"Cuando la idea de inocencia desaparece del inocente, entonces es el poder lo único que reina en un mundo ya desesperado" (A. Camus L'homme revolté)
1. La Orden
Ministerial plantea a la Comisión de Expertos la tarea de dar al Valle de los
Caídos "un nuevo significado más inclusivo desde el espíritu de
reconciliación y el respeto al pluralismo reconocido en el pacto
constitucional"; que proponga actuaciones que conviertan el Valle "en
un lugar de memoria colectiva democrática, en clave de reparación, verdad,
reconciliación".
a)
Es una tarea difícil porque el Valle no es un lugar neutro donde no hubiera
ocurrido nada, ni es un lugar histórico pero abandonado, como Belchite. Es un
lugar de la memoria viva, de la memoria franquista. Así está instalado en la
memoria colectiva para solaz de los unos y vergüenza o indignación de los otros.
b)
Somos conscientes de que es tan difícil que cuando los ingenieros del Patronato
Nacional nos dicen, sottovoce, que el edificio está en ruinas y que si no se
interviene ya en 50 años se habrá derrumbado, manejamos la posibilidad de partir
de esa realidad y hacer propuestas que en lugar de intervenir sobre el pasado
heredado, "acompañáramos las ruinas". ¿Qué queríamos decir? Que en
lugar de esforzarnos en transformar un presente, el Valle, elaborando la
significación del pasado, lo que deberíamos hacer es dar la palabra al tiempo,
acompañar la palabra del tiempo que se está erigiendo en juez de la historia:
si ese monumento quiso desafiar al tiempo, eternizando un instante (el del
triunfo del franquismo sobre la legalidad republicana), lo que procedía era
verbalizar la marcha del tiempo que reduce a escombros el proyecto de eternizar
la barbarie. No se trataría de salvar el pasado, ni siquiera el pasado de los
vencidos, sino de acompañar e ilustrar lo absurdo de la pretensión de los
vencedores de absolutizar la barbarie. La hegeliana Weltgeschichte als Weltgericht, pero a contrapelo.
2.
Pero abandonamos esa pista. Como dice el texto, preferimos " seguir el
espíritu de la susodicha Orden Ministerial, haciendo propuestas positivas que
hagan del Valle de los Caídos un lugar de memorias compartidas que contribuyan
a la convivencia".
Pensamos
que ese objetivo era alcanzable, aunque fuera difícil. Las razones que nos
guiaron eran estas:
a)
Era posible resignificar el lugar. Era posible cambiar el significado de un
lugar, concebido como memoria excluyente, hasta el punto de convertirle en un
lugar de memorias compartidas o de memoria democrática.
Conviene
detenerse en este punto de la resignificación porque ha sido objeto de duras
críticas. Digamos que abundan los casos de sonoras resignificaciones. Por
ejemplo, la cruz que empezó siendo una señal maldita, un símbolo de oprobio, y
ha acabado presidiendo despachos ministeriales y oficinas de banqueros. Desde
que Constantino hizo del cristianismo la religión del Imperio, es difícil ver
al crucificado como un ajusticiado vitando.
Un
segundo caso de resignificación es el Lager,
el KZ. Pensemos en Buchenwald que primero fue campo nazi de concentración y
luego campo estalinista de muerte. Un lugar maldito del que más vale alejarse.
Pero miremos lo que dice uno de sus más ilustres supervivientes, Jorge Semprún,
en esa especie de testamento espiritual que fue el discurso por él leído antes
de morir: "la explanada de Buchenwald es un lugar ideal para recordar el
origen de Europa, pero también para pensar en su futuro, en este momento de
crisis, involución, falta de aliento y empuje"[...]"Es un lugar único
para recordar a los jóvenes visitantes [...] que las raíces de Europa se pueden
encontrar en ese lugar, en esas huella materiales del nazismo y el estalinismo,
contra las cuales, precisamente, se inició la aventura de la construcción
europea", (El País 5 de abril
del 2010). Un lugar de muerte acaba simbolizando la posibilidad de la
convivencia, de la unión de los europeos.
