24/8/25

Algunas consideraciones críticas sobre el culto a la velocidad

            1. Hace quince años, en el 2010, tuve el honor de participar en el VII Foro contra la Violencia Vial. Entonces quise llamar la atención sobre la singularidad de las víctimas viales que siendo las más numerosas eran, sin embargo, las más invisibles. Para aclarar ese punto de vista me permití compararlas con otras víctimas, mucho menos numerosas, pero que acaparaban la atención de los medios y de la política.

Me refería a las víctimas del terrorismo etarra, mucho menos numerosas que las viales (una o dos víctimas de ETA al año, en aquel momento, y entre 10-15 víctimas viales por semana). Nada que ver la indignación, el sobresalto, la preocupación, los medios para combatirlo en un caso y en otro.

Lo sorprendente no era la justa indignación y alarma social en el caso de las víctimas de ETA, sino la indiferencia ante las víctimas de la carretera. Y no se entendía esa reacción porque la gran plaga de nuestro tiempo son las víctima de la carretera: un millón y medio de muertos al año en todo el mundo y unos 40 millones de heridos graves al año. Desde que se inventó el coche han muerto en la carretera en torno a 50 millones de personas, sin hablar de los millones de heridos graves con algún tipo de invalidez. El coche mata más que las bombas. Es verdad que en España la siniestralidad ha bajado substancialmente en los últimos años: si en el año 1989 murieron unas 6.000 personas, en el año 2014 fueron 1.128, a los que habría que sumar 6.178 heridos graves. Hemos rebajado la cifra que sigue siendo muy alta porque sencillamente no tendría que haber ninguna víctima. Determinante para esa reducción han sido las medidas que se han tomado en lo concerniente a la sanción legal de las infracciones, la mejora en los modos y hábitos de conducción, así como en las vías de tránsito y en los propios coches.

En todos late la preocupación por seguir progresando pero hemos constatado la dificultad de lograrlo. Hay barreras invisibles que lo dificultan. Esas barreras tienen que ver con el nombre que damos habitualmente a los siniestros de tráfico: les llamamos “Accidentes", algo accidental o secundario. Si el siniestro es un accidente habrá que preguntarse qué es lo substancial, lo importante, lo principal.

Pues algo que valoramos por encima de todo y que llamamos progreso, velocidad. Y nada representa mejor esos valores que el coche. Para avanzar tendríamos que tener en cuenta, por un lado, los intereses colosales de una industria, la del coche, con lo que conlleva (petróleo, autopistas, fabricación de automóviles etc.), y, por otro, el peso cultural de lo que simboliza el coche: el culto al tiempo que se concreta en el culto al progreso y a la velocidad.

El coche representa al progreso. El progreso tiene un gran prestigio y es un prestigio merecido: ha traído la penicilina, el desarrollo espectacular de la medicina, ha logrado doblar en un siglo las expectativas de vida de la población española, ha ahorrado mucho trabajo etc. Pero lo que solemos olvidar es el costo del progreso. Por los adelantos hemos pagado un precio, que hemos despreciado. Parte de ese costo humano social son las víctimas viales que el prestigio del progreso ha rebajado al nivel de “accidentes”. No se trata de demonizar al progreso o a la velocidad, sino de reflexionar sobre su coste.

            2. Esto es lo que decía entonces y hoy pregunto qué podemos decir. De entrada que la situación no es la misma: ya no hay terrorismo de ETA, afortunadamente, pero sigue habiendo víctimas viales. Es mucho más difícil acabar con las víctimas viales que contra el terrorismo etarra o yihadista. ¿Por qué? porque el terrorismo tiene “en su contra” la cultura moral del quinto mandamiento, mientras que las víctimas viales tienen “a su favor” el prestigio del progreso, de la velocidad, del coche. El terrorista tenía que navegar en contra de una cultura milenaria que condenaba el crimen; el accidente de tráfico está, por el contrario, impulsado por la cultura de la velocidad. No es lo mismo luchar contra una cultura moral que prima la vida sobre la muerte (el Quinto Mandamiento) que contra tipos de muerte que son el resultado de culturas indiferentes a la muerte (el mito del progreso).

