El aviso es severo pero realista. En los distintos países de la exYugoslavia vimos con qué facilidad se pasada de la concentración al exterminio o al estupro étnico. Habría que pensar Europa no como la suma de Estados-nación sino como un espacio transnacional -“una figura espiritual” decía Semprún citando a Husserl- en el que la voluntad decidiera más que la sangre y en el que el concepto de ciudadanía rimara más con exilio, como forma de existencia, o refugium, que con pertenencia. Esa nueva Europa recuperaría la vocación transnacional de las ciudades antiguas que cobijaban distintas nacionalidades, comunidades étnicas o religiosas. Decir esto en plena ola nacionalista suena a provocación, pero precisamente por eso se entenderá ahora por qué el refugiado es “figura central de la historia moderna”: porque obliga a repensar la del Estado-nación que es la que domina toda la arquitectura política moderna.

            Los refugiados dan miedo. No siempre fue así o no con todos. Fueron bienvenidos lo supervivientes de los campos o lo que huían del telón de acero. Para ellos se pensó la generosa Convención de Ginebra (1953). También fueron bien recibidos los que escapaban del Chile de Pinochet. Incluso hoy abrimos la mano si alegan persecución por orientación sexual y no por razones políticas. Todo cambia con la crisis económica de los setenta. Ya no se les quiere porque los moros o negros desnaturalizan la identidad nacional o suponen una competencia económica o colapsan los ambulatorios. Todo son medias verdades con lo que alguien juega con nuestros afectos y así pasamos sin miramientos del frío al calor.

            La mucha emoción que suscita el drama de los refugiados no debería impedirnos ver la dimensión epocal que ahí se esconde. Lo que está en juego son sus derechos y nuestra forma de interpretarles.


Reyes Mate (semanario AHORA, nr 37, 10 de junio 2016)

20/6/16

Tradiciones que todavía hablan

            El acueducto de Segovia o el coliseo de Roma cuentan sus años por milenios, pero fuera de las piedras es difícil encontrar instituciones vivas que vengan de tan lejos. Hay algunas como, por ejemplo, la Orden de Predicadores fundada por el español Domingo de Guzmán que este año celebra sus 800 años de existencia. Para nuestro tiempo, especializado en la “obsolescencia programada”, resulta extraño que haya algo así como una tradición viva empeñada en trasmitir para gente de hoy códigos de conducta y formas de vida venidos del siglo XIII.

            Es lógico que sus miembros se pregunten por el sentido que puedan tener hoy aquellos ideales, pero esta sociedad nuestra haría bien en pararse un momento y preguntarse si ese modo de vida que encarna una tradición como ésta es algo definitivamente superado o algo que hemos perdido con la evolución de los tiempos. Si lo hemos perdido nos habríamos empobrecido y cabría preguntarse si es recuperable o no.

Los jueces son de este mundo

            Este diario daba hace poco la noticia de un juez británico que pagó la multa de una joven condenada por apuñalar a su violador. El mismo juez que la condenó, teniendo en cuenta todas las circunstancias atenuantes del caso, entendió que debía salvarla de la prisión pagando de su bolsillo la sanción impuesta.

            El caso, tratado informativamente como una compasiva anécdota, es, sin embargo, bastante más pues se suma a otros que replantean el papel casi divinal del juez en una sociedad humana.

13/6/16

La posmemoria

Abstract:
La reflexión sobre Auschwitz ha entrado en una nueva fase porque están desapareciendo los testigos y ha llegado el momento de pensar la memoria sin supervivientes. A eso se refiere la posmemoria cuya tarea principal es una construcción social de la memoria que fecunde el presente con la significación de ese pasado. Conforme pasa el tiempo se amplía la mirada de la memoria. Aparece, por ejemplo, el tema de los alemanes como víctimas, un asunto fundamental para precisar el significado de víctima; también es notable la revisión crítica desde el propio judaísmo del uso de la memoria. No todo ha sido trigo limpio. Desde un punto de vista filosófico no carece de importancia la pregunta sobre cómo leer tradiciones académicas que callaron sea porque miraron hacia otro lado sea porque no tenía nada que decir ante  la barbarie. Invita a la reflexión, finalmente, el hecho de que textos antiguos de supervivientes sean editados o reeditados ahora, caso de Antelme y Levi. Ante el desgaste o desviación de términos forjados por ellos, aparecen de nuevo para enfrentarse no a su tiempo sino al nuestro.

1/6/16

Jueces en el banquillo

(Carlos Jiménez Villarejo y Antonio Doñate Martín, 2012, Jueces pero parciales. La pervivencia del franquismo en el poder judicial, Pasado&Presente, Barcelona)*

            En la transición política española la justicia transicional no era una opción sino una obligación que los jueces no cumplieron. Cuando se achaca a esa transición que se hiciera bajo el signo de la desmemoria, corremos el peligro de entender la memoria en un sentido meramente moral. El olvido de las víctimas se reduciría entonces a un lamento por desvincular la nueva democracia de la causa que ellas defendieron y por la que fueron asesinadas. Como si hubieran muerto en balde.

