1. ¿En qué momento de la histórica debemos hallar el origen
la corrección política?
Respuesta: La expresión “Political Correctness” está
datada. Aparece a principios de los 80 en USA para denunciar la pretensión hegemónica
de la revolución conservadora que quería entronizar al neoliberalismo como el
fin de la historia. Pero, anécdotas aparte, lo políticamente correcto siempre
ha existido, con otros nombres. Nietzsche, por ejemplo, hablaba del aidos,
definida como “la emoción o el terror de ofender a los dioses, a los hombres y
a las leyes eternas”. ¿Sinónimos?: el “qué dirán”, la doxa, las reglas para
triunfar. Siempre ha existido un estereotipo sociocultural impuesto por la
mayoría que constreñía la conducta de los demás
2. Generalmente, ¿en el pensamiento políticamente
correcto se tienen más en cuenta las emociones que la razón y la lógica?
Repuesta: El recurso a las emociones es fundamental para
neutralizar la racionalidad crítica. Christiane Rochefort, la autora de la
exitosa novela El reposo del guerrero cuenta que se quedó sin público
cuando decidió escribir no para dar gusto sino para dar que pensar. Pero el
pensamiento políticamente correcto no es ingenuo. Tiene una estrategia teórica,
basada en el cálculo o en lo que los filósofos llaman la razón instrumental. A
Teresa de Ávila, por ejemplo, la querían hacer, tras su muerte, santa y
doctora. Pues bien para lograrlo tuvieron que fabricarla una biografía al gusto
barroco de lo que se llevaba, por eso desapareció de su vida todo lo inconveniente.
No había ni rastro de su sangre judía
para que pudiera ser celebrada como “la santa de la raza”.
3. El origen de lo políticamente correcto era acabar con
los prejuicios y la discriminación de las minorías, ¿cree que hoy aún tiene
esta función?
Respuesta: el objetivo es consolidar el poder político o
el sistema económico de una minoría. Para que eso se cuaje hay que conseguir
convencer a la mayoría que eso va en su interés. Por eso hay que embridar la
capacidad crítica pues sólo ésta podría demostrar que “el rey va desnudo”, es
decir, que lo que presentan como bien público es muy particular.
4. Actualmente, ¿lo políticamente correcto favorece la
convivencia?
Respuesta: para convivir hay que coincidir. No todo
acuerdo es malo por principio. Al contrario, ¿acaso no hablamos para
entendernos, es decir, para llegar a un entendimiento? Y ese acuerdo razonado
incluye el respeto al disidente porque quien razona es consciente de los
límites de su propio razonamiento.
Lo grave
es cuando la coincidencia no es el resultado de un uso responsable de la
libertad o de la razón crítica sino de la pertenencia a la tribu. Esa identidad
tribal no atiende a razones sino a sentimientos, tópicos o pre-juicios que
considerará al disidente o al diferente, un enemigo. El romanticismo es a este
respeto muy ilustrativo. Hubo quien, como Herder, para oponerse a la política
napoleónica que quería imponer en Europa por las bravas una política basada en
los ideales revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad, no se le ocurrió otra cosa que
convocar elementos tan irracionales como la sangre y la tierra, o tan
pasionales como la religión y la lengua. Con esa cuádrupla se forjó un tipo de
identidad nacional que para sus creyentes encarna lo políticamente correcto y
que no favorece ciertamente la convivencia.
5. En este momento, ¿sería exagerado afirmar que lo
políticamente correcto se ha convertido en una tiranía?
Respuesta: lo políticamente correcto tiraniza tanto más cuanto
más discreta sea presencia. “En este momento”, como pide la pregunta, su
tiranía es particularmente extrema. Lo políticamente correcto se dice de muchas
maneras. Lo que le caracteriza en este momento es haber secuestrado el tiempo.
Tengamos en cuenta que cada sociedad tiene un ritmo diferente: el de la Edad
Media discurría a paso del hombre; la música de Beethoven, a la velocidad del
tren; la de Mahler, a la del avión. El nuestro es el de internet que circula a
la velocidad de la luz. El tiempo que valoramos es el de la instantaneidad.
Esto explica la tiranía del instante. Vale lo que impacta, el shock. Lo
importante de una noticia es que agite aunque sea falsa.
