En sociología del conocimiento se
habla de “acontemporáneo”, un extraño o forastero, que viene de lejos, espacial
y temporalmente, pero cuya distancia le permite descifrar la actualidad con una
agudeza de la que carecen los que ya están ahí.
Goytisolo sería la encarnación de
esa figura. Su distancia le va a permitir atacar el lenguaje en el que se ha
incrustado como una segunda piel la impostura y así poder crear un lenguaje
nuevo “con los materiales que él denuncia” según dice Vargas Llosa.
Voy a ilustrar esta afirmación con
algunos apuntes sobre Goytisolo recogidos en torno al tópico “cultura del sur”.
Hoy se habla mucho de eso
(Boaventura dos Santos). También lo hizo ya Camus. En sus cartas a un amigo
alemán enfrenta la cultura del norte (fría, apática, de precisión luciferina
pero potencialmente inhumana, tan bien representada por Heidegger, que también
la reivindica) a la cultura mediterránea que como dice Goytisolo de la poesía
de San Juan de la Cruz “libera al lenguaje de sus cadenas racionales”.
Esa cultura del sur tiene una
dimensión geográfica que marca la ruta que siguió el propio Goytisolo bajando
de Barcelona a Almería y dando luego el salto al Magreb hasta asentarse en la
plaza Jemaa el Fna de Marrakesch.
También una dimensión temporal: su
crítica a la Modernidad no le lleva a la posmodernidad sino que tiende al
pasado, a la Edad Media. Descubre que la Modernidad con todos sus valores
universalistas y racionales es post-cristiana y excluyente. Lo semita, por
ejemplo, sólo tiene un sitio si se asimila, si renuncia a las propias raíces.
Pues bien, Goytisolo que no quiere perder la riqueza de las diferencias
retrocede hasta ese tiempo en el que la convivencia, la tolerancia, no se
planteaba como renuncia a la diferencia en nombre de una unidad esencial, sino
desde la diferencia. Sería el momento de analizar el Natán El Sabio de Natán, gran tratado de la tolerancia moderna: Lessing
se inspira ciertamente en la Edad Media, en el Maimónides de la España de las
Tres Culturas, pero le convierte en santo del calendario moderno privándole de
lo que le hace diferente al grito de “¿acaso no somos todos, antes que judíos,
moros o cristianos, hombres?” Nada que objetar contra la igualdad de la especie
humana pero si no tenemos en cuenta las diferencias y desigualdades, esa
convivencia no aguantará como no aguantó la tolerancia moderna los envites del
nacionalismo.
Podríamos hablar, finalmente, de una
nueva dimensión cultural de Sur, inspirándonos en aspectos que Goytisolo
descubre leyendo precisamente a Camus. El sur como abismo significativo, la
miseria como un grito cuyos ecos hacen tambalear el mundo constituido o, como
Goytisolo escribe: “el honor de la pobreza”. Ese descubrimiento está muy ligado
a la idea que Goytisolo se hace de Camus, que pasa por distintas fases:
primero, cuando llega a París en 1956, se coloca, como toute la gauche, del lado de Sartre. Y Camus, sobre todo el del L’Homme Revolté, le parece un
reaccionario, pues sólo un reaccionario puede decir ante el mundo, cuando le
dan el premio Nobel en Suecia que “entre su madre y la justicia siempre
escogería a su madre”. Diez años después cambia de opinión sobre sus críticas
al comunismo, pero todavía Camus le sigue pareciendo un hombre del Norte que ha
abandonado su Sur a favor de una Europa próspera y culta. Pero todo cambia al
contacto con Le premier homme. En esa
“autobiografía disfrazada” se reencuentra con su mundo: con la pobreza vivida;
con el mundo de su niñez donde ha aprendido lo que significan libertad y
explotación, y no en los libros como otros. Por ahí desfila “esa masa informe
de desarraigados y humildes, arrojados por el destino a una aventura no
decidida por ellos y vivida a contrapelo con resignación animal”. Se
reencuentra con la figura del padre, muerto en las trincheras, “para quien la
patria fue una abstracción”. Decisiva es la evocación de la madre, callada,
analfabeta, tocada con el pañuelo negro de las mujeres españolas, que respiraba
el olor de los libros y les pasaba sus dedos entumecidos como si quiera
adivinar lo que había dentro: Ahí sí aparece el Camus del sur: carnal y humano,
fiel al universo de oscuridad del que provenía.
Lo que ve Goytisolo en este Camus es
la evocación del mundo cálido y duro del sur, es decir, de los pobres, y una
reivindicación de la pobreza como único honor. Pobreza, ese estado de sobriedad que causa el bienser social; y el honor que ese bienser proporciona al
sentirse uno adoptado por su gente, tan alejado del medalleo vacuo. Y acaba con
esta proclama de Camus “devolved la tierra. Dad toda la tierra a los pobres, a
quienes no tienen nada, que son tan pobres que no han deseado siquiera tener o
poseer darles la tierra como se da lo sagrado a lo que es sagrado”.
Esta mirada cultural del sur es
crítica con la modernidad, que es la matriz cultural nuestra, pero que ha
convertido lo semita en lo pre-histórico y a lo ario en lo histórico. Hegel
decía que el Weltgeist es “germánico
y protestante”, de ahí que lo semita, si no quiere perder el tren de la
historia, tiene que seguir la estela que marca el Weltgeist. Ya he dicho en algún otro lugar que si Cien años de soledad es la gran novela
del siglo XX es porque ha sabido desenmascarar esta impostura de la modernidad.
Lo que hace Goytisolo es dar réplica a esa tesis, convirtiendo el pasado en
combustible del presente y así Góngora inspira su Don Julián, Cervantes su Juan
sin Tierra, Juan Ruiz su Makbara,
San Juan y el sufismo su obra Las
Virtudes del pájaro solitario.
Habría que comparar el tono
despectivo de Hegel con lo semita en su Introducción
a la Filosofía de la Historia con la fe de Goytisolo en lo mudéjar: “la
extraordinaria libertad creadora de nuestra literatura medieval, su actitud de
acogida de otras culturas y lenguas, su fecundo mestizaje, han contribuido a
injertarme en el árbol de la literatura y me han transformado poco a poco en un
autor mestizo, mudéjar”.
Hay un aspecto en la vida de
Goytisolo que está cargado de futuro. Desarraigado de los convencionalismos territoriales
(nacionalistas), morales y políticos, se sentía personalmente arraigado en sí
mismo, lo que le convertía en su ser universal. Me pregunto si no se incuba ahí
algo así como el nuevo tipo de ciudadano que deberá ser post-nacional. Dice
Goytisolo:”mi alejamiento físico de España se ha visto compensado con un
contacto casi fusional con el cuerpo escrito de su lengua y por mi inmersión en
otros espacios culturales que generan textos urbanos políglotas y compactos en
los que la conjunción de elementos diacrónicos y sincrónicos, la musicalidad de
la polifonía no son ya meros ingredientes de una propuesta artística sino una
experiencia vital y única de la modernidad”. Lo que está diciendo es que una
nueva ciudadanía, decididamente posnacional para por el alejamiento de
identidades constitutivas, por la inmersión en una lengua rica en olvidos y
presencias y por el encuentro con otras culturas. Y ese fue su destino.
Reyes
Mate (Intervención en el Coloquio Internacional “La reivindicación del Conde
don Julián”, de Juan Goytisolo, con motivo del 50 aniversario de su publicación,
organizado por la UCM, 16 de noviembre 2020).