2/6/15

Por una justicia anamnética(1)

            1. La justicia siempre ha sido un tema mayor de la reflexión política. Para los antiguos era una virtud superior, “más admirable que la estrella de la tarde y de la mañana”, dice poéticamente Aristóteles, porque se ocupa del bien del otro. Para los modernos es incluso algo más: “el fundamento moral de la sociedad”. La sociedad moderna, democrática y liberal, se legitima en tanto en cuanto se base en principios de justicia.
            Hay quien piensa que el sentido por la justicia es anterior al de por la moralidad. Antes de que el hombre supiera distinguir entre el bien y el mal sabía decir, como hacen todavía los niños: “¡no hay derecho!”. Una preocupación, pues, que viene de antiguo aunque obligado es reconocer que se la ha entendido de muchas maneras. Basta recordar que a la justicia unas veces se la representa como una señora con los ojos vendados y, otras, con los ojos bien dispuestos, para hacerse idea de que la justicia ha sido entendida de muchas y diferentes maneras.
            Por ejemplo, la idea que los antiguos se hacían de la justicia poco tiene que ver con la que se explica hoy en las cátedras de filosofía. Para los antiguos la justicia es, en primer lugar, una virtud, es decir, un tipo de acción con un recorrido limitado puesto que lo propio del acto virtuoso es hacer valer lo que impone la naturaleza. En segundo lugar, importa el otro. Para ser justos hay que atender al otro, dar al otro lo suyo. En tercer lugar, su materialismo: para que haya justicia tiene que haber reparación integral.