            Ahora bien, si justa fue su causa e injusta la de los insurrectos, como recoge el preámbulo de la Ley del 24/06, no se puede pasar de la dictadura franquista, impuesta por los insurrectos, a una forma de convivencia, respetuosa con los derechos humanos, más que haciendo justicia, esto es, reparando el daño a las víctimas y procesando a los culpables. En eso se substancia la justicia transicional. La memoria es justicia y no sólo lamento.

Arnaldo Otegi perdido en el tiempo

            En la cárcel el tiempo se para de suerte que quien la deja tras cumplir condena no sólo tiene ante sí la tarea de integrarse en un sistema que ha violado de alguna manera sino también la de descifrar códigos de conducta y criterios de valor que han aparecido en su ausencia.

           A este destino, que certifican los que han pasado por la cárcel, no ha escapado Arnaldo Otegi, recién salido de prisión, aunque no parece que ni él ni los suyos hayan tomado conciencia del despiste que padecen. Los gritos de “lendakari” e “independencia” con que fue recibido, tras ser liberado, indican claramente que se le espera para liderar la izquierda abertzale -amenazada electoralmente por nuevos agentes- en su marcha hacia “la creación de un nuevo Estado en la UE” y no ya fuera de Europa o contra ella, como en los viejos tiempos.

19/5/16

La ciudad o la elocuencia del espacio*

            1. Asociamos memoria con tiempo -con el momento pasado del tiempo, con el tiempo pasado- pero no con el espacio que siempre está ahí, como si fuera atemporal. Por él pasa el tiempo, ciertamente (imaginemos Jerusalem: por ahí han pasado los judíos, los romanos, los templarios, los otomanos, los británicos...) pero el espacio sigue ahí, siempre el mismo.
            Es verdad que ahora hablamos de "lugares de la memoria", una expresión en la que tiempo y espacio se remiten mutuamente. Algo ha tenido que pasar ahí, ¿un cambio en el concepto de tiempo? o ¿en el de memoria?
            Desde luego, en el de memoria que no sólo se refiere ya al tiempo pasado, sino también al presente, a lo ocultado por el presente. También ha habido cambio en el concepto de espacio que se ha temporalizado. Dice Benjamin que "la memoria no es un instrumento para investigar el pasado, sino su espacio público. Es el medio ambiente de lo vivido, de la misma manera que el globo terráqueo es el medio en el que yacen sepultadas las ciudades muertas" (Benjamin GS, VI, 486). Lo que quiere decir es que el tiempo pasado necesita espacio para expresarse. Sin un lugar, el pasado nos es inalcanzable: el pasado, sin superficie (ya un cuerpo o ruinas) es inexpresivo.

9/5/16

Proyecto de ley de Memoria Democrática de Andalucía. Unos comentarios.

1. Es difícil no estar de acuerdo con la exposición de motivos del Proyecto. Hacer justicia a los que sufrieron injusticia es efectivamente un deber moral  (sin justicia no hay moralidad política) y también político (no podemos mejorar el sistema democrático sin tomar conciencia del sufrimiento que ha costado el que tenemos).

2. El Proyecto de Ley habla y fundamenta su legalidad y su legitimidad en dos conceptos claves: el crimen contra la humanidad (imprescriptible mientras no sea debidamente reparado) y en la vigencia del crimen catalogado como “desaparición forzada”, de acuerdo al dictamen de la ONU del 2013.

            Sobre el alcance del “crimen contra la humanidad” hay un gran debate porque de acuerdo con la Convención de París sobre genocidio de 1948 se incluye en el concepto de genocidio la destrucción de colectivos humanos por razones étnicas, raciales o religiosas, pero no por razones políticas o económicas. Sabemos que fue una exclusión poco lógica y movida por intereses de los participantes. Pero en lo referente al caso de las víctimas del franquismo bien se puede hablar de prácticas genocidas pues había un proyecto de destrucción o aniquilación -en términos franquistas, “una operación quirúrgica sobre el cuerpo social de España- que las asimila a las víctimas consideradas en el Juicio de Nürenberg. Sin olvidar que la figura del “crimen contra la humanidad” tiene dos dimensiones, de acuerdo con las dos significaciones del término humanidad. Por un lado, humanidad significa  especie humana con lo que el crimen contra la humanidad significaría atentar contra la integridad física de la especie (genocidio); pero humanidad también significa conquista civilizatoria con lo que crimen contra la humanidad sería atentado contra la humanización conseguida por una sociedad en un determinado momento de la historia. El franquismo en cuanto sistema totalitario supuso un atentado contra la humanización representada por el orden republicano.

Pensar en español en clave cervantina

            Cervantes no puede contar, en el capítulo octavo de la Primera Parte del Quijote, cómo acaba la pelea entre el manchego y el vizcaíno porque “no halló más escrito de estas hazañas de Don Quijote”. El lector descubre de repente que lo que está leyendo en español es una traducción o traslación de otro texto previo que sirve de guía al autor de las andanzas del famoso hidalgo. Como no quiere dejar al lector en vilo, se va, cuenta en el capítulo siguiente, a Toledo, donde en un barrio de dudosa reputación, La Alcaná, poblado de moriscos y marranos, se trafica con papeles, a ver si encuentra lo que le falta. Un joven le ofrece unos en arábigo que Cervantes no entiende y pide que se lo traduzca. Allí está narrado el final del duelo y también consta el autor del texto, un tal Cide Hamete.

