8/9/14

Razones para la resignificación del Valle de los Caídos

"Cuando la idea de inocencia desaparece del inocente, entonces es el poder lo único que reina en un mundo ya desesperado"  (A. Camus L'homme revolté)
           
            1. La Orden Ministerial plantea a la Comisión de Expertos la tarea de dar al Valle de los Caídos "un nuevo significado más inclusivo desde el espíritu de reconciliación y el respeto al pluralismo reconocido en el pacto constitucional"; que proponga actuaciones que conviertan el Valle "en un lugar de memoria colectiva democrática, en clave de reparación, verdad, reconciliación".

            a) Es una tarea difícil porque el Valle no es un lugar neutro donde no hubiera ocurrido nada, ni es un lugar histórico pero abandonado, como Belchite. Es un lugar de la memoria viva, de la memoria franquista. Así está instalado en la memoria colectiva para solaz de los unos y vergüenza o indignación de los otros.

            b) Somos conscientes de que es tan difícil que cuando los ingenieros del Patronato Nacional nos dicen, sottovoce, que el edificio está en ruinas y que si no se interviene ya en 50 años se habrá derrumbado, manejamos la posibilidad de partir de esa realidad y hacer propuestas que en lugar de intervenir sobre el pasado heredado, "acompañáramos las ruinas". ¿Qué queríamos decir? Que en lugar de esforzarnos en transformar un presente, el Valle, elaborando la significación del pasado, lo que deberíamos hacer es dar la palabra al tiempo, acompañar la palabra del tiempo que se está erigiendo en juez de la historia: si ese monumento quiso desafiar al tiempo, eternizando un instante (el del triunfo del franquismo sobre la legalidad republicana), lo que procedía era verbalizar la marcha del tiempo que reduce a escombros el proyecto de eternizar la barbarie. No se trataría de salvar el pasado, ni siquiera el pasado de los vencidos, sino de acompañar e ilustrar lo absurdo de la pretensión de los vencedores de absolutizar la barbarie. La hegeliana Weltgeschichte als Weltgericht, pero a contrapelo.

            2. Pero abandonamos esa pista. Como dice el texto, preferimos " seguir el espíritu de la susodicha Orden Ministerial, haciendo propuestas positivas que hagan del Valle de los Caídos un lugar de memorias compartidas que contribuyan a la convivencia".

            Pensamos que ese objetivo era alcanzable, aunque fuera difícil. Las razones que nos guiaron eran estas:

            a) Era posible resignificar el lugar. Era posible cambiar el significado de un lugar, concebido como memoria excluyente, hasta el punto de convertirle en un lugar de memorias compartidas o de memoria democrática.

            Conviene detenerse en este punto de la resignificación porque ha sido objeto de duras críticas. Digamos que abundan los casos de sonoras resignificaciones. Por ejemplo, la cruz que empezó siendo una señal maldita, un símbolo de oprobio, y ha acabado presidiendo despachos ministeriales y oficinas de banqueros. Desde que Constantino hizo del cristianismo la religión del Imperio, es difícil ver al crucificado como un ajusticiado vitando.

            Un segundo caso de resignificación es el Lager, el KZ. Pensemos en Buchenwald que primero fue campo nazi de concentración y luego campo estalinista de muerte. Un lugar maldito del que más vale alejarse. Pero miremos lo que dice uno de sus más ilustres supervivientes, Jorge Semprún, en esa especie de testamento espiritual que fue el discurso por él leído antes de morir: "la explanada de Buchenwald es un lugar ideal para recordar el origen de Europa, pero también para pensar en su futuro, en este momento de crisis, involución, falta de aliento y empuje"[...]"Es un lugar único para recordar a los jóvenes visitantes [...] que las raíces de Europa se pueden encontrar en ese lugar, en esas huella materiales del nazismo y el estalinismo, contra las cuales, precisamente, se inició la aventura de la construcción europea", (El País 5 de abril del 2010). Un lugar de muerte acaba simbolizando la posibilidad de la convivencia, de la unión de los europeos.

