17/11/21

La mirada de la justicia (Reseña del libro de J.M González, 2016, La mirada de la justicia, Antonio Machado, Madrid)

             Hay quien pregunta qué pinta un Instituto de Filosofía en un Consejo Superior de Investigaciones Científicas, es decir, ¿qué se puede investigar en filosofía si todo está dicho? Se acaban de reeditar las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein donde el autor, pese al título, reconoce que la filosofía no descubre nada: ni hechos ni nuevas verdades, nada con lo que cambiar el mundo. Tan sólo aclarar qué decimos cuando hablamos. Como el lenguaje dice poco, aunque pensemos que apunta lejos, lo propio de la filosofía sería deshacer entuertos, aclarar malos usos del lenguaje, rebajar el alcance de los significados. Es verdad que el conocimiento en filosofía es muy suyo. No es sustitutivo, como en las ciencias naturales, donde lo nuevo sustituye a lo viejo, sino acumulativo. En filosofía Ortega y Gasset puede convivir con Aristóteles. Bueno, pues la respuesta a la pregunta de qué tiene que ver investigación con filosofía es “José María González”. Es un modelo de investigador en filosofía: él dispone de su propio laboratorio que no es un recinto acotado sino las plazas, las azoteas, las palacios, las iglesias. Si investiga sobre el sentido de los ángeles, por ejemplo, se echa a la calle para encontrar en el vasto mundo el material para pregunta tan espiritual. También visitará bibliotecas pero para fijarse en lo que los demás no reparan: en las imágenes que se utilizan, en los grabados que reproducen. Con esos mimbres consigue armar un discurso y explicar una idea con una imagen, lo que le ahorrará cien palabras. Consigue desentrañar el sentido del “ángel de la historia” de Benjamin viéndolo como una réplica del “ángel de la victoria” que preside la Siegessäule de Berlín y ayudará al lector a entender por fin de qué habla Benjamin cuando relaciona el progreso con cadáveres y escombros. Son los suyos libros de un filósofo y no sólo de un erudito porque utiliza la simbología como instrumento de análisis de las ideas.

10/11/21

Apuntes para una ética compasiva

             1. Es un tema que no se lleva o que tiene mala prensa entre los filósofos pero que a mí siempre me ha acompañado. Intenté una aproximación en el año 1988, en la revista Razón y Fe, titulado "Por una ética compasiva" y ahora aprovecho la ocasión que me brinda este curso del Centro de Estudios Judeo-Cristianos para seguir reflexionando sobre este particular.

            Dos de los filósofos que más simpatizan con el tema, Horkheimer y Adorno,  resumen así lo que se dice en filosofía: "La compasión es menos que una virtud: es una debilidad nacida del miedo y de la infelicidad". Spinoza, Kant, Sade o Nietzsche rivalizan en el descrédito de un sentimiento "que no se tiene en pie ante la filosofía" y que "no puede reclamar para sí la dignidad de la virtud" (Kant). No tiene ni entidad ni virtud.

1/11/21

Memoria y construcción política

             1. La democracia en España padece una severa crisis institucional. No hay más que ver la valoración que se tiene de los políticos, jueces, obispos o banqueros. Basta echar una mirada a la monarquía o las noticias sobre el soberanismo catalán para entender que la democracia hacía aguas por todos los costados: desde luego por el institucional, pero también por la base, ¿cómo, si no, entender que políticos corruptos sean votados por mayorías absolutas?

            El peligro de la crisis actual es echar la culpa a las instituciones. Convendría entonces darse un paseo por El Inspector, la obra teatral de Gogol, escrita hace casi doscientos años en la lejana Rusia, pero de plena actualidad aquí. El argumento versa sobre el mundillo político en provincias, sacudido de repente por el anuncio de un inspector enviado para valorar la situación. La gracia del enredo está en que los políticos corruptos confunden al temido inspector con un inocente perillán sorprendido por los halagos y favores con los que el alcalde y su cohorte quieren comprarle. Se deja ir, aprovecha la ocasión y se va colmado de gracias. Mientras los políticos se pavonean de cómo se lo han ganado, reciben el aviso de que el inspector de verdad acaba de llegar. Momento grandioso de la obra es cuando el alcalde se vuelve a los espectadores que han estado riendo todo el tiempo, porque ellos sí sabían que los políticos estaban poniendo los huevos en el cesto equivocado, y les espeta a la cara "pero ¿de qué os reís? ¡os estáis riendo de vosotros mismos!".