8/6/25

De la guerra justa a la guerra santa

             Un ejemplo de la polarización de nuestro tiempo es el hecho de que quienes defendieron en el pasado el concepto de guerra justa piensen ahora que todas son injustas, mientras que, en el extremo opuesto, se radicaliza la apuesta por la guerra que pasa de justa a santa.

             Ilustra la primera posición el Papa Francisco que en su encíclica Fratelli Tutti tuvo el coraje de enmendar la plana a una teología milenaria que había defendido el concepto de guerra justa si se daban ciertas condiciones, a saber, que fuera declarada por una autoridad competente; que la causa fuera justa; que se hubieran agotado los medios diplomáticos para resolver el conflicto y que hubiera proporción entre el bien que se buscaba con las armas y el mal que éstas podrían causar. En una discreta nota a pie de página Francisco corregía la doctrina de la guerra justa “que hasta san Agustín forjó” pero que “hoy ya no sostenemos”. ¿Las razones del cambio? En primer lugar, que las armas actuales son tan letales que dañan más a la población civil que a la combatiente; en segundo lugar, el peso de una rica experiencia tras tantos siglos de guerra: la paz que se consigue con la armas sólo es una tregua entre dos guerras. Aunque la razón de fondo es propiamente religiosa: que “la guerra, como decía el Consejo Mundial de las Iglesias Evangélicas, es contraria a la voluntad de Dios”.