Eso
significa la muerte de la experiencia (que supone un tiempo lento para poder
digerir el acontecimiento) y el triunfo de las vivencias que son como un shock.
Esa tiranía del instante priva de valor y de significación el pasado y el
futuro. Eso explicaría, por ejemplo, por qué nuestra sociedad está pensada para
jóvenes y sanos, no para viejos o enfermos, tampoco para las generaciones
futuras. La tiranía de las redes afecta
a la calidad de los discursos pues, por
un lado, prima la ocurrencia sobre el razonamiento y, por otro, favorece desde
el anonimato la crítica despiadada contra todo lo que se salga del redil.
6. Según usted, ¿qué razones pueden explican la
consolidación y dominio del pensamiento “políticamente correcto”?
Respuesta: lo políticamente correcto cuenta con una base
que incluye incluso a los que quieren zafarse de su influencia. Hace unos días
El Roto publicaba una viñeta muy ilustrativa. Sobre el dibujo de un imaginario
profeta figuraba este texto: “¡He encontrado la vacuna!”, dijo el profeta.
“¿Cuál es?” le preguntaron. “Otra forma de vivir”, les contestó, pero le
tomaron por loco. La vacuna contra el covid19 es “otra forma de vivir”, a
la que nadie quiere renunciar. Nadie quiere privarse del coche, el viajar sin
límites, el consumismo, es decir, nadie quiere renunciar a una forma de vida
que llamamos “progreso”. Ahora bien el progreso convertido en modo de
existencia, no es gratis. Supone un expolio de la naturaleza y el sacrificio de
los más débiles. Esa forma de vida explica la devastación del virus pues
considerará, en nombre del sacrosanto principio del beneficio, que los gastos
en la sanidad pública son un despilfarro. Pues bien, la ideología del progreso
es también la de los que honestamente combaten el virus, de ahí la dificultad
de combatirle a fondo. La vacuna consistiría en un modo de vida respetuoso con
la naturaleza, más austera, con menos coches y viajes y cruceros y algo que no
nos cabe, por eso al profeta de El Roto le toman por loco.
7. Hay personas que denuncian que hay temas que quedan fuera de la agenda,
del debate político y de la actualidad por no ser políticamente correcto. ¿Estaría
de acuerdo?
Respuesta: para entender los límites que impone lo
políticamente correcto no sólo a la agenda política sino al ejercicio de la
libertad, habría que hablar del alcance de la crítica. Confundimos crítica con
la actitud del crítico que juzga una pieza teatral, por ejemplo, a partir de
sus propios criterios. Esos criterios, por muy críticos que sean, se convierten
en el tribunal de la obra del artista. Prefiero en esto seguir a Walter
Benjamin quien entendía la crítica como la expresión de las exigencias de la
propia obra de arte. En un drama, por ejemplo, hay que personajes que piden
realizarse. La crítica consiste en acompañarles hasta el final en su deseo de
plenitud.
A lo políticamente
correcto no le va esa exigencia crítica pues no reconoce más realidad que la
que él mismo proyecta. No sabe escuchar.
8. A nivel personal, pero también colectivo, ¿qué
herramientas tenemos para escapar de esta dictadura de lo políticamente
correcto?
Respuesta: decía que lo políticamente correcto se dice de
muchas maneras. Un profesional con técnicas heterodoxas va en contra de la doxa
dominante; pero esta misma persona, como ciudadano, puede poner por delante la
pertenencia tribal al valor de la persona; y luego, culturalmente, puede estar
totalmente imbuido de la ideología mundial del progreso. Hay que estar atentos
y desarrollar mucho sentido autocrítico. Por algo decía Kierkergaard “el
individuo se puede equivocar pero la masa siempre se equivoca”. Tampoco está
mal la invitación de Benjamin a “cepillar la historia a contrapelo” porque la
historia que nos cuentan olvida más que transmite. Para escapar de la tiranía
de la doxa, nada como el juicio. Para liberarse de la presión del rebaño,
descubrir la autoridad del otro.
Reyes Mate (“La correcció política és una dictadura?,
entrevista en la revista Valors.
Filosofia de l’actualitat, nr 182, juny 2020, 24-26)