            Para el lector actual la cosa le puede resultar divertida, una salida ingeniosa, una más, de Miguel de Cervantes. Para el lector contemporáneo, sin embargo, la noticia tenía su trascendencia. No olvidemos que en el momento de la aparición del Quijote, 1605, el árabe era ya una lengua proscrita y sólo faltaban cuatro años para que se perpetrara la expulsión de los moriscos. Esa remisión de un texto en castellano a un original en árabe era un gesto de resistencia contra una política basada en la uniformidad cultural y de solidaridad con las lenguas excluidas, por más que al autor cervantino no le hiciera ninguna gracia “pensar que el autor era moro”.

3/5/16

“Hacemos trampa al proclamar la muerte de Dios y desinteresarnos de las víctimas” (entrevista de Javier Pagola)

JP ¿De qué víctimas habla usted?

- Aquí, cuando hablamos de víctimas, pensamos en las de ETA o las de grupos de extrema derecha o funcionarios públicos. En Alemania, cuando se habla de víctimas, se piensa en Auschwitz. Los filósofos, o escritores como Joseph Conrad en “El corazón de las tinieblas” se refieren a la brutal explotación colonial que hace posible el bienestar de una minoría sobre el expolio y sufrimiento de millones de personas. Yo quiero tener presente a todas las víctimas. La víctima es inocente por el sufrimiento injusto que se ha ejercido sobre ella. La existencia de la víctima nos obliga a preguntarnos por el mal en el mundo y por el sufrimiento del inocente.

JP ¿En qué términos está planteada la cuestión de Dios y las víctimas?

- La pregunta nos afecta a todos los seres humanos, como vio bien Dostoievski al decir que “Una sola lágrima de un niño inocente es ya demasiado precio para pagar con ella la armonía universal”. Pero la pregunta afecta también a Dios. De eso habla, en la Biblia, el Libro de Job, un libro dramático, sin concesiones, en que se aborda con hondura, casi trágica, el dolor del inocente. Job interpela a Dios y le hace responsable de ese sufrimiento. Los amigos de Job desvían la pregunta hacia la responsabilidad del hombre. La responsabilidad del ser humano es indiscutible, pero esa deriva que exculpa a Dios ha tenido consecuencias que estamos pagando hoy. Al final del libro de Job, Dios comparece, da la razón a Job cuando le interpela, y desacredita la idea de que el mal en el mundo se explique exclusivamente por la libertad del hombre.

26/4/16

Albert Camus y Simone Weil o la pregunta por el sufrimiento de las víctimas

            Simone Weil, radical y contradictoria, no parecía estar llamada a brillar con luz propia en el firmamento intelectual del siglo XX. Pero un grande, Albert Camus, vio en ella un diamante en bruto, lo tuteló y, al publicarla en su prestigiosa colección, permitió que el mundo la conociera y llegara hasta nosotros.

            Era medianoche en aquella Europa sumida en una guerra total y desgarrada por distintos totalitarismos. Camus, ya entonces un prestigioso intelectual, denunciaba el nihilismo de su generación que, sin creer en nada, tuvo que hacer la guerra. Ese nihilismo, celebrado en clubes y salones, se expresaba negando la realidad, como hacía el arte abstracto; o difamando la claridad, como predicaba el surrealismo; o despreciando la armonía, como quería la música dodecafónica; o volviendo la espalda a la verdad como hacía la filosofía.

            Aunque había notables intentos por salir del abismo -Sartre con su existencialismo o el marxismo con sus revoluciones- para Camus la piedra de toque era la significación que cada cual diera al sufrimiento del inocente. En la reacción a ese hecho se jugaba el ser o no ser del hombre moderno, algo que a Marx o a Sartre no les quitaba el sueño. Para Camus, sin embargo, eso era capital porque sabía bien que lo que provocó la caída de Dios y el triunfo del hombre, fue la incapacidad de Dios ante el sufrimiento injusto. Lo que hizo la teología cobardemente fue endosar la responsabilidad al hombre. Pero, entonces ¿para qué Dios? Se indujo de esta manera la muerte de Dios, a cambio, eso sí, de que el hombre asumiera una responsabilidad absoluta ante el mal en el mundo. El tenía ahora que responder eficazmente del sufrimiento del inocente.