Hay
un tercer caso que quisiera traer a colación. Se lo tomo prestado a José María
González que ha estudiado con detalle la metamorfosis de símbolos como la diosa
Fortuna o la diosa de la Victoria, la Niké, que el pueblo ha identificado con
el Ángel de la Victoria.
González
sostiene que el "Ángel de la Historia", el de la Tesis IX de Walter
Benjamin, ese que considera al progreso "como una catástrofe única
construida sobre escombros y cadáveres; ese que "quisiera detenerse,
despertar a los muertos y recomponer los fragmentos", ese símbolo de los vencidos
es como el reverso del Ángel de la Victoria, plantado en lo alto de la
"Siegessäule", la Columna de la Victoria que domina la ciudad de
Berlín, construida para celebrar el triunfo prusiano sobre daneses y franceses
en 1871.
Lo
que le llevó a resignificar el Ángel de la Victoria fue la observación de que
ese Ángel que resplandece en todo lo alto, está soportado por un "infierno",
en la base de la columna, donde aparece el precio de la victoria: la
representación de un ejército derrotado, sumido en la humillación y el
sufrimiento. Benjamin ha tematizado esa visión diciendo "que
no hay un solo documento de cultura que no lo sea también de
barbarie" (Tesis VII).
Este
es el punto al que quería llegar. Todo monumento de cultura tiene un momento de
barbarie de suerte que sólo considerando el monumento desde la barbarie -casi
siempre invisibilizada por el autor de la obra de arte- podemos conquistar la
mirada enriquecida del conjunto, admirar y valorar en sus justas proporciones
lo que tenemos delante. Si eso es verdad, también lo es que en toda obra de
barbarie hay un momento de humanidad que no lo proporciona el autor de la
barbarie, sino su víctima. Es el momento del Ángel de la Historia del que habla
Benjamin. ¿Eso qué quiere decir? Que si consideramos ese monumento de la
barbarie desde la perspectivas de sus víctimas, el lugar cambia de
significación. En lugar de ser un lugar de celebración de la producción de
víctimas pasa a ser un lugar de memoria de la injusticia, un lugar en el que se
recuerde la justicia que se les debe.
A
eso se refiere el documento cuando dice: "La razón básica que nos ha movido en esta decisión es el convencimiento
de que, pese a sus muchas dificultades, la memoria del pasado, si es memoria de
las víctimas, supone un progreso moral en la convivencia. Esa memoria es, en
efecto, justicia en el sentido de que recordarlas es hacer presente la
injusticia que se cometió con ellas. Y esa forma de justicia propicia la
convivencia porque al reconocer la deuda impagable que tenemos con ellas, nos
sentimos obligados, en cuanto herederos de aquel pasado, a revisar nuestras
seguridades y a evitar la negación del otro que produjo aquella catástrofe".
La
resignificación es socialmente posible y en este caso supone un progreso moral.
La
resignificación ocurre sea porque cambian las circunstancias externas (la
conversión de Constantino explica que el Imperio en vez de perseguir la cruz,
la venere y pase a ser expresión del poder; el Ángel que dirige la cuadriga de
la Puerta de Brandenburgo pasa a ser de "Ángel de la Paz" a "Ángel
de la Victoria" cuando Napoleón, que se la había llevado a Paris para
coronar su Madeleine, es derrotado) o bien porque se reorganizan de otra manera
los elementos internos (Benjamin descubre en la "Siegessäule"
elementos de triunfo, la Niké que la
corona, y de derrota, como el ejército del friso inferior. Lo que él hace es
ver todo desde la base y no desde lo alto (o por una combinación de ambos). El
resultado es la transformación de un Ángel de la Victoria en un Ángel de la
Historia de los vencidos.
3.
Hablemos ahora ya más concretamente del Valle de los Caídos.
Hay,
desde luego, un cambio externo que es más que circunstancial: la llegada de la
democracia que pone fin al tiempo de dictadura que el Valle debía de eternizar.
La democracia cambia el contexto interpretativo porque al ser ésta un proyecto
de convivencia que nace con la vocación de superar la malvivencia de la etapa
anterior, está obligada a arrojar luz crítica sobre las figuras de exclusión de
la dictadura. La democracia tiene esa autoridad moral sobre la dictadura,
autoridad que puede expresar sea condenando las formas pasadas de exclusión,
sea integrándolas en formas de convivencia, si hay elementos internos que así
lo permitan.
