12/9/22

Más piedad en la naturaleza que en la voluntad de los pueblos

            La pertinaz sequía que asola a toda Europa ha descubierto el secreto ocultado por las aguas del Danubio. Al secarse el cauce han aparecido en los fondos del río los restos de numerosos barcos alemanes hundidos durante la II Guerra Mundial por el Ejército Rojo en su ofensiva final. Algunos de esos barcos, cargados de municiones, convierten el río en un campo de minas. Por un momento las celebradas aguas del Danubio han dejado de discurrir al son de un vals para recordarnos música de guerra.

             Tiene su gracia que la naturaleza se haya encargado de recordar lo que la historia se empeñaba en olvidar. El Danubio que recorre media Europa se ha convertido en una metáfora de nuestro tiempo: cuando la historia olvida, la naturaleza recuerda, dando a entender con ello que hay más compasión en los severos ciclos naturales que en la voluntad de los pueblos. Aunque resulte extraño, hay más memoria en las piedras de una ruina que en muchas páginas de historia. Las ruinas no mienten pues no necesitan discursos para dar testimonio de un pasado desgraciado. Hasta pueden haber pertenecido a un imperio, como las piedras de los Foros Romanos, pero que, al convertirse en ruinas, están mandando el mensaje de la fugacidad del triunfo. Otras veces, como las de los buques hundidos, son el testimonio de la derrota. En ambos casos brilla el poder memorial de la naturaleza por encima de la conciencia de los humanos, por eso los alemanes se están preguntando hoy qué pasó en ese y otros ríos tan llenos de naufragios.