22/11/16

El criminal que donó sus órganos

            "¿Está bien donar órganos de alguien que ha matado a otras personas?", "¿pasa algo por llevar dentro de ti el órgano de una persona que ha matado a otro"? y "¿se trasplanta el alma con el órgano?". Si estas preguntas salen al final de una noche de copas, la cosa se comprende. Si las profiere el busto parlante de Mariló Montero desde la solemnidad de un programa como "las mañanas de TVE", hay que pellizcarse para asegurarse de que uno no está soñando porque el cóctel de ciencia, ética y filosofía que ahí concurren es de aúpa. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque esas torpes preguntas han encontrado un extraordinario eco en prensa, radio y redes sociales. No es sólo la impulsiva periodista la que anda preocupada con estas preguntas, sino la sociedad de oyentes y videntes que se ha sentido expresada por ella y eso sí merece atención.


            Se pregunta, en primer lugar, si el gesto moral de donar un órgano puede permitírselo un asesino. Sobreentiende la pregunta que quien comete un asesinato se convierte en un ser asesino, es decir, que sólo puede asesinar. Si fuera así, mejor no salir de casa porque de nada valdrían las otras buenas acciones de ese ser humano y tampoco cabría la esperanza de que cambiara. Por suerte somos más que una acción, aunque ésta sea un crimen. En los encuentros que he tenido con ex-asesinos, como por ejemplo los ex-etarras de Nanclares de Oca, me quedé sorprendido de la riqueza moral que puede esconderse tras un reconocimiento de la culpa. Esos presos, confesos y convictos de graves crímenes, ¿pueden ser reducidos a la condición de seres criminales?  Con esa regla de tres habría entonces que expulsar del santoral a San Agustín. Es verdad que la Biblia habla, a propósito del asesinato de Abel, de la "señal de Caín". Yahvé marca al criminal con una señal pero no, como era usual, para que cualquiera pudiera matarle, sino para que nadie le hiciera daño porque seguía confiando en él. La periodista de Televisión Española puede estar tranquila: incluso el autor de un crimen sigue siendo un sujeto humano y, por tanto, un sujeto moral. Y sus órganos serán tan humanos como los de la propia periodista que se ha declarado donante de órganos.

            Luego asoma un segundo problema, a saber, si se traspasa el alma con la víscera. La periodista sospecha que así es y se pregunta si habría manera de confirmarlo científicamente. Hay que reconocer que el lío es considerable porque se pide la confirmación científica de algo como el alma que es una construcción filosófica o teológica. El alma no se traspasa con el corazón porque pese a la poesía que la cultura occidental ha colgado de ese órgano vital, es sólo una víscera corporal. Y si los filósofos antiguos y los teólogos medievales hablaban de un alma humana como algo distinto al cuerpo era para salvar la libertad del sujeto humano. Si el alma fuera una emanación del cuerpo entonces estaría a merced de las sensaciones corporales y no sería libre. Para poder serlo el alma humana tiene que venir "de fuera", de fuera del cuerpo.

            Eso no quita para que podamos hablar de "memoria celular", tal y como hace la francesa Charlotte Valendrey, actriz y autora de un sugerente libro, L'amour dans le sang, donde cuenta cómo al recibir un corazón por trasplante "me cambiaron los gustos". Las células tienen memoria pero no olvidemos que el negociado de la memoria no es el alma sino los sentidos. En las tradiciones filosófico-teológicas que han modelado nuestra cultura y que hablan de cuerpos y almas, el alma es la sede del intelecto y de la voluntad, es decir gestiona los asuntos de la libertad y del raciocinio, mientras que la memoria es un "sentido interno" que se encarga del gusto, del olfato, de la visión y del oído. De eso puede haber "memoria celular" y de eso puede hablarse científicamente.

            Pero no del alma -y así llegamos a la tercera pregunta- porque en la jerga filosófica o teológica occidental, el alma es un principio explicativo tan inalcanzable a la ciencia como lo es la libertad o el bien. Que Mariló Montero no espere de la ciencia respuesta a la pregunta de si el alma se traspasa con el trasplante. La ciencia es muy importante pero ni abarca toda la realidad ni es la única forma de racionalidad que le cabe al ser humano. La existencia de la libertad, por ejemplo, no se demuestra con el microscopio, pero existe. Sabemos de ella cuando se la niega o persigue, sin necesidad de pasar por el laboratorio.

            Vivimos en una sociedad que usa términos sin tener ya conciencia de sus contenidos. Kafka vio en ello un peligroso signo de nuestro tiempo porque cualquiera puede rellenarlos a su arbitrio, perdiendo definitivamente un patrimonio cultural amasado durante siglos. Quizá no estemos tan lejos pero todo se andará.


Reyes Mate (El Periódico de Catalunya, 1 de noviembre 2012)