El monolingüismo del otro

            El monolingüismo del otro es el título de un librito de Jacques Derrida con el que responde a la pregunta de si su lengua es el francés. La pregunta, a primera vista ingenua, tiene, sin embargo, su miga ya que Derrida nace en Argelia y sus padres son judíos. Esto le lleva a decir que su lengua materna debería haber sido el hebreo si los padres no lo hubieran perdido, y su lengua natural, el árabe, de no ser porque al ser Argelia una colonia francesa, el árabe había sido degradado al nivel de lengua extranjera. Por supuesto que en su casa, como en la de cualquier otro ciudadano francés, se hablaba la lengua nacional, pero con un acento inconfundible que le colocaba automáticamente en la periferia de Francia. La conclusión a la que llega Derrida -y ese es el hilo conductor de su libro- es que “no tengo más que una lengua y esa no es la mía”. La lengua que habla, en efecto, tiene dos características. En primer lugar, es una lengua dada, que acoge al hablante y precisamente por eso no se la puede apropiar. Aunque la hable, no es suya. En segundo lugar, que habla francés porque las circunstancias han tachado el hebreo, su posible lengua materna, y el árabe, la lengua del lugar, es decir, la lengua natural. Así que el francés no es su lengua propia, porque le ha sido dada; tampoco su lengua materna, que debería haber sido el hebreo; ni siquiera su lengua natural ya que los lugareños hablan árabe. Habla francés, ciertamente, pero con un acento que le delata (“por eso, dice, mi costumbre de hablar bajito”, como disimulando). Monolingüista, sí, pero hablando una lengua prestada, de otro. Derrida entiende que su situación no es exclusiva de un pied noir judío, es decir, no se reduce a la situación excepcional de un colono judío. Si él pone tanto empeño e inteligencia en el análisis es porque la suya es en el fondo la situación de todo el que hable lengua oficial o cooficial.

18/4/16

La cal viva y las quemaduras políticas

            Uno de los momentos más reveladores del debate de investidura fue aquel en el que Pablo Iglesias espetó a Pedro Sánchez lo de "no haga caso a Felipe González que tiene las manos manchadas de cal viva". No digo que fuera ni el más brillante ni el más ejemplar, sino el más revelador del nivel político. Habida cuenta de la importancia que tiene en el panorama político español la confrontación entre lo viejo y lo nuevo, era inevitable que los recién llegados pusieran a los representantes de la política anterior ante sus responsabilidades políticas.

            Pedro Sánchez perdió la ocasión de aclarar las cosas y despejar el camino. A estas alturas de la historia es difícil negar a Felipe González un papel estelar en el desarrollo de la democracia. Su indiscutible prestigio internacional se debe al buen hacer político. Pero tan cierto como es eso es su responsabilidad en la existencia de los GAL. Los jueces no pudieron demostrar que estuviera "manchado de cal viva", es decir, que fuera culpable, pero sí que fue responsable político de los delitos cometidos por sus subordinados directos. En el largo historial del Partido Socialista hay grandes triunfos y también sombras. Pedro Sánchez debería reconocerlo así, añadiendo, además, que el PSOE ha pagado por ello. Si los electores le han colocado en la posición en la que se encuentra es como consecuencia de sus errores. Reconocerlo no significa ni traicionar a Felipe González ni mostrar debilidad ante el adversario. Es la forma más eficaz de decir que no transitará por los mismos parajes porque asume que aquello fue un grave error.

El lugar del intelectual

            La muerte de Umberto Eco ha puesto sobre la mesa el papel del intelectual. Esta venerable figura que tan bien representó en Francia Emile Zola cuando se enfrentó con su pluma, en el caso Dreyfus, a todos los prejuicios antisemitas franceses al grito de "Yo acuso", ha ido consumiéndose, devorada por otros voceros a los que se les oye más porque se adaptan mejor a los gustos del respetable. Eco ha sido una excepción. El profesor universitario se vistió de novelista y consiguió hacernos ver que el rey iba desnudo. En El nombre de la rosa, en efecto, desmonta el tabú más preciado por el ser humano del siglo XX, a saber, el progreso. Aquel bibliotecario, fray Jorge, que envenena a los monjes deseosos de leer un libro nuevo que ha llegado a la abadía, no es el representante de una cultura medieval periclitada que se prohibía a sí misma toda novedad "porque la humanidad ya sabe lo necesario para salvarse" y no necesitaba más, sino que nos representa a nosotros. Nuestro progreso, en efecto, es más de lo mismo; no aporta ninguna novedad por muchos inventos que incorporemos porque seguimos igual de pasivos que los monjes medievales.

14/4/16

El dudoso poder del lenguaje

            La visita del Presidente Obama a Cuba cerraba el capítulo de la guerra fría y abría un nuevo tiempo en el que la lengua, la lengua española, está llamada a jugar un papel fundamental en la política del imperio. Algo de esto se decían los participantes del Congreso Internacional de la Lengua Española que se había celebrado unos días antes en Puerto Rico cuando debatían, además de sobre reglas gramaticales, del poder político de la lengua que hablamos.

            Nadie duda a estas alturas de que el español, hablado por más de 500 millones (50 de ellos en los propios EE.UU.), es un factor de presión y de poder político. Es la ley del número. Pero haríamos un flaco favor a Cervantes -y, por tanto, al genio de la lengua que hablamos- si todo lo cifráramos en poder y presión. El español tiene otras estancias que pueden enriquecer nuestro modo de ser y de vivir si hay hablantes dispuestos a habitarlas. En concreto, la que nos abre el capítulo VIII del Primer Libro del Quijote. Al final del mismo refiere la pelea de Don Quijote y el vizcaíno, privándonos del final de tan encendido episodio porque su autor “no halló más escrito de estas hazañas de Don Quijote”. De repente el lector descubre que el libro que tiene entre manos es traducción o transcripción de un texto al que le faltan hojas. Como el autor no quiere dejarnos en vilo se va en busca de la parte que falta. En un barrio de mala fama de Toledo donde se trafica con papeles un joven le ofrece en venta unos folios, escritos en arábigo, que el autor castellano no entiende y se los hace traducir por “dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo”, resultando ser la secuencia de la pelea pendiente entre el vasco y el manchego. Ahí nos enteramos de que el autor del texto originario es árabe, un tal Cide Hamete Benengeli.

