19/6/22

La madriguera, una trampa y no un refugio

             El tiroteo en la escuela de Uvalde (Texas), como todos los episodios de espionaje que hemos conocido en los últimos tiempos, tienen un común denominador, a saber, la obsesión por la seguridad. En los EE.UU. los ciudadanos van armados hasta los dientes porque no se fían de que el Estado les proteja. En España, banqueros espían a banqueros, dirigentes empresariales a políticos, dirigentes a compañeros del partido, instituciones del Estado a gobernantes nacionales o autonómicos porque nadie se fía del otro. Mejor que contar con su lealtad es tenerle amarrado por su debilidad. Eso es lo que nos hace fuertes.

             La seguridad es una categoría innegociable porque la vida, sobre todo la humana, es un riesgo. Platón cuenta en uno de sus diálogos, titulado Protágoras, que los dioses del Olimpo quedaron consternados de lo mal pertrechado que nacía el hombre. Observan desde las alturas que el animal nace o veloz, como la gacela, o potente, como el león, o astuto, como la serpiente sólo el ser humano nace frágil, débil y necesitado. El hombre viene al mundo con un problema de seguridad y, si quiere sobrevivir a un entorno hostil, tendrá que buscar una solución.