            Hay un tercer caso que quisiera traer a colación. Se lo tomo prestado a José María González que ha estudiado con detalle la metamorfosis de símbolos como la diosa Fortuna o la diosa de la Victoria, la Niké, que el pueblo ha identificado con el Ángel de la Victoria.

            González sostiene que el "Ángel de la Historia", el de la Tesis IX de Walter Benjamin, ese que considera al progreso "como una catástrofe única construida sobre escombros y cadáveres; ese que "quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer los fragmentos", ese símbolo de los vencidos es como el reverso del Ángel de la Victoria, plantado en lo alto de la "Siegessäule", la Columna de la Victoria que domina la ciudad de Berlín, construida para celebrar el triunfo prusiano sobre daneses y franceses en 1871.

            Lo que le llevó a resignificar el Ángel de la Victoria fue la observación de que ese Ángel que resplandece en todo lo alto, está soportado por un "infierno", en la base de la columna, donde aparece el precio de la victoria: la representación de un ejército derrotado, sumido en la humillación y el sufrimiento. Benjamin ha tematizado esa visión diciendo  "que  no hay un solo documento de cultura que no lo sea también de barbarie" (Tesis VII).

            Este es el punto al que quería llegar. Todo monumento de cultura tiene un momento de barbarie de suerte que sólo considerando el monumento desde la barbarie -casi siempre invisibilizada por el autor de la obra de arte- podemos conquistar la mirada enriquecida del conjunto, admirar y valorar en sus justas proporciones lo que tenemos delante. Si eso es verdad, también lo es que en toda obra de barbarie hay un momento de humanidad que no lo proporciona el autor de la barbarie, sino su víctima. Es el momento del Ángel de la Historia del que habla Benjamin. ¿Eso qué quiere decir? Que si consideramos ese monumento de la barbarie desde la perspectivas de sus víctimas, el lugar cambia de significación. En lugar de ser un lugar de celebración de la producción de víctimas pasa a ser un lugar de memoria de la injusticia, un lugar en el que se recuerde la justicia que se les debe.

            A eso se refiere el documento cuando dice: "La razón básica que nos ha movido en esta decisión es el convencimiento de que, pese a sus muchas dificultades, la memoria del pasado, si es memoria de las víctimas, supone un progreso moral en la convivencia. Esa memoria es, en efecto, justicia en el sentido de que recordarlas es hacer presente la injusticia que se cometió con ellas. Y esa forma de justicia propicia la convivencia porque al reconocer la deuda impagable que tenemos con ellas, nos sentimos obligados, en cuanto herederos de aquel pasado, a revisar nuestras seguridades y a evitar la negación del otro que produjo aquella catástrofe".

            La resignificación es socialmente posible y en este caso supone un progreso moral.

       La resignificación ocurre sea porque cambian las circunstancias externas (la conversión de Constantino explica que el Imperio en vez de perseguir la cruz, la venere y pase a ser expresión del poder; el Ángel que dirige la cuadriga de la Puerta de Brandenburgo pasa a ser de "Ángel de la Paz" a "Ángel de la Victoria" cuando Napoleón, que se la había llevado a Paris para coronar su Madeleine, es derrotado) o bien porque se reorganizan de otra manera los elementos internos (Benjamin descubre en la "Siegessäule" elementos de triunfo, la Niké que la corona, y de derrota, como el ejército del friso inferior. Lo que él hace es ver todo desde la base y no desde lo alto (o por una combinación de ambos). El resultado es la transformación de un Ángel de la Victoria en un Ángel de la Historia de los vencidos.

            3. Hablemos ahora ya más concretamente del Valle de los Caídos.

            Hay, desde luego, un cambio externo que es más que circunstancial: la llegada de la democracia que pone fin al tiempo de dictadura que el Valle debía de eternizar. La democracia cambia el contexto interpretativo porque al ser ésta un proyecto de convivencia que nace con la vocación de superar la malvivencia de la etapa anterior, está obligada a arrojar luz crítica sobre las figuras de exclusión de la dictadura. La democracia tiene esa autoridad moral sobre la dictadura, autoridad que puede expresar sea condenando las formas pasadas de exclusión, sea integrándolas en formas de convivencia, si hay elementos internos que así lo permitan.

