24/7/23

El antijudaísmo cristiano ante el espejo de la historia

             La Iglesia católica dispone de múltiples registros para dirigirse a sus fieles: desde el púlpito al confesionario, desde el tono sapiencial al admonitorio. Como el menos usado es el autocrítico, sorprende el texto del episcopado francés titulado Deconstruir el antijudaísmo cristiano, que sí lo es. Se atreve con un tema tabú - el milenario antijudaísmo cristiano- considerado desde antiguo altamente inflamable. Empieza diciendo que ya está bien de que los cristianos “se sigan representando a los judíos siguiendo clichés forjados por una agresividad secular”. Es un documento dirigido a los cristianos de a pie explicando, en veinte breves y precisos capítulos, lo infundado de esos prejuicios, tan eficaces por otro lado.

             Los hay de dos tipos. Unos son claramente agresivos, como tratarles de deicidas o pérfidos, dos motes que han justificado todo tipo de atropellos. Con la precisión de un cirujano el texto explica que quien condenó a muerte a Jesús fue el poder romano y que fueron muchos más los judíos que defendieron a Jesús que los que le persiguieron. No hay justificación histórica, aunque esos tópicos, repetidos incluso en la liturgia del Viernes Santo hasta hace poco, han alimentado el odio de generaciones de cristianos y han atizado innumerables episodios de persecución y muerte. No se trata ahora de pedir de nuevo perdón por el pasado sino de cambiar la forma presente de pensar de muchos cristianos.

             Lo más novedoso del texto francés es la denuncia del antijudaísmo camuflado en afirmaciones religiosas, aparentemente inocuas. Por ejemplo, llamar a la Torá judía Antiguo Testamento y a los Evangelios, Nuevo Testamento. Con ese juego lingüístico se mete de matute la idea de que el judaísmo es algo viejo y caduco, superado por el cristianismo. Esa interpretación es injusta y antisemita, dicen los obispos franceses, porque Jesús siempre se sintió parte de la tradición judía, respetó la Ley y se propuso su cumplimiento. El cristianismo, al presentarse como el Nuevo Israel, en substitución del Israel histórico, corre el peligro de situarse en tierra de nadie, al margen de la historia de salvación que Yahvé inauguró con el pueblo de Israel. Los cristianos necesitan a los judíos como bien dijo aquel párroco de Berlín, preguntado por Federico el Grande, que por qué tenía que creer en la verdad del cristianismo: “los judíos, Majestad, los judíos”, respondió. La eternidad del pueblo judío es el mejor aval de la historicidad del cristianismo.

             El cristianismo no ha inventado el antijudaísmo pero sí ha alimentado el antisemitismo a lo largo de los siglos. Ya en el siglo II algunos judíos cristianos pensaban que la Iglesia había sustituido a la Sinagoga; luego en el Concilio de Nicea (325) se decide separar la historia cristiana de la judía; los Cruzados, por su parte, celebran la nobleza de su causa quemando sinagogas con judíos dentro. Por no hablar de las expulsiones: primero en Inglaterra, luego en Francia y, un siglo después, en España que instaura, sigue recordando el texto, “el antisemitismo racial” con aquella obsesión del cristiano viejo “por la pureza de sangre” de la que tan buena nota tomó el nazismo.

             En esta historia de despropósitos el Holocausto supuso un punto de inflexión: la indiferencia de los cristianos y la tibieza del Vaticano incrementó una conciencia crítica posterior que hizo su camino hasta llegar al Concilio Vaticano II que cambió la mirada de la Iglesia sobre el judaísmo. Ya no hay teólogo católico que olvide que Jesús era judío, un dato fundamental que pasó inadvertido durante siglos. Oficialmente las cosas han ido cambiando, pero no la mentalidad de los cristianos, de ahí que los obispos franceses hayan tomado la palabra.

             El documento francés es algo más que una catequesis para cristianos. No olvidemos que el antijudaísmo es el origen de la xenofobia. En el odio al judío se fragua el rechazo al extranjero y al diferente. Para Occidente, el judío, que viene de cualquier sitio, es como el forastero en las películas del Oeste. Inquieta tanto que se le declara enemigo del pueblo. Hitler explica en su libro, Mi Lucha, que lo que le resulta insoportable del judío es que haya hecho del nomadismo su modo de vida, es decir, que haya renunciado a tener tierra propia (todavía no se había creado el Estado de Israel) y se haya convertido en extranjero de por vida. Los extranjeros son detestables porque, dice, son parásitos. Lo que Hitler decía del judío lo decimos ahora del emigrante y se dijo en el pasado del que no era de los nuestros.

             En un momento como el actual en el que las extremas derechas de todo el mundo levantan fronteras contra los emigrantes, persiguen al diferente y niegan los derechos de las minorías, esta denuncia cristiana del antijudaísmo, es altamente significativa. Si a esa derecha que se presenta como la defensa “de la civilización cristiana” o que identifica el ser español con el ser católico, se le dice que esos tópicos forman parte de una historia intolerante que la Iglesia lamenta porque supuso la negación del prójimo (primero del judío, luego del morisco, del protestante, del liberal, del rojo), tendrá que buscarse los avales ideológicos en caladeros históricos inconfesables.

 Reyes Mate (El Norte de Castilla, 9 de julio 2023)