17/9/18

Los presos de Eta


            Las asociaciones de víctimas, al dejar solo al Presidente del Partido Popular, Pablo Casado, en sus críticas al traslado de dos etarras, han desactivado la funesta manía de utilizar partidariamente lo tocante al terrorismo, pero no la pregunta de qué hacer con los presos de Eta.

            Porque ciertamente no son presos comunes que hayan infringido este o aquel artículo del código penal sino condenados por delitos con un alto valor simbólico y político. Representan en efecto un modo de entender la patria que les llevaba a matar, secuestrar, extorsionar y amenazar a todo lo que supusiera un obstáculo. Ese modo de entender la lucha política les ha marcado a ellos y también a la sociedad vasca. Como es mucho lo que muere cuando se mata, la sociedad vasca ha quedado dividida entre los que celebraban las muertes y los que lloraban a sus muertos, y, también empobrecida física y moralmente. Si se pudiera contabilizar la cantidad de amistades rotas, de verdad sacrificada, de justicia ajusticiada, de religión manipulada, de represión de buenos sentimientos, de transformación de afectos compasivos en otros de odio, de claudicación de argumentos racionales a manos de simplezas pasionales, nos daríamos cuenta de la deshumanización y del envilecimiento que acarrea la violencia terrorista.

1/9/18

Más allá de la justicia


            La exhumación y traslado de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos a algún destino familiar parece ser parte de un proyecto más ambicioso como sería la aprobación de una nueva Ley de la Memoria Histórica que corrigiera y completara la de 2007.

            Razones para una nueva ley las hay y de peso: declarar la nulidad de los juicios franquistas o que sea el Estado quien se encargue de la identificación de los desaparecidos, por ejemplo. El problema es si todos esos añadidos contribuyen o no al objetivo primordial de una ley cuyo epicentro sea la memoria de un desastre colectivo como fue la Guerra Civil y sus secuelas. El problema de fondo no es lo que falta para honrar a las víctimas que perdieron la guerra y tuvieron que padecer la dictadura –que es mucho ciertamente- sino la realización de lo que implica la memoria de ese pasado.

El lado perverso de la lengua


            ¿Es el castellano una lengua de imposición como dice la consellera de Cultura, Laura Borràs? Desde luego. Y no sólo en Vic sino también en Venta de Baños. Claro que hay que añadir enseguida “como todas las lenguas que hablamos”. Todas son lenguas impuestas, también el catalán.

            Un buen día preguntaron al filósofo francés, Jacques Derrida, que cual era su lengua propia. No lo tenía fácil, él, un judío nacido en Argelia, a la sazón colonia francesa. Su lengua maternal debería haber sido el hebreo, que los padres habían olvidado; su lengua natural, el árabe, pero Francia había decretado que en Argelia era una lengua extranjera. Es verdad que hablaba francés desde pequeño pero con un acentillo que le delataba como un extraño. Concluyó que no tenía lengua propia. La lengua que hablamos no es nuestra porque nos precede y se nos impone.