22/3/16

Por una enseñanza no confesional de la religión

            El Partido Socialista que tantas plumas ideológicas ha ido dejando en el camino, mantiene como último baluarte de su identidad la defensa de la escuela pública. No hay programa electoral que no la mencione. Esta vez, sin embargo, el breve anuncio de que la enseñanza confesional tendrá que salir "del curriculum y del horario escolar" ha levantado ampollas.

            Es lógico. La iglesia católica consiguió del estrambótico ministro de educación, Ignacio Wert, lo que ni siquiera Aznar estuvo dispuesto a conceder, a saber, que la religión formara parte del curriculum. Una vez conseguido este privilegio, los colegios católicos, con sus obispos a la cabeza, no van a soltar la presa. De momento ya han pervertido los términos del debate al dejar caer que no se trata sólo de que la religión no puntúe como la matemáticas sino que los socialistas van a impedir la clase de religión en los colegios privados concertados. Esto no sería posible, aunque lo quisieran, porque les ampara, por un lado la ley orgánica del derecho a la educación (la famosa LODE), que reconoce el derechos de los centros privados a tener ideario propio, y, por otro, el artículo 27 de la Constitución que habla de la libertad de enseñanza.

            Esos son ruidos. Donde está el debate que importa a la sociedad es en la enseñanza de la religión en la escuela. Y aquí nos encontramos con dos posiciones enfrentadas que no llegaron a un consenso en el debate constitucional y por eso aparecen en el artículo 27 juxtapuestas.


            Por un lado se menciona ahí "el derecho a la educación". Es la clave republicana a la que se debe el socialismo español. Habla de la obligación del Estado a proporcionar a todos una educación gratuita y obligatoria. Y, a continuación se añade: "se reconoce la libertad de enseñanza". Es el guiño a la enseñanza privada religiosa. Se reconoce el derecho de los centros a ofrecer enseñanza confesional. La Constitución ofrece espacio para la pública y la privada. Pero ¿qué pasa cuando en la escuela pública se cuela un modo de enseñanza que no es propia de la cultura laica (otra forma de llamar a lo público) sino de la privada/religiosa?. Algo chirría sobre todo si, como hizo el ministro Wert, da un valor académico a esa actividad que deja en desventaja a los alumnos que no quieran ir a esa clase.

            A estas alturas de los tiempos no tiene ninguna justificación la enseñanza confesional en la escuela pública. No puede ser que sean los obispos los que autoricen los textos de una escuela pública o a los profesores que los imparten. Eso sólo se explica por la vigencia de unos acuerdos con la Santa Sede, aprobados con nocturnidad y alevosía antes de la aprobación de la Constitución. Nada pues que objetar a la propuesta del Partido Socialista, si no es la reserva de que no lo cumplan.

            Dicho esto, queda lo esencial por aclarar: ¿qué hacer con la religión en la escuela pública? Lo cómodo es convertirla en una "maría": que no puntúe y se dé fuera del horario lectivo. Con esta salida lo que estamos preparando son generaciones de analfabetos en religión. Y eso no nos lo podemos permitir entre otras razones porque nuestros valores políticos (igualdad, libertad, fraternidad, etc.) son valores religiosos secularizados. La política no genera valores sino que los toma de la sociedad y los eleva a principios políticos. Si cortamos la relación de la cultura laica con sus fuentes religiosas corremos el peligro de agostarla. Este sería al menos el debate que valdría la pena; un debate, por cierto, al que es profundamente alérgico el socialismo español. Por eso  habría que pensar en una enseñanza no confesional de la religión, dada por profesionales, común y obligatoria, como las matemáticas, ahora sí.


Reyes Mate (revista Bez.es 22 de Octubre 2015)