23/1/17

Presentación del libro de J.M. Castillo, 2016, La humanidad de Jesús, Trotta, Madrid

1. Hace un par de años, presentando el libro de JM Castillo, La laicidad del evangelio, yo le decía si, al apostar “por la reducción de lo ritual, o religioso o clerical a lo laico, secular y ético”, no tenía demasiada confianza en el ser humano que hemos devenido. A la vista de lo que el ser ilustrado ha acabado siendo, la cosa no era como tirar cohetes: la propia Ilustración habla de una Dialéctica de la Ilustración para desempolvar a la vieja. Yo le preguntaba si no había en el libro una cierta “resonancia feuerbachiana”…si no sería necesario explicitar más esa humanidad o esa sociedad laica en la que él, un teólogo cristiano, está pensando.

2. La respuesta bien puede encontrarse en este libro que hoy presentamos titulado La humanidad de Jesús. Es un libro fabricado en la factoría Castillo, es decir, un libro escrito por un autor libre: libre no porque escribe lo que le pasa por la cabeza, sino porque es veraz: está escrito desde el compromiso con la verdad y sólo con la verdad, tal y como a él se le presenta (no es un apunte menor habida cuenta de los temas que trata y de las tesis que defiende. En otro tiempo y por mucho menos, otros han acabado en el patíbulo). Un libro cortés si entendemos con Ortega y Gasset que “la claridad es la cortesía del escritor”. Tratándose de asuntos tan escurridizos como los que aquí se menciona, tampoco es ésta una característica menor. Finalmente, un libro polémico y esto no tanto porque cree polémica, que seguramente la creará, sino porque está construido polémicamente. Pepe Castillo construye una teoría sobre el cristianismo basada en la centralidad de Jesús que opone a otra, la de un cristianismo basado en Pablo de Tarso, que es además la que se ha impuesto en la Iglesia. Castillo no sólo polemiza con una teoría teológica sino con algo tan vivo y potente como la Iglesia. Es David contra Goliath.

3. El libro La humanidad de Jesús está construido en torno a los siguientes ejes:

3.1. Discontinuidad entre el mensaje de Jesús y el de Pablo.  Hay  dos formas de entender al cristianismo. Por un lado, la de los evangelios: ahí la fe tiene que ver con la liberación de sufrimientos, carencias humanas, el dolor de personas excluidas o rechazadas por la sociedad…La fe tiende a remediar el sufrimiento…y es que en los evangelios el verbo sozein (salvar) significa restauración integral de la persona (menos en Mc 6, 56), p. 49. Y, por otro, la de Pablo, que pone el acento en el más allá, en la vida eterna, p. 50. Salvar ahí significa “destino eterno” en cuanto va asociado a la redención, la justificación y la reconciliación definitiva con Dios, p. 50…En otras palabras: la redención es el acto clemente y bondadoso de Dios que se experimenta como remisión de los pecados mediante la expiación de tales pecados (Rom 3, 24; 1Co 1, 30), p. 51. Algunas diferencias:

            1ª. Jesús y Pablo piensan distinto sobre los temas: desigualdad de la mujer, homosexualidad y esclavitud. Sobre la mujer: Jesús acogió siempre a mujeres despreciadas por la buena sociedad y por los piadosos y religiosos, mientras que Pablo reproduce los esquemas de su tiempo: sumisión y obediencia…siempre sumisa y callada. Sobre sexualidad: Pablo considera la homosexualidad como algo malo y “antinatural” (también consideraba antinatural que los hombres se dejaran el cabello largo y que las mujeres se lo cortaran (1Co 11, 14-15)…Y es que el pensamiento de Pablo fue más bien moralizante mientras que Jesús relacionaba el Reino con la materialidad de la vida. A Jesús el tema de la sexualidad le preocupaba poco. Sobre la esclavitud: Pablo tuvo que aceptarla para integrar le fe cristiana en la cultura del Imperio… Lo que Pablo enseña es que los esclavos se sometan a sus amos, que les obedezcan y además que los amen (Col 3, 22), p. 63… La Iglesia siguió en esa tónica (El bueno de Santo Tomás cantinflea en ese asunto: le parece duro que su maestro Aristóteles diga que la esclavitud es de derecho natural…). En Jesús, esclavo es el que manda.