            La Comisión pensó que había  suficientes elementos internos al complejo arquitectónico del Valle que permitían intentar esa integración por el camino de la resignificación.

            Estos elementos son, en primer lugar, la presencia en el Valle de víctimas de los dos bandos:

- El documento es muy cuidadoso en afirmar que no todos los enterrados allí son víctimas. La mayoría son muertos in bello que no son víctimas, en sentido estricto sino combatientes que mueren empuñando las armas. Seguro que también hay verdugos, es decir, golpistas que se llenaron de sangre matando en la retaguardia. Pero sabemos que hubo víctimas de ambos bandos: monjas de clausura, asesinadas por sus creencias religiosas, y maestros republicanos asesinados por sus ideas políticas. Lo que caracteriza a la víctima es la inocencia. Toda víctima es inocente, independientemente del campo en que se encuentre, y en esa inocencia se encuentran hermanadas todas ellas al tiempo que denuncian la violencia política que tuvieron que sufrir. Aunque no todos los inhumados en la Basílica del Valle de los Caídos son víctimas, son ellas las que deben ocupar el centro del memorial en que debe transformarse ese lugar en su conjunto. La centralidad de la víctima, de todas las víctimas, obliga a resignificar un espacio concebido para significar a unas e invisibilizar a otras.

- El segundo elemento a tener en cuenta es el cementerio. El Valle es un cementerio singular, el más grande de la Guerra Civil, con cerca de 40.000 cadáveres enterrados. Tiene la particularidad de que muchos de ellos son republicanos que fueron llevados al Valle sin el consentimiento de los familiares, con el agravante de que por la incuria, el paso del tiempo y otras circunstancias, esos restos cadavéricos son inidentificables, es decir, forman parte del lugar. Ha habido un proceso de naturalización de la historia, de disolución de las biografías en polvo, que obliga a una nueva y original forma de historialización de la naturaleza por el camino de la resignificación.

- Hay un tercer elemento a tener en cuenta: el hecho de que la inmensa mayoría de los allí enterrados sufrieron las consecuencias violentas de una guerra que quiso solventar problemas políticos mediante la violencia fratricida. Aunque no fueran víctimas, su sufrimiento no nos deja indiferente. Nos sentimos interpelados por su sufrimiento, obligándonos a reflexionar sobre formas de resolver conflictos políticos que no produzcan problemas superiores a los que quieren abordar.

- Hay un cuarto factor que no podemos perder de vista: la presencia en la construcción del Valle de prisioneros republicanos que de esta forma podían redimir sus penas por trabajo. No es un asunto menor el recurso a mano de obra esclava para la construcción de este monumento faraónico del vencedor. Ilustra bien la afirmación benjaminiana de que "no hay un documento de cultura que no lo sea también de barbarie". A la realidad del Valle pertenece esta trama oscura de sufrimientos y humillaciones sin las que lo construido es inexplicable.

            La puesta en evidencia de ese factor altera de alguna manera la significación del conjunto que si, por un lado, es construido en nombre de determinados "valores", esos "valores" quedan debilitados por la inhumanidad a la que se recurrió para  su afirmación. Esos "valores" afectan, desde luego, al capital de las empresas que se lucraron con mano de obra esclava (y que deberían correr con los gastos de la resignificación del lugar) y también a los valores "espirituales" que el complejo del Valle quiso honrar y mantener.

            4. Sobre algunas reacciones al proyecto.

            Las reacciones a la propuesta de la Comisión han venido sobretodo de dos frentes opuestos: desde la extrema derecha, que no acepta intervención alguna desde la democracia en su santuario ideológico; y desde la izquierda que no ve posible la resignificación del lugar.

