1.Usted
ha asegurado que “la pregunta que se hiciera Hannah Arendt en su ensayo de 1943,
We refugees, sobre la significación
política del refugiado, sigue teniendo actualidad en pleno siglo XXI. ¿Por qué?
Repuesta:
para Arendt los refugiados son la vanguardia de los pueblos -y no la
retaguardia o un efecto secundario- porque lo que se hizo con ellos, el poder
lo puede hacer con cualquiera. “Ellos” eran el pueblo judío alemán, alemanes
por los cuatro costados, que habían luchado por Alemania en la I Guerra
Mundial, que se sentían totalmente asimilados, y que, de repente, son señalados
como “otros”, privados de su nacionalidad, es decir, desnaturalizados. Son
devueltos a su estado natural de meros seres humanos. Y ellos descubren que eso
es ser menos que nada, porque lo importante son los papeles. Bueno, pues su tesis es que lo que el Estado hitleriano ha
hecho con ellos, los judíos, porque son de otra sangre aunque compartan la
misma tierra, lo pueden hacer mañana con los gitanos, con los enfermos
mentales, con los improductivos o con los viejos. De poco sirve decir que
“todos nacemos iguales y libres” si el Estado se arroga la facultad de decir
quiénes son los sujetos de los derechos políticos y sociales. Ese era un
problema que tenía la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Hay que tomarse en serio los
derechos del hombre. No hay que admitir la distinción entre “nacionales” y
“nacionalizados” . Y hay que exigir que
el ser humano sea siempre un ciudadano.