            2ª. Distintos también en la idea que tenían de Dios. El Pablo converso sigue fiel al Dios del AT, al Dios de sus padres. Mal asunto viene a decir Castillo porque es un Dios de la venganza, de la violencia, justiciero …hasta el punto de que hace recaer sobre su propio hijo la ira divina provocada por el pecado del hombre…algo que sólo se expía por la sangre, por su propia sangre (Rm 3, 18-20). Ahí aparece el carácter expiatorio del sufrimiento. En la Carta a los Hebreos: “sin derramamiento de sangre no hay perdón” (9,22). El Dios de Pablo nos salva sacrificando las víctimas, en tanto que el Dios de Jesús es un Dios que nos salva sanando al que sufre. El Dios de Pablo odia al pecado; el de Jesús ama al pecador.

            3ª. Distintos también en la concepción de la ética. De la teología de Pablo deriva una “ética del pecado”. Malo es lo que ofende a Dios. De Jesús derivaría lo que el autor llama una “ética del delito”, i.e., una ética atenta "a la realidad oculta de la que brotan los sufrimiento e injusticias”. Lo inmoral sería entonces no hacerse cargo de la genealogía del sufrimiento, de su Leidensgeschichte o memoria passionis.

3.2. La segunda gran tesis es que quien influye y conforma la Iglesia no es Jesús sino Pablo. Las Cartas de Pablo se escribieron 20 años antes que los Evangelios y 30 antes que Los Hechos. Esto significa que la Iglesia empezó a organizarse sin conocer los Evangelios. Se creó una Iglesia de Jesús sin Jesús. La impronta de Pablo en la Iglesia se nota en su idea de Dios. Aquí el autor no se corta un pelo: ” este judío creyente fiel y hasta con ribetes de fanático (incluso después de su conversión) siguió creyendo en el mismo Dios en el que había creído y en el que había sido educado”… Por eso se ha podido decir que “Pablo nunca se aplica a sí mismo el vocabulario de la conversión ni expresa su paso del judaísmo a la fe en Jesús”. Una afirmación contundente. Ahora bien, sigue diciendo el autor, la imagen de ese Dios que manda a Abraham sacrificar a su propio hijo…poco tiene que ver con el Dios de la parábola del  hijo pródigo. Pablo también marca a la Iglesia con su idea de la autoridad: Pablo se considera a sí mismo como portador de un mandato recibido directamente del Señor resucitado… De ahí que cuando él predicaba, “sus oyentes lo tenían que acoger como si Dios mismo les estuviera hablando” (1 Tes 2, 2-4). Jesús se sitúa en las antípodas: “el que quiera ser primero tiene que hacerse esclavo de los demás” (Mc 10, 45). Finalmente Pablo deja su sello en lo concerniente al culto sagrado. Jesús nunca aparece organizando actos o ceremonias de culto; quebranta el sábado para que los discípulos no pasaran hambre, pero Pablo ritualiza hasta la cena, que pasa de ser un convite a un sacramento.

