17/12/20

La actualidad de Juan Goytisolo

             En sociología del conocimiento se habla de “acontemporáneo”, un extraño o forastero, que viene de lejos, espacial y temporalmente, pero cuya distancia le permite descifrar la actualidad con una agudeza de la que carecen los que ya están ahí.

             Goytisolo sería la encarnación de esa figura. Su distancia le va a permitir atacar el lenguaje en el que se ha incrustado como una segunda piel la impostura y así poder crear un lenguaje nuevo “con los materiales que él denuncia” según dice Vargas Llosa.

             Voy a ilustrar esta afirmación con algunos apuntes sobre Goytisolo recogidos en torno al tópico “cultura del sur”.

             Hoy se habla mucho de eso (Boaventura dos Santos). También lo hizo ya Camus. En sus cartas a un amigo alemán enfrenta la cultura del norte (fría, apática, de precisión luciferina pero potencialmente inhumana, tan bien representada por Heidegger, que también la reivindica) a la cultura mediterránea que como dice Goytisolo de la poesía de San Juan de la Cruz “libera al lenguaje de sus cadenas racionales”.

            Esa cultura del sur tiene una dimensión geográfica que marca la ruta que siguió el propio Goytisolo bajando de Barcelona a Almería y dando luego el salto al Magreb hasta asentarse en la plaza Jemaa el Fna de Marrakesch.

             También una dimensión temporal: su crítica a la Modernidad no le lleva a la posmodernidad sino que tiende al pasado, a la Edad Media. Descubre que la Modernidad con todos sus valores universalistas y racionales es post-cristiana y excluyente. Lo semita, por ejemplo, sólo tiene un sitio si se asimila, si renuncia a las propias raíces. Pues bien, Goytisolo que no quiere perder la riqueza de las diferencias retrocede hasta ese tiempo en el que la convivencia, la tolerancia, no se planteaba como renuncia a la diferencia en nombre de una unidad esencial, sino desde la diferencia. Sería el momento de analizar el Natán El Sabio de Natán, gran tratado de la tolerancia moderna: Lessing se inspira ciertamente en la Edad Media, en el Maimónides de la España de las Tres Culturas, pero le convierte en santo del calendario moderno privándole de lo que le hace diferente al grito de “¿acaso no somos todos, antes que judíos, moros o cristianos, hombres?” Nada que objetar contra la igualdad de la especie humana pero si no tenemos en cuenta las diferencias y desigualdades, esa convivencia no aguantará como no aguantó la tolerancia moderna los envites del nacionalismo.

             Podríamos hablar, finalmente, de una nueva dimensión cultural de Sur, inspirándonos en aspectos que Goytisolo descubre leyendo precisamente a Camus. El sur como abismo significativo, la miseria como un grito cuyos ecos hacen tambalear el mundo constituido o, como Goytisolo escribe: “el honor de la pobreza”. Ese descubrimiento está muy ligado a la idea que Goytisolo se hace de Camus, que pasa por distintas fases: primero, cuando llega a París en 1956, se coloca, como toute la gauche, del lado de Sartre. Y Camus, sobre todo el del L’Homme Revolté, le parece un reaccionario, pues sólo un reaccionario puede decir ante el mundo, cuando le dan el premio Nobel en Suecia que “entre su madre y la justicia siempre escogería a su madre”. Diez años después cambia de opinión sobre sus críticas al comunismo, pero todavía Camus le sigue pareciendo un hombre del Norte que ha abandonado su Sur a favor de una Europa próspera y culta. Pero todo cambia al contacto con Le premier homme. En esa “autobiografía disfrazada” se reencuentra con su mundo: con la pobreza vivida; con el mundo de su niñez donde ha aprendido lo que significan libertad y explotación, y no en los libros como otros. Por ahí desfila “esa masa informe de desarraigados y humildes, arrojados por el destino a una aventura no decidida por ellos y vivida a contrapelo con resignación animal”. Se reencuentra con la figura del padre, muerto en las trincheras, “para quien la patria fue una abstracción”. Decisiva es la evocación de la madre, callada, analfabeta, tocada con el pañuelo negro de las mujeres españolas, que respiraba el olor de los libros y les pasaba sus dedos entumecidos como si quiera adivinar lo que había dentro: Ahí sí aparece el Camus del sur: carnal y humano, fiel al universo de oscuridad del que provenía.

             Lo que ve Goytisolo en este Camus es la evocación del mundo cálido y duro del sur, es decir, de los pobres, y una reivindicación de la pobreza como único honor. Pobreza, ese estado de sobriedad que causa el bienser social; y el honor que ese bienser proporciona al sentirse uno adoptado por su gente, tan alejado del medalleo vacuo. Y acaba con esta proclama de Camus “devolved la tierra. Dad toda la tierra a los pobres, a quienes no tienen nada, que son tan pobres que no han deseado siquiera tener o poseer darles la tierra como se da lo sagrado a lo que es sagrado”.

             Esta mirada cultural del sur es crítica con la modernidad, que es la matriz cultural nuestra, pero que ha convertido lo semita en lo pre-histórico y a lo ario en lo histórico. Hegel decía que el Weltgeist es “germánico y protestante”, de ahí que lo semita, si no quiere perder el tren de la historia, tiene que seguir la estela que marca el Weltgeist. Ya he dicho en algún otro lugar que si Cien años de soledad es la gran novela del siglo XX es porque ha sabido desenmascarar esta impostura de la modernidad. Lo que hace Goytisolo es dar réplica a esa tesis, convirtiendo el pasado en combustible del presente y así Góngora inspira su Don Julián, Cervantes su Juan sin Tierra, Juan Ruiz su Makbara, San Juan y el sufismo su obra Las Virtudes del pájaro solitario.

             Habría que comparar el tono despectivo de Hegel con lo semita en su Introducción a la Filosofía de la Historia con la fe de Goytisolo en lo mudéjar: “la extraordinaria libertad creadora de nuestra literatura medieval, su actitud de acogida de otras culturas y lenguas, su fecundo mestizaje, han contribuido a injertarme en el árbol de la literatura y me han transformado poco a poco en un autor mestizo, mudéjar”.

             Hay un aspecto en la vida de Goytisolo que está cargado de futuro. Desarraigado de los convencionalismos territoriales (nacionalistas), morales y políticos, se sentía personalmente arraigado en sí mismo, lo que le convertía en su ser universal. Me pregunto si no se incuba ahí algo así como el nuevo tipo de ciudadano que deberá ser post-nacional. Dice Goytisolo:”mi alejamiento físico de España se ha visto compensado con un contacto casi fusional con el cuerpo escrito de su lengua y por mi inmersión en otros espacios culturales que generan textos urbanos políglotas y compactos en los que la conjunción de elementos diacrónicos y sincrónicos, la musicalidad de la polifonía no son ya meros ingredientes de una propuesta artística sino una experiencia vital y única de la modernidad”. Lo que está diciendo es que una nueva ciudadanía, decididamente posnacional para por el alejamiento de identidades constitutivas, por la inmersión en una lengua rica en olvidos y presencias y por el encuentro con otras culturas. Y ese fue su destino.

 Reyes Mate (Intervención en el Coloquio Internacional “La reivindicación del Conde don Julián”, de Juan Goytisolo, con motivo del 50 aniversario de su publicación, organizado por la UCM, 16 de noviembre 2020).