La
Comisión pensó que había suficientes
elementos internos al complejo arquitectónico del Valle que permitían intentar
esa integración por el camino de la resignificación.
Estos
elementos son, en primer lugar, la presencia en el Valle de víctimas de los dos
bandos:
- El documento es muy cuidadoso en
afirmar que no todos los enterrados allí son víctimas. La mayoría son muertos in bello que no son víctimas, en
sentido estricto sino combatientes que mueren empuñando las armas. Seguro que
también hay verdugos, es decir, golpistas que se llenaron de sangre matando en
la retaguardia. Pero sabemos que hubo víctimas de ambos bandos: monjas de
clausura, asesinadas por sus creencias religiosas, y maestros republicanos
asesinados por sus ideas políticas. Lo que caracteriza a la víctima es la
inocencia. Toda víctima es inocente, independientemente del campo en que se
encuentre, y en esa inocencia se encuentran hermanadas todas ellas al tiempo
que denuncian la violencia política que tuvieron que sufrir. Aunque no todos
los inhumados en la Basílica del Valle de los Caídos son víctimas, son ellas
las que deben ocupar el centro del memorial en que debe transformarse ese lugar
en su conjunto. La centralidad de la víctima, de todas las víctimas, obliga a
resignificar un espacio concebido para significar a unas e invisibilizar a
otras.
- El segundo elemento a tener en cuenta
es el cementerio. El Valle es un cementerio singular, el más grande de la
Guerra Civil, con cerca de 40.000 cadáveres enterrados. Tiene la particularidad
de que muchos de ellos son republicanos que fueron llevados al Valle sin el
consentimiento de los familiares, con el agravante de que por la incuria, el
paso del tiempo y otras circunstancias, esos restos cadavéricos son
inidentificables, es decir, forman parte del lugar. Ha habido un proceso de
naturalización de la historia, de disolución de las biografías en polvo, que
obliga a una nueva y original forma de historialización de la naturaleza por el
camino de la resignificación.
- Hay un tercer elemento a tener en
cuenta: el hecho de que la inmensa mayoría de los allí enterrados sufrieron las
consecuencias violentas de una guerra que quiso solventar problemas políticos
mediante la violencia fratricida. Aunque no fueran víctimas, su sufrimiento no
nos deja indiferente. Nos sentimos interpelados por su sufrimiento,
obligándonos a reflexionar sobre formas de resolver conflictos políticos que no
produzcan problemas superiores a los que quieren abordar.
- Hay un cuarto factor que no podemos
perder de vista: la presencia en la construcción del Valle de prisioneros
republicanos que de esta forma podían redimir sus penas por trabajo. No es un
asunto menor el recurso a mano de obra esclava para la construcción de este
monumento faraónico del vencedor. Ilustra bien la afirmación benjaminiana de
que "no hay un documento de cultura que no lo sea también de
barbarie". A la realidad del Valle pertenece esta trama oscura de
sufrimientos y humillaciones sin las que lo construido es inexplicable.
La
puesta en evidencia de ese factor altera de alguna manera la significación del
conjunto que si, por un lado, es construido en nombre de determinados
"valores", esos "valores" quedan debilitados por la
inhumanidad a la que se recurrió para su
afirmación. Esos "valores" afectan, desde luego, al capital de las
empresas que se lucraron con mano de obra esclava (y que deberían correr con
los gastos de la resignificación del lugar) y también a los valores
"espirituales" que el complejo del Valle quiso honrar y mantener.
4.
Sobre algunas reacciones al proyecto.
Las
reacciones a la propuesta de la Comisión han venido sobretodo de dos frentes
opuestos: desde la extrema derecha, que no acepta intervención alguna desde la
democracia en su santuario ideológico; y desde la izquierda que no ve posible
la resignificación del lugar.
Quisiera
detenerme en el artículo de Santos Juliá "Una imposible
resignificación" (El País 11 de diciembre del 2011). Juliá se manifiesta
contrario a la propuesta de la comisión: "¿Cabe, se pregunta, la relectura de un monumento extrayendo de
él un sentido contrario al que se deriva de su texto en piedra?". La
respuesta es que no pues la única que vale es la que está grabada en las
piedras, se entiende que por parte de quien las puso y esa es bien elocuente.
