"A
la memoria de Walter Benjamin (1982-1940), el amigo de toda una vida cuyo genio
unió la penetración del metafísico, el talento exegético del crítico y la
erudición del sabio. Muerto en Portbou (España) en el camino hacia la
libertad". En esta dedicatoria de Gershom Scholem al amigo recién
fallecido queda bien descrito el alcance de su genio polifacético que aquí
vamos a intentar rastrear.
1.
Benjamin se sitúa filosóficamente en la órbita de la Teoría Crítica aunque esto no es decir mucho. Conocida es la
humorada que contaba el Frankfurter Allgemeine
Zeitung a propósito del interés mundial que provocó la Teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas. Un periódico
norteamericano mandó a un reportero a Frankfurt a cubrir la información.
Llegado al aeropuerto de la capital alemana pidió decidido al taxista que le
llevara a la "Escuela de Frankfurt", a lo que el taxista replicó:
"¿a cuál de ellas? que aquí hay muchas". Efectivamente hay varias. Se
suele distinguir entre un círculo interno, formado por Horkheimer, Adorno,
Polack, Tillich, Neumann, From o Marcuse, unidos en la preocupación de repensar
el marxismo haciendo valer la mediación de las ciencias sociales, y un círculo
externo, en el que estarían Benjamin o Bloch, más interesados en una teoría de
la cultura. El ascenso del fascismo produjo una cierta convergencia pues todos
se sintieron interpelados por el desafío de la nueva barbarie a la razón
ilustrada.
La ubicación de Benjamin en el
margen de la Teoría Crítica no
significa que fuera un autor marginal o actor secundario. Es verdad que cuando
uno lee su correspondencia o la de Adorno observa que la precariedad de medios
económicos distorsionó la realidad: los más pudientes, como Adorno o
Horkheimer, se sentían con el derecho a corregirle la plana, haciendo gala de
un cierta superioridad intelectual, pero que se diluye tras su muerte cuando lo
que se hace valer son las ideas. Ahí ya se ve que el epicentro es Benjamin.