26/5/19

El paganismo de la Nueva Derecha


            "España cristiana, no musulmana" ha sido estas semanas pasadas algo más que un slogan electoral de gente extremista. Parecía un grito que escapaba de muchas gargantas, hartas de aguantarse para no traspasar el umbral de lo políticamente correcto.  Bastó que alguien invocara a Pelayo y Covadonga, es decir, el mito de la Reconquista de una España ocupada por los moros, para sentirse liberados. Por fin alguien que ponía sobre la mesa la esencia cristiana de una pobre España, ahora rota y roja. Muchos españoles se han sentido interpretados aunque no todos les votaran.

            Estos buscadores de esencias patrias se extrañarían si vieran que lo suyo es ingrediente habitual de la Nueva Derecha que recorre Europa. En Francia, Alemania u Holanda se oye lo mismo, a saber, "que el Islam no forma parte de Europa". Los alemanes, por ejemplo, tienen un partido llamado Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente (Pegida) y otro, Alternativa para Alemania, que se han abierto paso vociferando que Occidente es cristiano, es decir, convirtiendo el cristianismo en una religión étnica de blancos antiislamistas (que tanto recuerdan al hitlerismo que era una religión étnica de arios antisemitas).


            Nada hay de original pues en esta reivindicación de la cristiandad de occidente, lo que no significa que no tengan su punto de razón. Lo de Pelayo y Covadonga nos puede sonar a broma, pero ahí está un historiador como Américo Castro para recordarnos que el vocablo "español" -un mote que nos pusieron los franceses- era una forma de llamar a una parte de los habitantes de la península, peleados entre sí, pero que se pusieron de acuerdo en luchar juntos contra el moro en base a que tenía en común su religión cristiana. La casta cristiana contra la casta musulmana, todos españoles pero de distintas creencias que no pararon de pelear hasta que acabaron con el otro. Lo que tenían en común las dos castas era el lugar reservado a la respectiva religión. Su Dios les servía para algo más que para rezarle en la intimidad. Era lo que les unía más allá de las diferencias, lo que les diferenciaba de los que ocupaban otro espacio, lo que les llevaba a matarles y dejarse matar, es decir, lo que les daba identidad política. La convivencia entre judíos, moros y cristianos acabó el día en que las creencias se transformaron en ideologías políticas.

            Una historia bélica muy común pero poco edificante y desde luego en las antípodas de la mejor tradición cristiana -la que representa el Papa Francisco- y también del espíritu democrático que casa mal con el populismo identitario de quienes hoy sueñan con Covadonga. Para aclararnos un poco habría que distinguir entre cristiandad (que es la forma política identitaria, excluyente, que invoca la Nueva Derecha) y cristianismo (que es una inspiración cultural universalista, impensable sin el otro).

            Lo del Papa Francisco viene a cuento porque esta Nueva Derecha le ataca desde dos extremos que se tocan. Por un lado están los nostálgicos del cristianismo excluyente que sueñan no con la España de la convivencia entre las tres culturas sino con la que expulsó a los que, como los judíos o los moriscos, no eran de la casta cristiana. Para estos cruzados el cristianismo de Francisco les suena a traición. Pero luego están, en el flanco opuesto de esa misma derecha, los que denuncian "la tiranía de la virtud" o el "buenismo del cristianismo". Entre ellos hay notables intelectuales, como el alemán Peter Sloterdijk, que piden erradicar de la cultura europea todo rastro de cristianismo pues sus mensajes de fraternidad y universalidad son profundamente perniciosos. El hombre, dice, da poco de sí y no hay que exigirle tanto. Hay que dejarle que vaya a lo suyo y así será feliz. El cristianismo con sus exigencias éticas es una fuente de infelicidad. Otro tanto dice el francés Alain de Benoist que pide la disolución de la cultura judeo-cristiana y su sustitución por un casticismo xenófobo. Este tipo de intelectuales son santo y seña de este populismo emergente. Se presentan como novedad  porque la vieja derecha tenía un punto de humanismo cristiano o de laicismo republicano que debe ser sustituido por lo que el filósofo Jürgen Habermas ha tachado de "neopaganismo". La derecha española, tan empeñada en disputar el espacio a esa extrema derecha, tendrá que preguntarse si su necesaria renovación toma este fatídico rumbo. La iglesia española debería revisar sus alianzas.

            Tenemos pues que forman parte de esta Nueva Derecha, por un lado, nostálgicos de las cruzadas que se atan al mástil de la cristiandad y, por otro, enterradores del cristianismo porque con su buenismo abren las fronteras al moro (de momento no osan exhibir su antisemitismo que está latente). Esta confluencia de posturas tan opuestas lo que realmente está queriendo decir es que la Nueva Derecha detesta el cristianismo. Son movimientos paganos que sólo saben de dioses locales que van a lo suyo y detestan tradiciones como las monoteístas (sean judía, cristiana o musulmana) que, pese a sus muchos errores históricos, saben que no pueden confundir el nosotros con un no-otros.

Reyes Mate (El Norte de Castilla, 4 de mayo 2019)