30/6/14

El cholismo, sí, pero sin exagerar

         El fútbol ocupa tanto espacio en nuestra sociedad que estamos tentados de convertirle en el espejo donde mirarnos. Cuando España ganó su primer mundial en el 2010, hubo quien vió en el entrenador, Vicente Del Bosque, el modelo a imitar por quien fuera Presidente de Gobierno. Y ahora que el Atlético de Madrid ha conquistado el título de campeón de liga, a base de pundonor, no falta quien presenta sus virtudes deportivas como el modelo de los valores cívicos que deberían dominar la vida profesional de cada cual y también la de los políticos.

            En esta querencia a trasladar lo que pasa en el deporte a la dura realidad de la vida, el cholismo ha significado un punto de inflexión. El cholismo, es decir, la mística que inspira el modo de ser y de actuar del entrenador de Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone, alias El Cholo, ha irrumpido en el mundo futbolístico español como una alternativa al recetario dominante, tan bien representado por el actual presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, cuya chequera parece inagotable. Pundonor frente a talonario. "Nuestro ejemplo", ha dicho El Cholo, "demuestra que se pueden ganar títulos  de otra manera". Esa otra forma de concebir el juego consiste en maximizar las posibilidades de una materia prima -los jugadores- considerados de entrada como de inferior calidad. Con esfuerzo en el trabajo y disciplina en el juego han compensado su desventaja técnica, y gracias a la ilusión que les ha transmitido han transformado la modestia de sus biografías anteriores en figuras deportivas.

           Hasta ahí, la alternativa deportiva. Pero hay algo más porque el entrenador argentino, siempre cauto en sus declaraciones, se  ha soltado el pelo con una interpretación filosófica de sus planteamiento deportivos que desborda el deporte y alcanza la vida: "una cosa os quiero decir. No es solo una liga, muchachos: no es sólo una liga, mujeres. Es mucho más que eso: si se cree, si se trabaja, se puede". Se puede ganar, claro.

            Este salto merece un respiro. Si lo que se quiere decir es que sin esfuerzo no hay éxito, vale, siempre y cuando no perdamos de vista que el esfuerzo es una condición necesaria del éxito, pero no suficiente. El Atlético viene esforzándose dieciocho años hasta que lo ha conseguido, mientras otros, los que disponen de más presupuesto, lo consiguen regularmente. El peligro de ese mensaje es pensar que quien no lo consigue es por su culpa. No ha mucho se aprovechó la noticia de que un ciego que había coronado el Everest para deslizar el mensaje, dirigido a los discapacitados, de que no hay excusas para no salir adelante. Como si lo importante para quien va en silla de ruedas fuera escalar una montaña y no sortear las obstáculos para poder llegar a casa. Lo que ocultaba el mensaje es que los desniveles que dificultan la movilidad del discapacitado no se superan con la voluntad del afectado sino con medidas que tienen que tomar los que proclaman eso de que "si quieres, puedes". Son infinitos los casos de gente que se esfuerza hasta la extenuación y no consiguen triunfar, ni siquiera sobrevivir.

             El que ocasionalmente un equipo con menor presupuesto gane a los más ricos, no debería alimentar la ilusión de que el esfuerzo es capaz por sí solo de superar las desigualdades de partida. No se puede servir en bandeja a quienes tienen la obligación de reducir las diferencias sociales la perversa idea de  que si no prosperan es porque son unos vagos. Este equipo que en el mundillo futbolero madrileño representa a la gente -lo que no quiere decir que por su dirección no hayan merodeado peligrosos depredadores- no debería confundir la lógica euforia por un eventual triunfo sobre rivales más ricos con el descubrimiento de una filosofía voluntarista de la historia. Lo que es intolerable es que sean legión los que esforzándose al máximo, no salgan adelante. O, peor aún, que hayamos llegado a un punto en que ya no hay en qué esforzarse porque lo que no hay es trabajo.

            Bienvenido el cholismo si con eso se consigue sacar los colores a los que todo lo arreglan comprando caro, pero el problema deportivo no se resuelve administrando bien la escasez de recursos, sino reduciendo las diferencias. Y por lo que respecta a la vida misma, bueno es volver a la sabiduría de los antiguos. Aristóteles decía que el éxito  de un acto consistía en la obra bien hecha. Eso proporciona satisfacción a quien la hace y también a quien la contempla desde el exterior. Claro que sería mejor si además de bien hecha -además de jugar bien- ganas. Eso  vale desde luego para el deporte, pero en la vida  lo importante es esforzarse  por hacer bien las cosas. La tragedia de nuestro tiempo es que, para mucha de ese gente que se siente identificada con el Atlético de Madrid, no hay posibilidad de esforzarse porque no hay trabajo.


Reyes Mate (El Periódico, 24 mayo 2014)