            A Jesús le interesa los hechos, a Pablo las doctrinas. Una doctrina caracterizada por el estoicismo de los griego y por  el gnosticismo, de origen platónico, que se substancia en los siguientes puntos: que lo que percibimos con los sentidos es mera ilusión… La realidad auténtica es la espiritual (hay pues una escisión entre lo espiritual y lo material, Dios y el mundo, lo divino y lo humano); que el mundo es malo, no es un lugar de salvación. La salvación es más bien la negación del mundo o, si se quiere, el carácter no mundano o terrenal de la salvación…cosa de “otro mundo”; que sólo la gnosis, el conocimiento nos salva (y por tanto  no la justicia, digo yo). Pablo estaría afectado por la gnosis, por eso divide al hombre en tres partes: cuerpo, alma y espíritu…o dividía a los hombres en “carnales” y “espirituales” (1Co 2, 14); por eso su afirmación del dualismo entre Dios y el mundo presente (1Co 2, 12), el menosprecio de la materia y del cuerpo (Ga 1, 4). Y todo ese le lleva a desinteresarse “por las cosas de la política o de la realización del ser humano en este universo”: Gnóstico es también que no le interese el Jesús carnal y sólo tenga ojos para el Jesús Resucitado…

            Se entiende entonces que Castillo se pregunte con una cierta impaciencia: pero bueno, aquí quien manda¡ Bueno, él lo dice en más fino. Dice: “¿Quién ocupa realmente el centro de la vida de la Iglesia: Jesús y su evangelio o Pablo y su teología” (p. 137). El libro ayuda a responder y cada cristiano hoy debería hacerse la pregunta e intentar una respuesta.

4. No quisiera terminar esta presentación sin un par de consideraciones, hechas con el mismo respeto y cariño que le hice las anteriores

4.1. El primer comentario tiene que ver con el judaísmo de Pablo. Ahí le da duro. Dice el autor que Pablo siguió siendo el judío que fue, fiel al dios del AT: un dios vengativo, justiciero, dolido por el pecado del hombre y mandando el mensaje de que “sin derramamiento de sangre no hay perdón” (Rm 9, 22). Lo que yo quisiera someterte a tu consideración es el hecho de que desde el judaísmo se ve a Pablo de otra manera (y no sólo desde el judaísmo, sino desde la filosofía moderna). Por ejemplo, Jacob Taubes en su obra La teología política según Pablo. ¿Cómo lo ven?

            1º Ahí aparece un Pablo fundador de un espacio de convivencia que es por primera vez universal (y esto tanto desde el punto de vista religioso (Iglesia), como político (Occidente): es universal porque trasciende los límites de la sangre (propios del Judaísmo), como de la universalidad abstracta del Imperio Romano (que era una particularidad impuesta por la violencia).

            2º Ese espacio universal que articula los acontecimientos es una historia. Es decir, concibe el desarrollo humano como teniendo un principio y un fin (estaríamos pues ante una concepción apocalíptica del tiempo). El principio es el Primer Adam y el fin, el Segundo Adam.

            Esa historia no es mera evolución sino que tiene un sentido: si el primer Adam inaugura la historia con un gesto libre que es una transgresión, causa de todos los sufrimientos y hasta de la muerte, el segundo Adam representa la respuesta a ese sufrimiento que le acompaña desde el inicio.
Esa respuesta es mesiánica entendiendo por mesianismo la justicia aquí y ahora; y es también escatológica (plantea vivir anticipadamente el final, vivir fraternalmente el presente, de ahí que para Pablo todo el cristianismo se reduzca no a dos (Mt 22, 36) sino a un mandamiento: “amarás a tu prójimo como a ti mismo (Rm 13, 8).

            3º Es verdad que este judío no renuncia a serlo (en Pablo no aparece el término cristiano; los seguidores de Jesús es para los  romanos una banda poco recomendable compuesta de judíos disidentes y paganos raros), pero esa fidelidad a su ser judío tiene la mayor importancia para los cristianos, en particular, y para el ser humano, en general. Veamos.

            Es crucial para los cristianos porque Pablo está empeñado, aunque le resulte doloroso, mostrar a los suyos que el AT está anunciando el NT. Taubes ve en Pablo “al apóstol judío que va hacia los demás pueblos”. Le gusta recordar el capitel de Vezelay: “la imagen representa a Moisés que vierte trigo en el saco del evangelio que sostiene Pablo. El texto en latín dice: ‘empujando el molino, Pablo, separas el grano bueno de la zizaña. Nos permites conoces el corazón de la ley de Moisés, todo el trigo se transforma en pan verdadero, sin zizaña, y nuestra alimentación se hace duradera y angélica’. Lo encuentro espléndido. Siempre llevo el texto conmigo y cuando olvido en qué pienso, le echo un vistazo y sé entones a qué atenerme" (Taubes, 2003, 56; 1999, 65-66).

