27/11/22

El poder de la justicia y la impotencia del ciudadano

El poder de la justicia y la impotencia del ciudadano

             Un buen día Josef K se despertó con la desagradable sorpresa de que su dormitorio se había convertido en una sala judicial. La vuelta a la realidad, después del sueño, significaba vivir la vida como un inacabable proceso donde lo que menos importaba era substanciar si era culpable o inocente. Lo importante es que K sintiera que su vida no dependía de él porque estaba al albur del tribunal.

22/11/22

Kafka en un juzgado de Gijón

             Un día de la pasada primavera me desperté culpable. El cartero me entregó un sobre certificado del Juzgado de Instrucción Nº 4 de Gijón que escondía en su interior una sentencia, firmada por su titular, en la que se me condenaba por haber robado en el mes de octubre del año 2021 el móvil de una menor, en una discoteca de Gijón, a altas horas de la madrugada.

             Para alguien, como yo, domiciliado en Madrid, que no pisaba Gijón desde hacía cuatro años, y tampoco una discoteca desde otros muchos más, la sentencia condenatoria me sumió en una perplejidad no ayuna de curiosidad porque ¿cómo la Magistrado Juez había podido llegar a esa conclusión? No hace mucho detuvieron a un respetable ciudadano porque el nombre y dos apellidos coincidían con los de un delincuente. Aquí no había malentendidos. Como me dijo una vez José Saramago “nadie se llama Reyes Mate”.

13/11/22

Pensar en español en tiempos de globalización*

            Preguntarse si se puede pensar en español o en qué consiste, es una rareza. A un alemán no se le ocurriría hacerse la pregunta porque da por sentado que un alemán piensa y que, cuando piensa, es para todo el mundo. Uno de ellos, Martin Heidegger, escribió un célebre artículo, titulado “¿Qué significa pensar?” No añadió la coletilla “en alemán” porque él bien sabía que el alemán, cuando piensa, es para todos, como si la racionalidad fuera alemana.

             Para los hispanohablantes la cosa es muy diferente. Tenemos que preguntarnos si se puede pensar en español, porque hay dudas, motivadas por opiniones externas y, otras que alimentamos nosotros mismos.

             Empecemos por las primeras. Este mismo Heidegger dejó dicho en una entrevista que publicó póstumamente Der Spiegel, que “pensar, pensar, sólo en griego o en alemán”. Este chauvismo no era cosa exclusiva suya sino que venía de lejos. El gran Hegel ya había decretado que lo más preclaro de la inteligencia mundial era centroeuropeo, es decir, añadía, “germánico y protestante”. De un plumazo colocaba a las culturas sureñas, como la española, fuera del mapa, en el margen. Nosotros éramos, en su jerga, “semitas” pero no “arios”. Los latinoamericanos salían peor parados pues de ellos decía que “tenían geografía pero no historia”, es decir, estaban más cerca del momento animal que del racional o, dicho de otra manera, eran más una expresión de la naturaleza que de un proyecto humano. Es recomendable para quien quiera profundizar en este punto leer el texto de Ortega y Gasset, “Hegel y América”, donde el pensador del Manzanares saca los colores al atropello ideológico que perpetra el pensador alemán.

6/11/22

Educar en la televisión, empresa heroica

             La tele no parece muy recomendable para quien quiera educarse. Puede divertir y, hasta cierto punto, informar, pero no parece que la educación sea uno de sus fuertes. Por eso resulta sorprendente que haya un programa educativo, La Aventura del Saber, que ha podido celebrar su treinta aniversario. No es concurso sino una conversación, de ahí su mérito. La sorpresa que suscita su longevidad se explica porque damos por inevitable que la tele es la caja tonta que sirve de publicidad a los políticos y que busca audiencia aunque sea, como dice el crítico televisivo, Ferran Monegal, haciendo picadillo las intimidades de los que se presten por un puñado de dólares.

             Hace unos días la viñeta de El Roto presentaba a un hombre frente al televisor con este rótulo: “No nos interesa que no creas lo que ves. Lo que cuenta es que nos veas”. El mensaje está claro. Si te pones delante del televisor, acabarás pensando como diga el televisor. Si decimos, con razón, que la nuestra es la civilización de la imagen es porque ella nos moldea. Si nos fijamos bien en el texto de la viñeta, no pone el acento en el aspecto económico (“acabarás comprando lo que te presentamos”) sino en el intelectual: “acabarás creyéndote lo que nosotros queramos”.