22/3/16

La muerte de Sócrates o cuando la virtud es delito

            El teatro de Mérida ha invitado a Sócrates a subir al escenario para someter al público de este siglo XXI las razones de su condena. Platón ha recogido en un trepidante diálogo, titulado Apología, la autodefensa de ese gran ciudadano ateniense, condenado hace veinticinco siglo por los notables de la ciudad.

            La razón por la que, a lo largo de los siglos, hacemos hablar a Sócrates es porque estamos convencidos de que hay en todo este proceso una lección política que merece ser conocida y transmitida. Pero no es de política de lo que aquí se trata sino de algo más serio.

Por una enseñanza no confesional de la religión

            El Partido Socialista que tantas plumas ideológicas ha ido dejando en el camino, mantiene como último baluarte de su identidad la defensa de la escuela pública. No hay programa electoral que no la mencione. Esta vez, sin embargo, el breve anuncio de que la enseñanza confesional tendrá que salir "del curriculum y del horario escolar" ha levantado ampollas.

            Es lógico. La iglesia católica consiguió del estrambótico ministro de educación, Ignacio Wert, lo que ni siquiera Aznar estuvo dispuesto a conceder, a saber, que la religión formara parte del curriculum. Una vez conseguido este privilegio, los colegios católicos, con sus obispos a la cabeza, no van a soltar la presa. De momento ya han pervertido los términos del debate al dejar caer que no se trata sólo de que la religión no puntúe como la matemáticas sino que los socialistas van a impedir la clase de religión en los colegios privados concertados. Esto no sería posible, aunque lo quisieran, porque les ampara, por un lado la ley orgánica del derecho a la educación (la famosa LODE), que reconoce el derechos de los centros privados a tener ideario propio, y, por otro, el artículo 27 de la Constitución que habla de la libertad de enseñanza.

            Esos son ruidos. Donde está el debate que importa a la sociedad es en la enseñanza de la religión en la escuela. Y aquí nos encontramos con dos posiciones enfrentadas que no llegaron a un consenso en el debate constitucional y por eso aparecen en el artículo 27 juxtapuestas.

13/3/16

Lo necesario y lo urgente del momento político

            La política es palabra y cuando hablamos queremos, por un lado, darnos a entender y, por otro, alcanzar un entendimiento. Inseparable pues del noble arte de la política son estas dos tareas: valorar críticamente lo que hacemos o proponemos y, también, buscar acuerdos. El frenesí que caracteriza a la política en la era de la informática apenas si deja tiempo para lo esencial, es decir, para sopesar el resultado de unas elecciones, por ejemplo, y desentrañar su significación. Lo que se les pide a los políticos es que siga el espectáculo, esto es, que busquen acuerdos para que las instituciones funcionen. Importa la decisión más que su contenido.

            Las últimas elecciones están cargadas de significaciones nuevas que no hemos tenido tiempo de descifrar porque ya nos encontramos en otro tiempo, el de los pactos. Sería, sin embargo, una temeridad para la democracia española que los partidos políticos tomaran  decisiones sin registrar debidamente los mensajes esenciales que han emitido los votantes.

¿Miedo a una Europa alemana?

            Decir que Ángela Merkel manda en Europa es un hecho tan indiscutible como inquietante. El tratamiento de la crisis griega se hizo como ella dijo y es ella la que ahora  está dictando cómo enfocar la ola de refugiados que  llegan a Europa. La opinión pública vivió con preocupación su prepotencia en el caso griego y ve ahora con alivio su resolución en el problema de los refugiados.

            Manda, pues, pero su liderato político es una actitud que no querían para sí sus antecesores en el cargo. Se lo dijo en su momento Helmut Schmidt, alarmado ante "esa prepotencia, pronta a dar lecciones a los demás, algo que convierte a los alemanes en algo mucho más vulnerables de lo que parece". Tanto él como Brandt o Kohl tenían clara conciencia de que Alemania tenía una responsabilidad histórica respecto  a Europa que les obligada a no traducir en liderazgo político su primacía económica. "Cuando yo mandaba", decía Schmidt, "siempre dejaba pasar por delante a los franceses en la alfombra roja. Nunca pretendí convertirme en líder". Un asunto de estética, pero también de ética.

El precio de un visado

            Desde el jueves día tres de diciembre los colombianos pueden circular por la Unión Europea sin necesidad de visado. Una noticia menor si no fuera porque hace quince años, cuando se les impuso esa carga, Gabriel García Márquez, Fernando Botero y otros intelectuales colombianos, protestaron vivamente con unos argumentos inéditos, anunciando, además, que no volverían a España mientras eso no se arreglara. El Nobel de Literatura murió sin volver a pisar nuestra tierra.