            Quisiera detenerme en el artículo de Santos Juliá "Una imposible resignificación" (El País 11 de diciembre del 2011). Juliá se manifiesta contrario a la propuesta de la comisión: "¿Cabe, se pregunta, la relectura de un monumento extrayendo de él un sentido contrario al que se deriva de su texto en piedra?". La respuesta es que no pues la única que vale es la que está grabada en las piedras, se entiende que por parte de quien las puso y esa es bien elocuente. El monumento está erigido a la memoria de los caídos en la Cruzada". Pretender cambiar ese sentido es tan imposible, añade, como querer "reinterpretar Auschwitz como lugar de la reconciliación". Imposible. Acaba proclamando que quienes pretendan lo contrario, es decir, cambiar el sentido originario mediante el recurso del discurso, tal y como pretenden los miembros de la comisión, tienen que ser víctimas de los "estragos que han provocado las amenidades posmodernas".

            ¿Qué decir? Ya he dicho que la resignificación es posible, se da con frecuencia y ha afectado a Buchenwald. Lo que me parece revelador es el contraste entre la elocuencia de las piedras y la impotencia del discurso. Si se apela a la elocuencia insuperable del "texto de las piedras", se está dando a entender que las piedras tienen un sentido objetivo que no admiten intepretación sino conocimiento "científico". Ahí asoma el historiador "científico" que quiere lo imposible.

            Desde esa perspectiva resulta vana la pretensión de cambiar el sentido objetivo por la interpretación del discurso. Este desprecio al discurso seguro que tiene que ver con una filosofía aristotélica del lenguaje que entiende la palabra como un "flatum vocis", como un ruido gutural que no tiene más sentido que el que quiera darle el que lo emite. Una "vox significativa ad placitum".

            Pero no por casualidad se ha hablado de un giro lingüístico: "el lenguaje es la casa del ser" (Heidegger). Se quiere decir que el ser que la cosa tenga para nosotros es el que le da la palabra que le nombra. Únicamente donde haya palabra habrá mundo y donde haya mundo habrá historia" (Heidegger), es decir, el lenguaje no sólo sirve para nombrar la cosa sino que la constituye. ¿Es esto, como dice Juliá, un "estrago de las amenidades posmodernas"? Lo problemático es más bien la pretensión de un sentido objetivo, fijado en las piedras, al margen del discurso.

            Lo que ya es como rizar el rizo es que quien haya defendido la bondad de la transición española, elevando el hecho casi anecdótico de que en las revueltas de los estudiantes de los años 50 y 60 contra el franquismo se encontraran hijos de los vencedores (Pradera, Sánchez Ferlosio) y de los vencidos a categoría de "reconciliación nacional", invoque ahora el principio de la "inamovilidad de la piedra" para decir que el Valle queda fuera de ese convite...

            Este tipo de opiniones podrían no tener mayor importancia, pero la tienen porque se las damos. Ahí está el blog del autor de "Las letras y las armas", Andrés Trapiello, que reconoce que cambió de opinión al leer el artículo de Santos Juliá. Tiene gracia que alguien tan avezado en el arte de la hermenéutica se deje convencer por quien la niega.

            5. Una precisión necesaria. Resignificación no significa olvidar, ni exculpar, ni caer en simplezas como "hubo abusos por ambos lados". Resignificar significa reconocer responsabilidades: la de los golpistas, la de la Iglesia, la de los asesinos. Lo que pretende la resignificación es integrar esa memoria crítica en un proyecto de convivencia basado en la justicia a las víctimas, en la compasión por el sufrimiento de todos, en el empeño de repensar la relación entre violencia y política.

            6. Podemos preguntarnos si este barco llegará a puerto, es decir, si veremos un día que hijos de los vencidos y de los vencedores visiten este lugar y encuentren en él las razones para la meditación que nos han inspirado a la hora de redactar este documento. Depende, en primer lugar, de que se aplique el plan que no son sólo ideas inspiradoras sino también actuaciones concretas. Puede que no haya llegado el momento, pero llegará algún día. Llegará un día en que una generación de españoles decida superar el enfrentamiento entre las dos Españas y no tendrá más remedio que hacer suyo el espíritu compasivo que ha inspirado este documento.

Reyes Mate (Participación en la mesa redonda sobre "El informe del Valle de los Caídos", organizado por el Foro de debate del CCHS, 1 de febrero del 2012)