29/7/14

El otro partido de fútbol en Polonia

            Al inicio de la Eurocopa de fútbol, que España ha ganado con todo merecimiento, nos sorprendió la noticia de que los jugadores holandeses e italianos habían visitado un campo nazi de exterminio. También lo hicieron los alemanes, aunque de tapadillo, pues sólo enviaron a una delegación de cinco.

            Cesare Prandelli, el técnico italiano que había tomado la iniciativa, declaró conmovido al final del recorrido por ese lugar de horror que “debería ser obligatorio para todos visitar los escenarios de estos dramas. El dolor es inmenso”. Y el central italiano Chielini decía entre lágrimas que le consolaba ver a tantos niños recorriendo esos lugares en los que en poco más de dos años redujeron literalmente a humo a más de un millón de judíos, gitanos, homosexuales y disidentes.

            Los italianos fueron a Auschwitz porque allí asesinaron a 50.000 italianos; los holandeses, porque perdieron a muchas “Ana Frank” en las cámaras de gas; los alemanes, porque sus abuelos fueron los autores de la barbarie. Que los ídolos de la juventud y los símbolos de las aspiraciones nacionales fueran a los campos y mostraran sus emociones ante tanto dolor, tenía un valor pedagógico que ningún libro, ningún film, ningún teatro, podía alcanzar.

            Aunque parezca extraño, el fútbol ha tenido que ver con estos campos de muerte. John Huston estrenó en 1981 la película Evasión o victoria, interpretada por Michael Caine y el propio Pelé. La acción transcurre en un campo de concentración. Un oficial nazi, entusiasta del fútbol, organiza  un partido entre carceleros alemanes y prisioneros. Los prisioneros engatusan a los nazis, dejándose ganar en la primera parte, para, durante el descanso, llevar a cabo la fuga prevista. Es una película de Hollywood que acaba bien.

            La verdad es que en Auschwitz se jugó un partido de fútbol. Da fe de ello un italiano, Primo Levi. Fue un partido entre los SS que estaban de guardia en el crematorio y miembros de un Sonderkommando, encargados de las tareas más miserables, tales como extraer los cadáveres, arrancarles los dientes de oro, cortarles la cabellera, quemarles en los hornos crematorios, moler sus huesos... Por un momento olvidan su condición inhumana y se entregan a la pasión del juego, a la camaradería de la competición.

            Es un juego macabro pues en esa pérdida momentánea de su condición de víctimas, ven los verdugos el momento de máximo triunfo: os hemos abrazado, corrompido, arrastrado al polvo como nosotros. También vosotros como nosotros y como Caín, habéis matado a vuestro hermano. Venid, podemos jugar juntos, comenta Levi que decían los nazis.

            Toda la sima moral que separa a víctimas y verdugos se desvanece de repente; aparecen unos y otros hermanados en el mismo juego. Los nazis festejan el lance porque interpretan ese hermanamiento futbolístico como un encanallamiento moral. Todos iguales.
Llama la atención esa necesidad que tiene el victimario de destruir la superioridad de la víctima, atrayéndola a su nivel. Lo vemos también en el entorno de Eta con  el racarraca de su discurso de la simetría del sufrimiento: “todos hemos sufrido”, “hay víctimas en los dos lados” o “todos culpables”. Pero, como dice el propio Levi, no todos los sufrimientos son iguales, no todo el que sufre es víctima y por eso había entre los jugadores de ese partido de fútbol víctimas y verdugos.

            España ha festejado el triunfo de su selección. El entrenador y los jugadores querían, con la victoria, echar un poco de aceite en las heridas de la sociedad española. Ganar la Eurocopa no garantiza que Angela Merkel eche de buen grado una mano a las maltrechas finanzas italianas o españolas. Pero la gente se ha olvidado durante un instante de sus penas y ante los ricos europeos, que han perdido en el juego, hemos demostrado, como reconoce Süddeutsche Zeitung, que si realmente fuéramos tan desorganizados y derrochones, como ellos nos pintan, nunca les hubiéramos ganado.

            Dicho esto, cabe preguntarse por qué la selección española, que era la gran favorita, no fue a visitar un campo de exterminio, que los ha tenido a pocos kilómetros. La respuesta podría ser que aquello no fue con nosotros, que era cosa de judíos y alemanes, que nos queda muy atrás... Bastaría entonces replicar con lo que el portero Buffon dejó escrito en el Libro de Oro del museo: "lo que pasó aquí no afecta únicamente a un pueblo, sino a toda la humanidad". Las lógicas letales que llevaron a millones de inocentes a la muerte, no desaparecieron con la derrota del fascismo. Siguen vigentes y algunas, como el afán desmedido de dinero y poder, explican en buena parte la crisis que nos azota. Los jugadores españoles, como sus dirigentes, no sintieron la necesidad de visitar Auschwitz porque al parecer aquella experiencia de inhumanidad no les concernía. Claro que les concierne, como a todos. ¿La diferencia entre españoles e italianos? que estos lo han "estudiado en la escuela", como decía el duro Chielini, "aunque esto emociona más que mil libros". Se lo habían enseñado en la escuela; a los nuestros, no.

Reyes Mate (El Norte de Castilla, 7 de julio 2012)