Una nueva ley sobre memoria histórica en España era necesaria porque la anterior, la del 2007, había dejado un par de cabos sueltos de gran importancia. Había que anular, en efecto, las inmorales e ilegales condenas franquistas a los que fueron leales al entonces vigente Estado de Derecho, y, además, el Estado tenía que hacerse cargo, en nombre de la verdad, de la búsqueda de los desaparecidos.
Un observatorio atento a los desarrollos multidisciplinarios de la cultura anamnética, particularmente en la relación de la memoria con la política, la moral, el derecho, la religión, la literatura y las artes escénicas. Este blog incluye una recopilación de trabajos de Reyes Mate (artículos, conferencias, reseñas ya publicados y textos inéditos). Posteriormente acogerá trabajos de otros autores.
15/8/21
Memoria democrática, una ley necesaria que puede decepcionar
8/8/21
El José Jiménez Lozano que he conocido
1. El primer Jiménez Lozano que conocí fue “el intelectual”, a mediados de los años sesenta. Ya sé que esta referencia no le hubiera gustado mucho, que por algo él distinguía entre “intelectuales” e “inteligentes”. Sin embargo, he encontrado entre mis papeles una copia del texto “El oficio y la tierra”, de 1989, que escribió con motivo del premio “Castilla León” que se le había concedido. De la mano de Julien Benda, el autor de La trahison des clercs, no ahorra crítica a esta familia, los intelectuales, “por haber traicionado su específico deber de preservar los valores del conocimiento y de la expresión artística en el ámbito de lo no útil ni instrumentalizable”. Ahí se despacha a gusto. Ahora bien, si denuncia una traición es porque hay nobles tareas que son memorables aunque hayan sido traicionadas. Lozano habla de un espacio - el de la cultura- que debería entregarse “a la búsqueda del sentido del mundo, la simbolización de lo real, el intento de penetración y conocimiento de los seres y las cosas y su relación existencial con el yo del hombre”. Eso sería un ejercicio noble del intelectual, que debería hacerlo de una manera callada, al margen de las doxas y modas, como hacía el pulidor de lentes de Amsterdam, al que Jiménez Lozano tenía tanta fe.
La muerte de los españoles o las sinrazones de su malvivencia
La muerte es la hora de la verdad. Este dicho taurino no es más que la expresión de una tradición hispana que ha considerado el momento de la muerte como el tribunal que dictaba sentencia definitiva sobre el cara o cruz de la vida. Pero no es el Padre Eterno de la creencia religiosa quien pronuncia el veredicto. Son los caciques de cada casta los encargados de velar para que cada guerrero ocupe su definitiva morada. Y así, en torno a la tumba de cada español, se ha representado, con la hondura trágica que da la autoridad de la muerte, el drama de la malvivencia entre españoles.