            No argumentaban esgrimiendo agravios comparativos (a los argentinos o mexicanos, por ejemplo, no se les pedía) o falta de reciprocidad (en Colombia no nos lo exigen), sino responsabilidad histórica. “Aquí”, decía la carta, “hay brazos y cerebros que ustedes necesitan. Somos hijos, o si no hijos, al menos nietos o biznietos de España. Y cuando no nos une un nexo de sangre, nos une una deuda de servicio: somos los hijos o los nietos de los esclavos y los siervos injustamente sometidos por España. No se nos puede sumar a la hora de resaltar la importancia de nuestra lengua y de nuestra cultura, para luego restarnos cuando en Europa les conviene. Explíquenles a sus socios europeos que ustedes tienen con nosotros una obligación y un compromiso históricos a los que no pueden dar la espalda”.

6/3/16

La elocuencia de los lugares de la memoria

            Por estas fechas, coincidiendo con la liberación del campo de exterminio situado en el pueblo polaco de Auschwitz, se conmemora a las víctimas del Holocausto judío. Algunos países, como España, han suscrito además la Declaración de Estocolmo, del año 2000, comprometiéndose a llevar a los centros educativos el estudio obligatorio del crimen nazi. ¿Los resultados? Muy escasos. Los docentes se quejan de que no hay tiempo y todo se resuelve, en el mejor de los casos, con un par de ratos donde se tocan "temas generales como la intolerancia o el racismo".

            Pese a la buena intención de quienes así piensan y hacen, es una grave equivocación. No es lo mismo defender en abstracto la tolerancia que escuchar los gritos de los desesperados en las cámaras de gas. Y no lo es por dos razones de peso teórico y también educativo. En primer lugar, porque las teorías ilustradas sobre la tolerancia se disolvieron como un azucarillo cuando apareció el vendaval nacional-socialista. A Alemania, cuna del filósofo y dramaturgo Efraim Lessing, autor del tratado más brillante sobre la tolerancia, titulado Natán el Sabio (una pieza teatral), le sirvieron de bien poco los argumentos  en favor de la convivencia respetuosa. Estos se resumían en una idea muy ilustrada, a saber, que todos, antes que judíos, moros o cristianos, somos hombres, es decir, antes que diferentes somos iguales. Estos nobles ideales, barridos por el nacionalismo de los siglos XIX y XX, no supieron prevenir ni predecir la barbarie nazi, basada precisamente en la diferencia étnica. Entonces, si queremos luchar eficazmente contra la intolerancia o el racismo, hay que movilizar otras fuerzas. En concreto: ponernos delante de la experiencia de la barbarie que han protagonizado seres pertenecientes a  esa cultura ilustrada que es también la nuestra. Más eficaz que proclamar ideales en la escuela es recordar el sufrimiento que nuestra  cultura es capaz de generar en el futuro porque lo ha hecho ya en el pasado.

Por qué las disculpas de Bildu no bastan

            EH Bildu acaba de pedir disculpas por “no haber estado al lado de las víctimas de Eta” y también porque con su “actitud política han agravado el dolor de estas personas”. Es un paso más en el proceso crítico que llevan haciendo desde el final de Eta hace un par de años.

            Al reconocer que es “un paso más” están dando a entender que eso no basta, algo que le han recordado las víctimas. Al fin y al cabo el mundo representado por estas organizaciones era el que suministraba legitimación ideológica o incluso la logística imprescindible para la perpetración del crimen. Entonces, ¿qué es lo que falta?

            Las palabras tienen su tiempo, por eso hay momentos en que son plenamente significativas y, otros, en los que nos resultan agotadas y agostadas. Lamentar, por ejemplo, “no haber estado del lado de las víctimas” hubiera tenido grandeza moral si hubiera sido dicho cuando las víctimas eran asesinadas y la familia tenía que enterrar a sus muertos en la clandestinidad porque ni la iglesia les acompañaba. Pero esas mismas palabras, dichas hoy, cuando Eta ha sido derrotada y ellos han descubierto la ganancia electoral que les reporta el abandono de la violencia, son claramente insuficientes, aunque no superfluas.

27/2/16

"Mi Lucha" de Hitler entra en las escuelas alemanas

             Con doce millones de copias hasta la derrota y muerte en 1945 de su autor, Adolf Hitler, Mi lucha es seguramente el libro que, después de la Biblia de Lutero, más ha influido en la historia alemana. La Asociación de Profesores Alemanes entiende que, tras setenta años de condena, el libro maldito puede entrar en las aulas bajo rigurosas condiciones. Sólo se hablará del libro, en efecto, en las clases de bachillerato y se manejarán extractos de la edición crítica que acaba de aparecer en Munich. Sus casi 3.500 comentarios, destinados a explicar el origen de las ideas y, sobre todo, a rebatirlas, ayudarán a vacunar a los jóvenes lectores de cualquier peligro de contagio.

            El hecho de colocar en la estantería de un Instituto de Bachillerato el panfleto de Hitler junto a clásicos tan venerados como Goethe o Schiller, tenía que generar polémica y así ha sido. Muchos alemanes piensan que para informarse sobre esa oscura etapa de su pasado, hay mejores libros de historia. La Asociación de Profesores mantiene, empero, su decisión argumentando que "explicar los mecanismos de la propaganda, forma parte de una educación moderna".

