19/4/25

El espíritu de la esperanza anda suelto(*)

            Byung Chul Han es un filósofo surcoreano, afincado en Alemania, con proyección mundial. Consigue en libros breves recoger las grandes preguntas de nuestro tiempo aunando rigor y sencillez. El espíritu de la esperanza es su última publicación que se presenta como una novedad porque abandona los temas sombríos y el tono pesimista de sus libros anteriores, en favor “de una alentadora visión del hombre”. El santo y seña del giro es la esperanza, presentada como la gran palanca para la construcción de un nuevo tiempo.

             Arranca la reflexión acogiéndose a la idea de Kafka, luego desarrollada por Walter Benjamin, de que “sólo por los desesperados nos es dada la esperanza” que el autor traduce diciendo “la esperanza más íntima nace de la desesperación más profunda”. El desesperado, en efecto, no es un conformista que acepta estoicamente su mala suerte, sino alguien que se rebela contra ella porque echa de menos la felicidad y la reclama. Ahí anida el gesto de esperanza.

             Motivos para andar desesperados hay muchos, no hay más que seguir el catálogo de sus propios libros. Este autor es como un detective que persigue sin descanso todas las asechanzas del neoliberalismo: la voracidad suicida del capitalismo, el cansancio de Europa, la pérdida de tradiciones, la soledad del hombre moderno, la acedia del consumismo.

14/4/25

Un gesto autoritario que marca una época

            Hay gestos que resumen una época. La mano de Donald Trump, apuntando amenazadoramente a la cara del Presidente de Ucrania, simboliza un nuevo tiempo político, el del autoritarismo, que no reconoce ciudadanos sino súbditos; no países aliados, sino colonias sometidas.

             Aunque el cambio venía incubándose desde antiguo, el gesto de Trump, radiado a plena luz, ha conmocionado a Europa, que de pronto se ha visto obligada a despertar. Durante siglos pensó que Occidente era una prolongación de Europa y ahora descubre que es un territorio enfrentado.

             Llegan voces de políticos diciendo “algo hay que hacer”, pero sin saber qué pues no basta decir que Trump no nos representa. Cometeríamos un error imperdonable si pensáramos que ese dirigente, prepotente y primario, defiende estilos, valores o intereses ajenos a los de la cultura del Viejo Continente. Todo da a entender, por el contrario, que Trump nos ha entendido, sólo que es más consecuente.