16/7/14

La maldición de Casandra

            En la prensa seria asoma cada vez más la noticia de que caminamos hacia un "colapso de la civilización". No aparece en la sección de sucesos sino en las de economía y sus fuentes no son grupos radicales de ecologistas sino la ONU o la NASA.

            Es una novedad. No me refiero a los informes que vienen de muy atrás sino a su presencia en los diarios. Ya en 1972 el famoso Club de Roma publicó un demoledor informe titulado "Los límites del crecimiento" en el que un grupo de científicos avisaba que si seguíamos con el ritmo de crecimiento entonces programado llevaríamos al planeta Tierra al desastre. Sus autores no eran izquierdistas visionarios sino unos sesudos científicos occidentales que analizando la previsible evolución de la población mundial, de los recursos naturales, de la contaminación atmosférica y de los alimentos, llegaron a la conclusión de que eso era insostenible. Se proponían entonces medidas para un crecimiento sostenible capaz de compaginar un crecimiento mínimo con las posibilidades limitadas del planeta.

            Nadie les hizo caso. Nadie de los que mandaban. Hoy, cuarenta años más tarde, aquellos informes han salido de los cajones porque lo que preveían se ha cumplido, sin que se hayan puesto en práctica sus medidas correctoras. Se ha perdido un tiempo precioso hasta el punto de que los nuevos estudios sobre recursos disponibles, aumento de la población y deterioro del planeta no permiten ya hablar de crecimiento sostenible sino pura y simplemente de decrecimiento.

            Y ha cundido la alarma porque ya no hay manera de negar la evidencia. Lejos quedan los tiempos de esos dirigentes negacionistas que con una copa de Ribera de Duero en la mano decían que todo eso era un cuento. Esta crisis que nos ahoga es tan pertinaz porque su contexto no es un desajuste monetario circunstancial o un exceso de oferta, como fueron otras, sino el agotamiento de los recursos que hasta ahora alimentaban el motor del crecimiento.

            ¿Y cómo salir de esta? No es fácil porque a las grandes fortunas esto les va bien. La crisis actual está haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Según un informe reciente de la organización humanitaria Oxfam la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% de la población. Por lo que respecta a España, el 20% de los españoles más ricos acapara el 44 % de los ingresos totales. Este segmento de la sociedad, que es el que manda, sólo entiende el lenguaje del beneficio y, como beneficio hay, no hay por qué cambiar de política económica. Cuando se nos ponen delante de los ojos estas cifras, reaccionamos contra los políticos denunciando el deterioro democrático. Lo interesante del estudio de la NASA es que pone el acento en el peligro de destrucción del planeta, cosa que de lograrse no parece que beneficiara mucho a los que sólo entienden el lenguaje del beneficio.

            Sorprende el silencio de los políticos que conocen los datos pero se prohíben hablar de ello. Hay una primera explicación a este silencio irresponsable y es su cortoplacismo. El político no tiene más horizonte que las próximas elecciones y nada indica que el cataclismo ocurra antes de que se convoquen las siguientes. Y hay otra razón más tranquilizadora: se confía en que las nuevas tecnologías echen una mano y descubran algún bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. Llama la atención que se hayan presentado los estudios alarmantes de la NASA y el informe de la ONU al tiempo que se aireaban los logros de la biología sintética capaz de producir artificialmente cromosomas de la levadura. Oiremos hablar mucho en el futuro de la biología sintética porque se presenta como la tecnociencia que puede hacer realidad lo que hasta ahora era patrimonio de la ciencia ficción. Pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones porque como dice Ugo Bardi, el científico que ha mostrado la actualidad de los viejos diagnósticos del Club de Roma, "no hay tecnologías mágicas que nos puedan sacar del callejón sin salida en que nos encontramos. La única vía es aprender a vivir dentro de los límites del planeta". La solución es la austeridad.

            Que el planeta Tierra camine hacia el precipicio sin que nadie tire del freno de emergencia es la prueba, dicen estos científicos,  de que "no es el planeta el que está muriendo, sino nuestra  propia civilización", incapaz de reaccionar ante el peligro. Es como si pesara sobre nosotros la maldición de Casandra, la hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya. La chica quería poseer el don de la profecía y Apolo estaba dispuesto a concedérselo si se convertía en su amante. Casandra pagó el precio hasta que obtuvo el don y luego le mandó a paseo. Apolo se vengó haciendo que nadie creyera las predicciones de Casandra con lo que ésta pasó a ser la criatura más desgraciada: sabía lo que iba a acontecer pero no podía impedirlo porque nadie la hacía caso. En esas estamos. Quienes pueden tomar medidas saben lo que está ocurriendo. Caminamos hacia el desastre pero no quieren decirlo. Unos, porque eso afectaría al negocio y otros para no asustar. Suena entonces a sarcástico que el único mensaje que oigamos de los políticos, cualquiera que sea su signo, es "volver a los viejos buenos tiempos", como si eso fuera posible o deseable.

Reyes Mate (El Norte de Castilla, 5 de abril 2014)