El fracaso de un testigo ejemplar

(Primo Levi y Leonardo de Benedetti, Así fue Auschwitz. Testimonios 1945-1986, Península, 2015, Barcelona)

            Así fue Auschwitz recoge trabajos fundacionales de Primo Levi, es decir, escritos de primera hora, como el Informe sobre la organización higiénico sanitaria del campo de Monowitz, redactado apenas liberado al alimón con el médico De Benedetti, o la declaración minuciosa e inédita que hizo al llegar a casa de 30 deportados italianos para que las familias italianas supieran de ellos, o testificaciones para los procesos de Höss, Eichmann o Bosshammer, amén de una quincena de artículos sobre su vida de deportado. Lo que tienen en común -y lo que justifica según sus editores esta edición- es captar ese momento de novedad que trae el superviviente, consciente de que ha vivido lo impensable, y que tiene que hacerlo comprensible a un mundo que no se lo puede tomar en serio porque carece de categorías conceptuales donde registrarlo.

            ¿Lo consiguen? ¿Consiguen que nosotros, hoy, que ya conocemos bien a Levi, nos sintamos golpeados por las noticias del campo? En parte, sí, porque, aunque sepamos todo del campo, apenas si hemos querido hacernos cargo de los graves problemas morales o políticos que Levi desliza, con maestría y discreción, en medio de sus relatos biográficos. Levi sigue siendo tan molesto hoy como lo fue en su tiempo.

21/2/16

De la mezquita a la escuela

            Para no incriminar al Islam en los recientes atentados de París, toda declaración políticamente correcta debía separar cuidadosamente la violencia de la creencia islámica. Una cosa es el fanatismo yihadista y otra, la fe en Mahoma. Era una medida prudente, habida cuenta de la islamofobia reinante, pero tan discutible en sí misma que no ayuda a medio plazo a resolver o disolver el viejo asunto de la violencia religiosa.

            Porque la verdad es que las tres religiones monoteístas tienen un alma violenta. No hay más que echar un vistazo por las tierras mediterráneas pobladas de guerras santas. La tolerancia sólo llegó a Europa cuando la política se desentendió de la religión. Sólo se llegó a ese punto cuando las mentes más clarividentes de la Ilustración reconocieron que las guerras seculares de nuestro entorno tenían una raíz teológica que había que aclarar de una vez por todas. El dramaturgo Efraim Lessing la planteó genialmente en su obra Natán el Sabio al preguntarse "¿cómo tres religiones distintas, con pretensiones de verdad absoluta, pueden ser al tiempo verdaderas?". Ahí la guerra está servida porque cada una querrá hacer valer su verdad excluyente "por lo civil o por lo militar". La salida la ofrece el protagonista de la obra, el sabio Natán, cuando dice que todos "antes que diferentes somos iguales". Antes que judíos, moros o cristianos, somos seres humanos. La tolerancia comenzó el día en que la política dejó de inspirarse en la religión y aceptó basarse en la humanidad que nos une.

La memoria histórica, manual de uso

Abstract:
En el contexto de "imposturas de la memoria" habría que mencionar a memorias que olvidan o que desvirtúan el pasado o que lo instrumentalizan para el presente. Por mi parte hablaré de la contradicción, entre autores españoles, que se identifican con el sentido fuerte de la memoria, aplicada a la Shoah, y la niegan al referirse a España (Guerra Civil y Transición). Trataré de explicar el sentido y el origen de esa contradicción.


            1. En una mesa titulada "Disputas sobre la memoria, imposturas de la memoria y políticas del presente", quisiera centrarme en el aspecto "imposturas de la memoria".

            Podríamos abordar el tema analizando aspectos tales como las memorias que olvidan en el momento del recordar (la Farmacia de Platón habla de la escritura que olvida todo lo que no queda recogido en ella); las memorias que manipulan el pasado: lo que Walter Benjamin  llama memoria hermenéutica que es la que lleva a cabo el criminal para privar de significación al hecho cometido; las memorias que son instrumentos del presente  como son las de los nacionalismos (Renan: "no hay nación que se precie que no se invente su pasado"); los que falsifican la memoria como hizo, por ejemplo, Enric Marco, el personaje que ha suministrado material a la novela de Javier Cercas, El Impostor.

15/2/16

¿Es el capitalismo la nueva religión?*

            El objetivo de esta reflexión es el análisis y alcance de un breve texto de Walter Benjamin titulado "El capitalismo como religión". Me parece un texto muy actual al poner en el epicentro de su reflexión el complejo concepto de Schuld que es, al tiempo, culpa y deuda. También porque me resulta desconcertante e inquietante tratar al capitalismo como religión. No podemos perder de vista que la economía es una ciencia social con su propia metodología "científica". ¿A qué ton viene esto de tratarla como religión? ¿qué puede aportar de nuevo y constructivo tratarla desde una perspectiva religiosa?

