12/10/25

De la memoria al perdón

1. En el invierno pasado se representó en el Teatro La Abadía, de Madrid, la obra “Los viejos tiempos” del Premio Nobel inglés Harold Pinter. Esta pieza ilustra bien la idea de que hay memorias que matan y envenenan. Tres amigos de juventud se juntan, veinte años después, para celebrar aquellos buenos tiempos. Sin saber cómo la memoria trae al presente unas vivencias llenas de resentimiento, odio y frustración. Lo que empezó como una celebración acabó como un funeral.

 También hay memorias que salvan: salvan del olvido, son modos de justicia y voluntad de hacer las cosas de otra manera.

 Con esto quiero decir que hay muchos tipos de memoria, por eso es tan difícil una conversación donde pesen los recuerdos. Mi modesta pretensión en este momento es poner un poco de orden y señalar bien el perfil de la memoria que salva.

4/10/25

El fuego, de regalo divino a arma letal

Hemos pasado de la quema de libros a la quema del bosque. No creo que sea una conquista humanitaria porque los tiranos, la Inquisición o el nazismo sólo perseguían los libros peligrosos mientras que la quema de árboles es una amenaza desde luego para todo libro, pero también para la vida.

Tácito decía, por el año 98, que los tiranos quemaban libros “para acallar la voz del pueblo, la libertad y la conciencia”. Veinte siglos después, un corresponsal español en Alemania, González Ruano, se entusiasmaba ante la pira que incendió Göbbels en Berlín comentando a sus lectores que libros como El mundo de ayer, de Stephan Zweig o el Natán el sabio, de Lessing (por no hablar de los Mann, Brecht, Freud, Kästner, etc.) “no merecían mejor suerte que las llamas”. Por no hablar de otro camarada, el profesor falangista Antonio Luna que organizó, después de la caída de Madrid, una quema de libros en la Universidad Complutense “para edificar a España una, grande y libre”.