            Pero la operación le produce “en el corazón una gran tristeza” (Rm 8) porque tiene que renunciar a la adopción, a la alianza, a los padres, al culto, a las promesas, al Mesías…¡mucha renuncia¡. Pero lo hace, a pesar de todo, porque es consciente que el centro de la alianza se ha desplazado del viejo pueblo al nuevo pueblo de Dios.

            Y, además, es crucial para el conjunto de la humanidad. En efecto, si queremos pensar una universalidad sin exclusiones, no puede quedar el judaísmo fuera del evangelio. Pablo tiene la tarea ante sí de pensar la universalidad universalmente, algo que todavía no se había logrado. Es más: si a lo largo de los tiempos se ha impuesto en todos los órdenes (sobre todo en el político) un concepto de universalidad excluyente (pensemos en los Imperios: se imponen a los demás pueblos sin tener en cuenta su valor. Ese es el tema de la novela de García Márquez Cien años de soledad), ha sido debido  a que no hemos entendido el intento de Pablo de incluir en el nuevo proyecto a los judíos. El que hayan quedado fuera, en la interpretación canónica de los cristianos, es lo que explica la figura persistentes de universalidades excluyentes (empezando por los Imperios cristianos). Pablo hila muy fino en este asunto. Dice dos cosas a primera vista contradictorias. Primero dice que “secundum evangelium…inimici propter vos”; y luego que “secundum electionem, charissimi propter patres” (Rm 11, 28) Los judíos forman parte del proyecto aunque estén enfrentados a los cristianos. Esto se lo cuenta a Carl Schmitt que, a parte de filonazi, es como la conciencia del catolicismo político. Y este le responde: “¡no había caído¡…pero por favor no muera Vd. sin contarlo porque es un descubrimiento revolucionario” (Taubes, 2007, 66). Es mucho lo que está ahí en juego, por eso me permito preguntarte si tu presentación de Pablo es todo Pablo.

            NB: tu citas al final de tu libro una frase de Metz donde critica el concepto de evolución. Es el mismo contexto al que me acabo de referir. Metz está polemizando con Nietzsche, con su anuncio  gozoso de “la muerte de Dios”. Cuidado, dice Metz, que eso supone la muerte del hombre: del concepto de sujeto (nota que el concepto de sujeto dice relación con substancia y verdad, de ahí que el no-sujeto proclamado por Nietzsche sea  un fantasma, una ficción), de historia ( reducida a mera evolución), de moral como Weltmoral (en su lugar, la kleine Moral) Lo que  sustituye al Dios muerto es el olvido, principio de felicidad. Ahora bien, quien quiera enfrentarse a las graves consecuencias derivadas de la “muerte de Dios” (léase de ese Dios que han construido los cristianos que dejan a Dios fuera de la historia) tendrá que echar mano de Bundesdenken, de la memoria de la Alianza, un concepto eminentemente judío que se proyecta y prolonga en el cristianismo.

            Tienes razón en señalar la deriva gnóstica en la Iglesia, pero tanto Jacob Taubes como Metz endosan esa responsabilidad no a Pablo sino a Marción que era efectivamente un discípulo de Pablo: en el NT no juega ningún papel la creación…sólo cuenta la redención (Taubes, 2007, 74). Para señalar la diferencia entre el AT y el NT recurre a la idea de que sería impensable en los evangelios que una mujer estéril se eche a los pies de Jesús pidiéndole un hijo (ib.).