El monumento está erigido a la memoria de los caídos en la Cruzada". Pretender
cambiar ese sentido es tan imposible, añade, como querer "reinterpretar
Auschwitz como lugar de la reconciliación". Imposible. Acaba proclamando
que quienes pretendan lo contrario, es decir, cambiar el sentido originario
mediante el recurso del discurso, tal y como pretenden los miembros de la
comisión, tienen que ser víctimas de los "estragos que han provocado las
amenidades posmodernas".
¿Qué
decir? Ya he dicho que la resignificación es posible, se da con frecuencia y ha
afectado a Buchenwald. Lo que me parece revelador es el contraste entre la
elocuencia de las piedras y la impotencia del discurso. Si se apela a la
elocuencia insuperable del "texto de las piedras", se está dando a
entender que las piedras tienen un sentido objetivo que no admiten
intepretación sino conocimiento "científico". Ahí asoma el
historiador "científico" que quiere lo imposible.
Desde
esa perspectiva resulta vana la pretensión de cambiar el sentido objetivo por
la interpretación del discurso. Este desprecio al discurso seguro que tiene que
ver con una filosofía aristotélica del lenguaje que entiende la palabra como un
"flatum vocis", como un ruido gutural que no tiene más sentido que el
que quiera darle el que lo emite. Una "vox significativa ad placitum".
Pero
no por casualidad se ha hablado de un giro lingüístico: "el lenguaje es la
casa del ser" (Heidegger). Se quiere decir que el ser que la cosa tenga
para nosotros es el que le da la palabra que le nombra. Únicamente donde haya
palabra habrá mundo y donde haya mundo habrá historia" (Heidegger), es
decir, el lenguaje no sólo sirve para nombrar la cosa sino que la constituye. ¿Es
esto, como dice Juliá, un "estrago de las amenidades posmodernas"? Lo
problemático es más bien la pretensión de un sentido objetivo, fijado en las
piedras, al margen del discurso.
Lo
que ya es como rizar el rizo es que quien haya defendido la bondad de la
transición española, elevando el hecho casi anecdótico de que en las revueltas
de los estudiantes de los años 50 y 60 contra el franquismo se encontraran hijos
de los vencedores (Pradera, Sánchez Ferlosio) y de los vencidos a categoría de
"reconciliación nacional", invoque ahora el principio de la
"inamovilidad de la piedra" para decir que el Valle queda fuera de
ese convite...
Este
tipo de opiniones podrían no tener mayor importancia, pero la tienen porque se
las damos. Ahí está el blog del autor de "Las letras y las armas",
Andrés Trapiello, que reconoce que cambió de opinión al leer el artículo de
Santos Juliá. Tiene gracia que alguien tan avezado en el arte de la
hermenéutica se deje convencer por quien la niega.
5.
Una precisión necesaria. Resignificación no significa olvidar, ni exculpar, ni
caer en simplezas como "hubo abusos por ambos lados". Resignificar
significa reconocer responsabilidades: la de los golpistas, la de la Iglesia,
la de los asesinos. Lo que pretende la resignificación es integrar esa memoria
crítica en un proyecto de convivencia basado en la justicia a las víctimas, en
la compasión por el sufrimiento de todos, en el empeño de repensar la relación
entre violencia y política.
6.
Podemos preguntarnos si este barco llegará a puerto, es decir, si veremos un
día que hijos de los vencidos y de los vencedores visiten este lugar y
encuentren en él las razones para la meditación que nos han inspirado a la hora
de redactar este documento. Depende, en primer lugar, de que se aplique el plan
que no son sólo ideas inspiradoras sino también actuaciones concretas. Puede
que no haya llegado el momento, pero llegará algún día. Llegará un día en que
una generación de españoles decida superar el enfrentamiento entre las dos
Españas y no tendrá más remedio que hacer suyo el espíritu compasivo que ha
inspirado este documento.
Reyes Mate (Participación en la mesa
redonda sobre "El informe del Valle de los Caídos", organizado por el
Foro de debate del CCHS, 1 de febrero
del 2012)