4/2/16

Un lugar para la filosofía

            La filosofía no goza de buen predicamento. Hace unos días en el programa de Radio "A vivir que son dos días", el presentador hacía un avance de los espacios que iban a recorrer para concluir diciendo "y al final, de filosofía, si no hay más remedio". Recordé entonces lo que me ocurrió en un Instituto de Bachillerato al que fui invitado para hablar de la revolución francesa. Llegó el turno de preguntas y nadie levantaba la mano, hasta que una jovencita se puso de pie y como quien no dice nada espetó de repente: "bueno, yo pensaba que todos los filósofos estaban muertos". Me dio que pensar una salida como esa. ¿Llegó a esa conclusión porque su profesor sólo les hablaba de personajes difuntos o porque lo que oía le parecía cosa de otro mundo, de un pasado remoto o, incluso, de ultratumba?

            Pienso que el mal trance por el que está pasando la filosofía no tiene que ver sólo con "el plan Bolonia" o "el dominio planetario de la mentalidad tecnológica", sino también con nosotros mismos, con lo que ofrecemos, con frecuencia tan abstracto y confuso.


            Tenemos pues que exigir el lugar que le corresponde a la filosofía pero ...desde la autocrítica. Y podemos reivindicar un mejor trato a la filosofía por parte de la administración porque la filosofía es vital, tan necesaria como el oxígeno que respiramos. Y no exageramos al decir esto porque lo propio de la filosofía no es hacer un recorrido por nombres del pasado sino enseñar a pensar. Y eso ya son palabras mayores. Uno de esos filósofos muertos decía que "pensar consiste en desprenderse de lo ya sabido". Lo ya sabido debe ser objeto del conocimiento, pero pensar significa dar un paso más hacia lo desconocido.

            El método para ese viaje que nos enseñaron los filósofos pioneros era el asombro. Cuando uno se asombra es porque ve algo que no entiende, que no le cuadra, y se pregunta entonces por su sentido. Enseñar a asombrarse, a sorprenderse, a preguntar, es el camino del pensar.

            Como nos piden que contemos qué hacemos, tendré que hablar de algunas de esos asombros que han desencadenado la actividad filosófica que uno ha recorrido. Hace unos veinticinco años propuse a un grupo de filósofos dispersos si compartían conmigo el hecho de que nadie en España ni en el mundo hispanohablante se hubiera preguntado por el significado de la mayor catástrofe humanitaria de la historia, a saber, Auschwitz. Algo se empezaba a mover entonces en Alemania, Francia e Italia, pero en España se pensaba que aquello no iba con nosotros. Cosa de judíos y alemanes; un asunto para historiadores; algo menor desde el punto de vista filosófico. Recuerdo que presenté a una revista de pensamiento el tema para hacer un número monográfico sobre el tema y la respuesta mayoritaria fue: "ese tema no tiene enjundia. Si quieres hacemos un número sobre el problema del mal". Contra viento y marea se armó un grupo donde había de todo: historiadores, filósofos, algún jurista, algún literato, algún dramaturgo, algún editor. El proyecto al día de hoy sigue vivo. En su seno se han elaborado categorías sobre la memoria, las víctimas o la injusticia que han trascendido el espacio académico y han fecundado debates como la memoria histórica, las víctimas de Eta, la justicia transicional, las conversaciones de Paz en Colombia, los centros memoriales, las víctimas viales o las teorías de la justicia. Del grupo han nacido igualmente impulsos que han ayudado a las editoriales a traducir textos imprescindibles. Incluso se han acercado al grupo cineastas, pintores y artistas en busca de información y sugerencias.

            Naturalmente que no hemos cambiado el curso de la historia pero hemos contribuido a entenderla un poco mejor.

            En los Cuadernos Negros de Heidegger que acaban de traducirse al español, dice el filósofo alemán que "si los filósofos tienen que preguntarse por el sentido de la filosofía, señal de que su filosofía está muerta". Si la filosofía es fiel a su tarea de pensar, no habrá que preguntarse por su sentido pues será indiscutible. Lo discutible es convertirla en escolástica estéril de lo que los filósofos han dicho. Acabo por donde empecé, reivindicando un lugar más decisivo para la filosofía, pero conscientes de que los filósofos profesionales hemos contribuido poderosamente a su irrelevancia.


Reyes Mate (Intervención en una mesa redonda, en el día mundial de la filosofía, Madrid, 19 de noviembre 2015)