No nacemos inocentes. Cada
generación llega al mundo con una responsabilidad heredada. Sobre nosotros, los
nacidos después de Auschwitz, pesa el deber de memoria que no consiste en
acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos en los campos de exterminio, sino
en la obligación de reflexionar sobre la historia política europea que llevó a
la catástrofe.
Sabemos hoy que el ser humano hizo
lo que no había sido capaz de pensar ni de imaginar. El deber de memoria nos
pide revisar cada una de las piezas que llevaron al proyecto de exterminio y valorarlas
a la luz de lo que se hizo aunque no se pensara. Historiadores y filósofos
coinciden en que una de esas piezas, quizá la más importante, fue el
nacionalismo.