Lo nuevo respecto a la situación de hace quince años es que empieza a cuartearse el prestigio del progreso. La gran diferencia entre hace quince años y hoy es que empezamos a asociar progreso con catástrofe. Esa es una novedad. Pero asociamos progreso con catástrofe debido al cambio climático, a la crisis ecológica resultado de un modo de producción y de consumo que no es sostenible, a las Danas, sequías, emigraciones, empobrecimiento… son calamidades relacionadas con el cambio climático, propiciado por la acción humana. Y empezamos a tomar medidas.

Lo que habría que decir en este momento y desde este lugar es que sólo captaremos la gravedad de la ideología del progreso cuando nos tomemos en serio las víctimas de la carretera, es decir, cuando entendamos que el coche es el símbolo mayor de la ideología del progreso

Que quede claro que hablo críticamente no del progreso sino de la Ideología del progreso. Lo problemático no es el progreso sino la ideología del progreso que se expresa en tópicos como que todo cambio es bueno; que lo nuevo es mejor que lo viejo; creer que los recursos de la naturaleza son inagotables; que en tiempos de internet el ideal de la velocidad es la velocidad de la luz, es decir, la instantaneidad. La ideología del progreso se revela en la respuesta a esta pregunta: ¿tiene que estar el progreso al servicio de la humanidad o la humanidad al servicio del progreso?

       3. Como esto es complejo y tenemos poco tiempo, permítanseme unas breves consideraciones:

1º La crítica a la ideología del progreso sólo será radical si cuestiona no ya el cambio climático sino su símbolo por excelencia: el coche, la velocidad.

2º El coche aparece en la historia como el instrumento capaz de realizar los sueños más antiguos de la humanidad: desplazarse a cualquier sitio. Lo que antes se hacía penosamente, a pie o a caballo, se puede hacer ahora sin esfuerzo alguno. El coche vencía al espacio.

3º Y también al tiempo. Podíamos reducir la duración al mínimo, a la instantaneidad. Y nada hay más parecido a la eternidad que la instantaneidad.

4º Vencer al tiempo y al espacio, considerados condicionantes necesarios de la condición humana, era tanto como reinventar o recrear al ser humano. El homo faber parecía un demiurgo o, al menos, con el coche parecía verdad que el ser humano fuera autónomo, soberano.

            4. Todo eso asociamos al coche, pero sin que sea verdad:

1º No hemos vencido al espacio sino que le padecemos porque vivimos lejos de donde trabajamos. Necesitamos el coche hasta para comprar pan. El coche crea más distancia que la que suprime.

2º Tampoco al tiempo. La velocidad media en una ciudad no supera a la que se lograba con carretas tiradas por caballo.

3º Falaz es igualmente la sensación de autonomía, de libertad absoluta: el coche es una servidumbre que necesita colosales recursos (petróleo, carreteras, fabricación, consumo energético).

4º No hemos vencido al tiempo y al espacio pero sí hemos perdido mucho: por ejemplo, el sentido del trayecto o la posibilidad de la experiencia que necesitan tiempo. Ahora tenemos vivencias pero no experiencias.

Todo esto se oculta cuando se degradan los desastres de la carretera a “accidentes”, a algo accidental, cuando es el meollo del problema de nuestra civilización.

            5. Conclusión: Vds., miembros de una asociación de accidentes viales me pueden decir: nosotros ya tenemos con lo nuestro y lo que pedimos es más modesto (que se nos atienda, que se haga justicia, que se mejores las condiciones del tráfico, que disminuyan los accidentes). Que no se nos cargue, además, con la responsabilidad de denunciar los pilares civilizatorios de nuestro tiempo. Y tienen razón pero si me permito hablar en estos términos es porque Vds., que conocen el dolor de las víctimas viales, desearían como nadie no sólo que se redujera su número, sino que no hubiera ninguna. Bueno pues para llegar ahí en algún momento habrá que hablar de estas cosas.

Reyes Mate (Intervención en el XX Foro contra la Violencia Vial, Madrid, 12 de mayo 2025)