            La categoría "teología política" remite a una constante y compleja relación entre religión y política a lo largo de la historia.  Eso es bien conocido, como lo son los estudios para analizar las implicaciones teológicas en las teoría marxista sobre economía, pero esto de Benjamin es otra cosa pues considera de entrada al capitalismo como una religión. No habla de la relación entre capitalismo y religión sino que plantea de cara el carácter religioso del capitalismo

            Lo primero que llama la atención es que esa perspectiva, por muy extraña que suene, no es nueva. Marx habla de la esencia religiosa del Estado burgués y también del carácter religioso (fetichista) de la mercancía.Véanse estos textos de Marx:

6/2/16

A propósito del film El hijo de Saúl de László Nemes

1. La historia del film es la de un Sonderkommando, Saúl, que se empeña en salvar a un niño muerto. El, que se pasa el día incinerando cadáveres, se la juega para que ese joven/niño no sea incinerado.

          Es un gesto moral de resistencia. Un gesto extraño pues no se trata de salvar la vida de alguien, sino un cadáver. Esto es lo que hace tan interesante esa película.

2. Naturalmente que hay otras formas de resistencia. El Kommando plantea volar los hornos crematorios y buscan a Saúl para que se incorpore, pero él se obstina en su propia estrategia.

            Da más importancia a salvar un cadáver que a destruir la fábrica de muerte. A través de esa metáfora el director manda un mensaje: el proyecto nazi es un proyecto de olvido y la réplica adecuada es la memoria. Si los nazis consiguen no dejar huellas del crimen es como si éste nunca hubiera existido. El cadáver es la huella. Y László Nemes expresa esa profunda verdad priorizando la inhumación del niño a la destrucción de los hornos. Esto que resulta a primera vista ilógico le sirve al artista para potenciar su idea. Nemes ha entendido que si los nazis destruyen los cadáveres es porque saben que el triunfo de su plan criminal depende de no dejar rastros.

4/2/16

Un lugar para la filosofía

            La filosofía no goza de buen predicamento. Hace unos días en el programa de Radio "A vivir que son dos días", el presentador hacía un avance de los espacios que iban a recorrer para concluir diciendo "y al final, de filosofía, si no hay más remedio". Recordé entonces lo que me ocurrió en un Instituto de Bachillerato al que fui invitado para hablar de la revolución francesa. Llegó el turno de preguntas y nadie levantaba la mano, hasta que una jovencita se puso de pie y como quien no dice nada espetó de repente: "bueno, yo pensaba que todos los filósofos estaban muertos". Me dio que pensar una salida como esa. ¿Llegó a esa conclusión porque su profesor sólo les hablaba de personajes difuntos o porque lo que oía le parecía cosa de otro mundo, de un pasado remoto o, incluso, de ultratumba?

            Pienso que el mal trance por el que está pasando la filosofía no tiene que ver sólo con "el plan Bolonia" o "el dominio planetario de la mentalidad tecnológica", sino también con nosotros mismos, con lo que ofrecemos, con frecuencia tan abstracto y confuso.

1/2/16

Pros y contras de la lectura de un libro maldito

            La primera lección que recibió Primo Levi al llegar a Auschwitz fue un "aquí no hay que preguntar" (hier ist kein Warum) porque no hay respuestas que dar ya que esto no tiene sentido. Y, sin embargo, Levi se pasó toda la vida visitando centros escolares dando a conocer lo que había ocurrido, cómo y por qué. Desconcertaba el superviviente italiano al afirmar una y otra vez que "si comprender es imposible, conocer es necesario". Conocemos, por ejemplo, el antisemitismo del hitlerismo pero no podemos comprender por qué para Hitler era más importante exterminar al pueblo judío que ganar la guerra. Aunque hay muchas causas y motivaciones que concurrieron en esa locura colectiva, ninguna explica o justifica adecuadamente lo que ocurrió, por eso es incomprensible.

Un tal Jesús

            Vuelvo de Jerusalén en vísperas de Navidad. Nos han convocado para dialogar sobre la convivencia  en una tierra como Palestina donde las grandes religiones monoteístas -el judaísmo, el cristianismo y el islam- no han sabido vivir en paz. Un palestino explicaba que cualquier arreglo político pasaba por recuperar su casa, una casa que hace mucho tiempo fue destruida. Para ellos no hay más patria que el hogar, de ahí que siempre se sentirán refugiados mientras no recuperen lo que ya es irrecuperable. De nada valdrían unas conversaciones sobre la paz si no se pone como premisa del diálogo la casa... que ya no existe. Despojados pues de toda esperanza, sólo les cabe enfrentarse a la desesperada contra quienes consideran sus enemigos irreconciliables.

             Los representantes judíos exponían con dolor el proceso de radicalización imparable de sus propios correligionarios. Los gobiernos israelíes dependen del apoyo de los grupos ultraortodoxos y éstos cada vez son más intransigentes con propios y extraños. La causa de esa carrera hacia el abismo la veían estos analistas políticos  en algo tan espiritual como la ley que, para un judío, es algo muy serio. Decía el gran pensador judío ilustrado, Moses Mendelssohn que lo único revelado de la Biblia es la ley mosaica, esto es, las normas que regulan la vida personal y colectiva de los judíos. Cualquier otra afirmación bíblica sobre el origen del mundo o sobre la historia de la humanidad sólo vale, decía, en tanto en cuanto sea compatible con la razón. Por eso en todas las sinagogas se guarda con veneración el rollo de la ley dentro de una urna depositada en el lugar más noble.