4.2. El segundo comentario se refiere a lo que dices casi de tapadillo en la página 111. Estás hablando de las relaciones conflictivas de Jesús con lo religioso (religión, culto, ceremonias) y de repente resumes la idea con esta brillante afirmación: “nos relacionamos con Dios por medio de la misericordia y no por la eficacia del culto. Puntualizando además que la misericordia ha de entenderse no como la simple piedad, sino en el sentido fuerte de justicia”. Estas son palabras mayores porque lo que se nos está diciendo es que esas situaciones sobre las que se proyecta Jesús (sufrimientos causados por enfermedades, necesidades) son injusticias. Ahora bien, si son injusticias entonces el gesto compasivo de Jesús no hay que adscribirlo a un supuesto buenismo sino que lo hace por justicia: como si la compasión fuera la justa respuesta a una demanda de injusticia objetiva.

            Es decir que Jesús no actúa porque le convoca el sufrimiento de un inocente sino la injusticia del sufrimiento. Esto es enorme, una gran novedad y originalidad porque son muchos los que se han rebelado contra el sufrimiento de los inocentes (Camus) pero muy pocos han considerado el sufrimiento como una injusticia.

            Yo me pregunto ¿qué se nos está queriendo decir?¿qué todo el que sufre es inocente? (estaríamos en las antípodas del mito: “nunca sufrió el inocente”, Antígona); o, más bien, que existe la culpa, pero que entre la culpa y el sufrimiento no puede haber una relación causal: que ni el que sufre es culpable, ni la culpa se lava o expía sufriendo. En Jesús el sufrimiento nos convoca más allá de la culpa y de la expiación.

            Decía que ese planteamiento no se lleva. Debo precisar: Don Quijote se comporta igual. Me refiero a la liberación de los galeotes (I, 22). Es un gesto grave pues son galeotes del rey, es decir, "gente forzada del rey que va a galeras". Don Quijote les libera argumentando de diversas maneras que van de menos a más: que si la desproporción del castigo; que si no se les ha tenido en cuenta… Hasta que harto de las críticas de los suyos que le recriminan por hacer el bien sin fijarse a quien (¡no olvidemos que los galeotes liberados le golpean y roban como formas de agradecimiento!), le dice al cura y con él a todos los demás: “Majadero; a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos, van de aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por sus desgracias; sólo les toca ayudarles como a menesterosos, poniendo sus ojos en sus penas y no en sus bellaquerías. Yo topé un rosario y sarta de gente mohína y desdichada, y hice con ella lo que mi religión me pide, y lo demás allá ello” (I, 30 ). Estas también son palabras mayores porque Don Quijote les libera porque sufren y todo sufrimiento es una injusticia. Dice que un caballero andante no tiene que investigar si quien sufre es “por sus culpas o por sus desgracias”, es decir, si es culpable o no. Lo que tiene que hacer es actuar “poniendo sus ojos en sus penas y no en sus bellaquerías”. Es una justicia la suya que se sitúa más allá de la culpa  y de la expiación. El sufrimiento es un desafío y no cabe caer en la trampa de que salve (expiación). Don Quijote lo justifica diciendo que hace “lo que mi religión me pide”. Unamuno habla del “cristianismo quijotesco”… Yo espero que cuando se publique la segunda edición aparezca un capitulito dedicado a explicar la frase…

Mate, R-Zamora, J.A., 2006, Nuevas teologías políticas. Pablo de Tarso en la construcción de Occidente, Anthropos, Barcelona.
Mate, R., 2006, Medianoche en la historia, Trotta, Madrid.
Metz. J. B., 1997, Dios y tiempo. Nueva teología política, Trotta, Madrid.
Metz J.B., 2002, Por una cultura de la memoria, Anthropos, Barcelona.
Taubes, J., 2007, La teología política de Pablo, Trotta, Madrid


Reyes Mate (Palabras en la presentación del libro de J.M. Castillo, La humanidad de Jesús, Madrid, 12 de diciembre 2016)