1. El centenario del nacimiento de
Jorge Semprún está siendo la ocasión para algunos encuentros académicos,
organizados con el noble propósito de honrar, incluso reivindicar, a una figura
cultural de primer orden, más reconocida fuera que dentro de España. Con ser
esta una loable labor de justicia, marraríamos la ocasión si no sirviera para
hacer valer aquellas ideas y propuestas que mejor le caracterizan y que por
extrañas razones unas veces nos negamos a reconocerlas y, otras, nos afanamos
en desfigurarlas. Por supuesto que nos sumamos al reconocimiento de uno de los
testigos más importantes del siglo XX, que fue al tiempo importante político,
exitoso escritor y celebrado intelectual. Pero más allá de esta celebración,
hagamos justicia a una figura que espera ser atendida.
2. Empecemos por recordar algunos datos
biográficos. Nace en Madrid en 1923, nieto de Antonio Maura (cinco
veces Primer Ministro durante Alfonso XIII) e hijo de un diplomático español.
Nace pues de buena cuna y en ella se desenvuelve hasta que el golpe franquista
de 1936 les lleva al exilio, en Francia. Jorge tiene trece años y en París, el
hijo del todavía funcionario de la República española, cursa los estudios de
Segunda Enseñanza, hasta que en el año 1942 se inscribe en la Facultad de
Filosofía de la Sorbona donde permanece un solo año pues en 1943 se alista en
La Resistencia francesa siendo detenido por la Gestapo y trasladado al Lager de
Buchenwald donde ingresa con 20 años permaneciendo allí hasta su liberación un año
y medio después. Aunque le pasó por la cabeza ser filósofo y vivir de la
filosofía, lo que realmente le tiraba era ser escritor. La experiencia del
campo le convenció que eso, su experiencia, sería el tema de su obra y a ello
se dedicaría. Pero contra todo pronóstico, cuando es liberado y se le abre la
posibilidad de escribir sobre lo vivido, experimenta que no puede hacerlo.
Tenía que elegir entre vivir y olvidarse del Lager o escribir y eso conllevaba
sucumbir al horror vivido. Opta por vivir, es decir, por huir de su pasado y eso
se traduce en una militancia suicida en el Partido Comunista. Con treinta años
llega a ser miembro del Comité Central y se le asigna la peligrosa misión de
reorganizar el Partido Comunista español en los sectores culturales, intelectuales
y estudiantiles, tarea que desempeña entre 1954 y 1961. Su constante presencia
en España y la lectura que hace de los grandes acontecimientos del movimiento comunista
(los procesos de Moscú, el informe Kruschev y la invasión de Hungría, en 1956) le llevan a una crítica
creciente de la estrategia del PCE que culminará en su expulsión en el año
1964.